Ese ojo que nos mira
Realmente
es una magnífica noticia: un nuevo espacio permanente de exposición de obras
del gran Joan Miró en Madrid, una iniciativa de la Fundación MAPFRE que merece,
de forma expresa, el máximo agradecimiento público. Escribo “nuevo” espacio,
teniendo en cuenta la importancia y calidad de las obras de Miró, nada menos
que 183 si no me fallan las cuentas, que forman parte de las colecciones del
Museo Reina Sofía, buena parte de las cuales se pueden ver de forma habitual en
el Museo.
Este
nuevo “espacio Miró” en Madrid se presenta al público apenas dos meses después
de la apertura de otro espacio en la Fundación Serralves de Oporto, con 85
pinturas del artista catalán, al que también se quiere dar un carácter
permanente. Motivos de alegría y satisfacción esta multiplicación de espacios,
aparte de los de las Fundaciones que llevan su nombre: Joan Miró, en Barcelona
y en Palma de Mallorca. Porque
el arte debe ser, de manera abierta, para los públicos, para la gente, y el
indudable alcance artístico de la obra de Miró merece la máxima difusión
directa de su trabajo.
Alexander Calder: Retrato de Joan Miró (c. 1930). Escultura, alambre de acero, 29 x 27 cm.
Colección particular en depósito temporal. © Calder Foundation, Nueva York.
El
nuevo espacio en la Fundación MAPFRE reúne 65 obras de Joan Miró y cinco del
artista estadounidense, quien fue su amigo, Alexander Calder. De este último se
presentan un óleo y cuatro esculturas, todas ellas regalos a Joan Miró. Entre
las cuales destaca un retrato de Miró construido con alambre de acero, que
Calder hizo y regaló a su amigo en 1930. En el caso de Miró son más abundantes
las obras de sus últimas décadas, casi todas ellas pertenecientes a colecciones
particulares y recibidas a través de la Sucesión de Joan Miró.
Joan Miró: El canto del pájaro al rocío de la luna (1955).
Óleo sobre cartón, 27 x 37 cm. Colección Particular en depósito temporal. © Successió Miró 2016.
El
recorrido se articula en cinco apartados: “Miró/Calder”, “El signo y el gesto”,
“Mujeres, pájaros, estrellas”, “Las cabezas” y “Desafío a la pintura”. Se trata
de un orden abierto, que permite apreciar la continuidad que Miró mantuvo en su
expresión pictórica a lo largo de toda su vida. Y apreciar así mismo algunas fórmulas
nuevas que fue introduciendo a partir de los años cuarenta. Resultan curiosas,
pero no especialmente relevantes (yo no las hubiera mostrado en público, pienso
que forman parte de un juego o deriva interior del artista y, en ese sentido,
no las considero estrictamente “obras”), las cuatro intervenciones pictóricas
de Miró sobre cuadros comprados y de autores desconocidos. Algo que hizo tan
sólo en diez ocasiones.
Joan Miró: Mujer (1974).
Acrílico sobre tela, 50 x 61 cm. Colección Particular en depósito temporal. © Successió Miró 2016.
La
continuidad tiene que ver con la permanencia de un lenguaje de signos modulado
en un alfabeto plástico referencial, en el que la mujer, los personajes
metamórficos, los pájaros y las estrellas, van y vienen con continuidad, a
través de una serie de variaciones. Las fórmulas nuevas que uno puede apreciar
en las últimas décadas de su trayectoria se relacionan con el diálogo que Miró
establece con la pintura de aquellos años. En esa línea, si su obra influenció
intensamente a los artistas del “expresionismo abstracto”, en sentido recíproco
podemos apreciar también su utilización del goteo sobre el cuadro (Jackson Pollock).
Así como el agujero en el lienzo, o la ruptura de la tela (Lucio Fontana). E
igualmente una derivación mucho más matérica, que yo la percibo especialmente
en diálogo con Antoni Tàpies.
En
definitiva, este conjunto de obras de Joan Miró nos permite introducirnos a
fondo en la obra de uno de los artistas referenciales de nuestro tiempo. En
ella fluye una grafía, cromática y de formas, en la que alienta la vida: entras
en sus obras y respiras… recorres grutas, volcanes en erupción, nubes, a la vez
que encuentras figuras y personajes cambiantes, dinámicos.
Joan Miró: Personaje (1977).
Óleo sobre tela, 92 x 73 cm. Colección Particular en depósito temporal. © Successió Miró 2016.
Y
lo que considero decisivo: la aparición incesante del círculo y de la espiral
inscritos en la pintura, del ojo que desde dentro de ella nos mira y que nos
ve, a nosotros, mirando. Es así como vemos mucho más de lo que habitualmente
vemos. La pintura como itinerario de la visión. En síntesis: Joan Miró, el ojo
pintor.
*
Espacio Miró. Fundación MAPFRE,
Madrid. Abierto de forma permanente al público.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.263, 31 de diciembre de 2016, p. 20.
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