El arte de nuestro tiempo
Paul Cézanne en el Museo
Thyssen [exposición temporal site / non-site], Edgar Degas en la Fundación Canal [exposición temporal Degas. Impresionistas en privado]... la programación de exposiciones
en Madrid se centra, una vez más, en dos de los grandes maestros del arte
moderno, en dos artistas cuya obra no ha dejado de crecer en importancia con el
paso del tiempo, y que abrirían algunas de las vías más fecundas del arte
posterior. Resulta curioso advertir, sin embargo, cómo tanto en su caso como en
el de los hoy sumamente populares "impresionistas", en su propia
época se encontraron ante un fuerte rechazo de su trabajo, mientras que ahora
todos ellos gozan de una aceptación generalizada.
Paul Cézanne: Retrato de un campesino (1905-1906).
Óleo sobre lienzo, 64.8 x 54.6 cm. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Programar muestras de
artistas cuya obra de madurez se despliega del último tercio del siglo XIX a
las primeras décadas del XX supone así contar, ya de entrada, con una cierta
seguridad en la respuesta positiva de los públicos, algo tan importante para
los museos e instituciones artísticas en este tiempo de dificultades e
incertidumbres. Resulta igualmente curioso caer en la cuenta de que no sucede
lo mismo con todo el arte que viene inmediatamente después, como si la
irrupción de las que hoy podemos ya considerar las vanguardias artísticas clásicas, del Cubismo, el Fauvismo y el
Expresionismo en adelante, introdujeran una imaginaria "línea de
corte", en esa aceptación generalizada de los públicos.
Edgar Degas: Retrato de Édouard Manet (1861).
Grabado.
Naturalmente, hay
excepciones: la más evidente es la de Salvador Dalí, cuya figura propicia una
fascinación masiva casi ilimitada. Aunque habría que matizar que en lo que a
Dalí se refiere esa atracción pública que provoca tiene mucho más que ver con
"el personaje" de sí mismo que supo construir, más allá de la
grandísima calidad de su obra como artista y como escritor. Lo que fascina a
las grandes masas en Dalí es, sobre todo, su carácter excéntrico, su capacidad
para irradiar en los canales de comunicación con una intensidad tan alta como
para convertirse en inspiración de campañas de los creativos publicitarios y en
modelo a emular por algunos políticos y personajes públicos. Como diría Elias
Canetti, "el personaje Dalí", es un cristal, un espejo de masas, en
él que éstas se ven a sí mismas reflejadas y enaltecidas.
Sin embargo, si más allá de
las excepciones nos centramos específicamente en la cuestión de la aceptación
pública de las obras y propuestas artísticas, lo que se abre con las
vanguardias no cuenta, de entrada, con el grado de reconocimiento generalizado
del que sí gozan, en cambio, los grandes maestros del arte moderno, esos
"puentes" que nos conducen directamente a los inicios del arte de
nuestro tiempo. ¿Por qué ese "corte", esa diferencia...?
Lo primero que habría que
señalar es que "la deriva" de los públicos del arte está sujeta al
cambio de los contextos culturales y de las vías de producción, transmisión y
recepción de imágenes, que ocasionan un intensísimo proceso de oscilaciones del gusto en sociedades tan
complejas en su estructura y fuertemente condicionadas por la expansión de la
tecnología como son las nuestras. En ese marco, los ritmos de rechazo y
aceptación se han hecho muchísimo más rápidos. Porque, como la vida en su
conjunto, los cambios en el arte se han hecho también cada vez más rápidos, más
veloces. Y no siempre son fácilmente comprensibles para segmentos amplios de la
población.
En todo caso, la dificultad
central para una aceptación pública masiva del arte que se abre con las
vanguardias tiene que ver con el hecho de que en ese horizonte cada movimiento,
y después cada artista, instaura un código de representación específico, con
una "gramática" plástica, con un "lenguaje" expresivo,
diferente en cada caso. Ese sería el "cambio" decisivo a asimilar.
Edgar Degas y Walter Barns: La Apoteosis de Degas (1885).
Fotografía.
A partir de ese momento, deja
de haber la unidad de la representación, el canon homogéneo que, basado en la
convención de la perspectiva geométrica y en la ilusión figurativa, había
regido en el arte occidental desde el Renacimiento hasta el último tercio del
siglo XIX. Algo que sigue siendo, sin embargo, todavía reconocible en los
impresionistas y en otros muchos artistas inmediatamente anteriores a las vanguardias clásicas, como Degas,
Cézanne o Monet, aunque en sus obras se puedan ya advertir indicios, raíces, de
ese gran cambio que vendría a continuación. Y que explica el porqué de su
aceptación generalizada, ya de entrada, por los públicos masivos.
Paul Cézanne: La Montaña Sainte-Victoire (c. 1904).
Óleo sobre lienzo, 72.2 x 92.4 cm. Cleveland Museum of Art.
A lo largo de su historia, el
arte se ha confrontado siempre con la
prueba del tiempo: lo que "gusta" y se admite en una época
determinada no siempre coincide con lo que "queda", con lo que
prevalece en el curso del tiempo. En esta época, la nuestra, de configuración
global y de cambios y transformaciones cada vez más rápidos, lo que demandan a
nuestra sensibilidad las propuestas artísticas es una mayor apertura. Esto no
quiere decir, sin embargo, que "todo valga", o que nos hayamos
quedado sin criterios que nos permitan valorar y diferenciar lo positivo y
enriquecedor de lo simplemente repetitivo o banal.
Se trata de abrirse a
comprender los giros y juegos de los lenguajes plásticos en un marco cultural
global, intensamente plural y complejo. El amor al arte exige atreverse a
seguir adelante, abrirse a la dificultad de la pluralidad compleja y diversa,
de las propuestas que han ido surgiendo y surgen en estos mismos días ante
nuestros ojos, sin limitarse al reconocimiento fácil de lo ya sabido. En
tiempos complejos como los nuestros, llenos de incertidumbres, el arte tiene
que ser también complejo, plural, en su construcción plástica. Hay que
atreverse a bucear, a sumergirse, en esa complejidad y pluralidad, porque en
ella, en las obras de arte de nuestro tiempo, se habla de nosotros mismos.
Cuestionando lo que somos y elaborando las preguntas abiertas sobre aquello que
quisiéramos ser.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.126, 8 de febrero de 2014, pp. 18-19.