jueves, 24 de diciembre de 2020

Exposición de León Ferrari en Madrid

 

León Ferrari: Arte y activismo

Las obras del gran artista argentino León Ferrari (1920-2013) llegan por tercera vez al Museo Reina Sofía, en el año en el que hace tres meses se cumplía su centenario. Su primera presentación fue en la muestra colectiva Heterotopías, entre diciembre del 2000 y febrero de 2001. La segunda vez fue en una exposición en contraste con la artista brasileña Mira Schendel (1919-1988), con el título El alfabeto enfurecido, entre noviembre de 2009 y marzo de 2010.

Sin título (1963). Acuarela y collage, 30,5 x 23,6. Donación Museo Reina Sofía.

En esta ocasión se trata de una muestra personal, una síntesis de su trayectoria, con un planteamiento no cronológico sino temático. Se trata de un proyecto desarrollado tras un acuerdo con la Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo (FALFAA, Buenos Aires), que junto con la exposición contempla la donación de 15 obras originales y la producción de 219 copias únicas de objetos y series del artista que pasarán a formar parte de la colección del Museo. La muestra viajará después, entre 2021 y 2022, al Van Abbemuseum, Eindhoven y al Centre Pompidou, París.

Augusto (1871-1970), padre de León e italiano de nacimiento, fue arquitecto y pintor, e intervino en la construcción y reconstrucción de varias iglesias en Argentina. La exposición recoge también algunos de sus trabajos. Al ser interpelado si por su carácter laico había una contraposición entre él y su padre, León respondió: “Mi padre era arquitecto y pintor. No era un católico militante. No hay nada que ‘conciliar’, no hace falta. Él hizo su trabajo, yo hago el mío.”

En la presentación en Madrid la muestra se presenta en seis secciones: «La justicia y los juicios», «Laboratorio Ferrari», «Arqueología religiosa de la violencia», «Ideas para infiernos», «Desafiar la impunidad», y «Modos de hacer / Ferrari inmaterial». Como complemento se ha programado también un ciclo cinematográfico, con el título «Iconoclastia ilustrada».

La civilización occidental y cristiana (1965). Ensamblaje de avión de madera pintada y Cristo de Santería. Fundación Augusto y León Ferari Arte y Acervo.

El conjunto resulta de gran interés y permite una visión bastante completa del trabajo artístico, abierto y transgresor, de Ferrari. En él está una de sus obras más relevantes: La civilización occidental y cristiana, a la que luego me vuelvo a referir. También otra pieza de gran relieve: Juicio Final (1994), una obra sobre papel impreso con la reproducción del Juicio Final de Miguel Ángel con excrementos de aves en la superficie, y que es una de las obras donadas. Así como la instalación La Justicia (1992), que posteriormente Ferrari renombró como 1492-1992. Quinto centenario de la Conquista. E igualmente algunas esculturas de alambre, sutiles y de gran transparencia y dinamismo interior, o la escultura Hongo nuclear (2007), con un color rojizo, que con la imagen de la explosión de una bomba nuclear representa el Infierno en la Tierra.

Juicio Final (1994). Collage, Excrementos de palomas sobre reproducción del Juicio Final, de Miguel Ángel. Donación Museo Reina Sofía.

¿Cómo se desarrolló el trabajo de León Ferrari…? El primer factor determinante a tener en cuenta es la profunda relación entre su vida, sus experiencias vitales, y su obra. Entre 1938 y 1947 estudió Ingeniería. Se casó en 1946, y junto a quien fue su mujer a lo largo de toda su vida: Alicia Barros, tuvo tres hijos: María Alicia (conocida como Marialí), Pablo y Ariel. Cuando en 1952 su hija contrae una meningitis tuberculosa, el matrimonio se traslada a Florencia. La madre y la hija regresan a Buenos Aires en 1953. Pero León permanece en Italia, y allí se introduce en el ambiente artístico.

Sus inicios en el arte tienen que ver con su interés por la cerámica, y su despliegue en formas escultóricas. Pero pronto se abre también a otro tipo de soportes: esculturas realizadas con cemento, con escayola, con madera, y con alambres. Acuarelas, collages, motivos pictóricos intervenidos a partir de reproducciones, las escrituras o dibujos caligráficos, las heliografías (fotografías de positivo directo), las performances y escenificaciones.

Y posteriormente los soportes se diversifican aún más. En 1960 conoció a Rafael Alberti, y su interés por la poesía se hace más intenso. Desarrolla trabajos con aves vivas, utiliza utensilios domésticos, baratijas, objetos de santería, y plasma una dimensión musical en sus dibujos-partituras. En definitiva, León Ferrari es un artista transgresor, su objetivo es hacernos pensar a través de todos los signos y soportes de la representación. Y en el trasfondo de su trabajo puede advertirse un eco actualizado de los planteamientos dadaístas y surrealistas.

La espera (1994). Pintura sobre maniquí [Fragmento de "La Espera", de Jorge Luis Borges], 40 x 37 x 17 cm. Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo.

Un momento decisivo en su proceso creativo tiene lugar en 1965, cuando produce un collage escultórico en el que sobre la reproducción de un avión militar estadounidense, cargado con bombas, sitúa la figura de un Cristo crucificado. La obra es la antes mencionada La civilización occidental y cristiana, y su idea le vino por el impacto e intenso rechazo que le produjeron los bombardeos estadounidenses en Vietnam. Lo que así se inicia es un proceso crítico que asocia los sistemas modernos de dominación con los planteamientos de la religión cristiana.

Y hay otro hecho en su vida que marca también profundamente su trayectoria: en los inicios de la dictadura militar abandona Argentina con su familia el 11 de noviembre de 1976, y se establece en Sâo Paulo, Brasil. Pero su hijo Ariel, militante político, decide quedarse en Argentina. Dejó de escribirles en febrero de 1977. Una criminal desaparición, como tantas que se produjeron en aquel proceso. En septiembre de 1978 recibieron la noticia de que lo habían matado.

Sin título [de la serie Nunca más] (1995). Collage [Escuela de Mecánica de la Armada + detalle del Juicio Final, de Hans Memling. Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo. 

La familia se quedó en Brasil hasta 1991, cuando volvieron ya definitivamente a Buenos Aires. En su estancia en Brasil León Ferrari intensificó profundamente su trabajo artístico, y viajó a distintos lugares, lo que poco a poco le hizo ser más reconocido internacionalmente. En las últimas décadas su crítica al Cristianismo como “ejercicio de dominación” se convirtió en un rasgo dominante en sus obras.

Lo que León Ferrari despliega en ellas es todo un alegato en defensa de la civilización laica. Y así, según sus propias palabras sobre lo que él hacía, “si esto no es arte, lo cambiaría de nombre, lo llamaría política, crítica corrosiva, cualquier cosa”. En definitiva, arte. Pero arte comprometido ética y políticamente a través de las formas. Arte transgresor.


León Ferrari: La bondadosa crueldad. Comisariado: Fernanda Carvajal, Javier del Olmo, Andrea Wain, y equipo FALFAA. Museo Reina Sofía. Hasta el 12 de abril de 2021.

* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 18-24 de diciembre de 2020, pgs. 34-35. - Edición online, https://elcultural.com/leon-ferrari-arte-y-activismo 


POR UNA NUEVA HUMANIDAD


Queridas amigas, queridos amigos... En estas fechas de transición quiero transmitiros a todas y todos lo que es mi principal deseo: que avancemos hacia una nueva humanidad. Hacia un sentido de la vida humana que tenga como base el respeto a toda diferencia o diversidad, el cuidado del clima y de la naturaleza (de la que somos parte), y la eliminación de los sistemas opresivos de poder. La vía es el pensamiento crítico, que conduce a la libertad y el conocimiento. Ojalá podamos compartir y hacer cada vez más intensa esa vía hacia una nueva humanidad

viernes, 11 de diciembre de 2020

Exposición de Óscar Domínguez en Madrid

Óscar Domínguez: La explosión de la imagen

Tras su presentación en Barcelona, en la Galería Marc Domènech, llega ahora a Madrid una notable exposición del pintor canario Óscar Domínguez (1906-1957), uno de los artistas más relevantes en el ámbito del Surrealismo. Es oportuno señalar que Guillermo de Osma fue el comisario de una amplia muestra retrospectiva de Domínguez, que se presentó en Madrid, en la Fundación Telefónica, desde noviembre de 2001 a enero de 2002. Y que posteriormente, ya en su Galería, presentó otras dos: una sobre las «decalcomanías» en 2006, y otra que en alguna medida coincide con la actual sobre la última década de trabajo de Domínguez, entre 1947 y 1957, en 2009.

La verdad es que este artista, canario de nacimiento e intensamente ligado a la ciudad de París, donde llegó en 1929, desarrolló todo su itinerario creativo y eligió poner fin a su vida, sigue mereciendo la máxima atención. Y en ese sentido es también importante señalar otra coincidencia: el Museo Picasso de Barcelona ha prorrogado la exposición «JAMAIS» [«JAMÁS»]. En este caso se trata de una muestra centrada en la recuperación de un objeto fundamental en la trayectoria de Domínguez: un fonógrafo en el que se introducen y sobresalen las piernas y una mano de una mujer, y que fue presentado en París en la Exposición Internacional del Surrealismo de 1938.

Jamais (1949)

Ese fonógrafo legendario, objeto de todo tipo de ilustraciones, fotografías, e interpretaciones, se creía perdido. Pero se acaba de recuperar, tras descubrir que Domínguez se lo había regalado a Pablo Picasso, lo que muestra el gran aprecio que le tenía, y así se ha podido reencontrar entre las cosas del artista malagueño. Es realmente una pieza de gran intensidad plástica: en ella vemos una mujer-fonógrafo, vemos cómo el cuerpo (femenino) del deseo se introduce en el sonido, que también se puede tocar para darle principio y duración. Óscar Domínguez pone ante nuestros ojos que la reproducción técnica del sonido permite ampliar, y en algún caso intensificar, la experiencia erótica. En definitiva, el sonido también es eros.

Las primeras obras artísticas de Óscar Domínguez datan de 1929, y ya en 1933, considerándose surrealista, presentó una exposición con ese carácter en Santa Cruz de Tenerife. Hacia finales de 1934 se integra en el grupo surrealista, y en ese ámbito despliega un proceso creativo de amplia intensidad, de la pintura al tratamiento plástico-irónico de los objetos, dando en todo momento libre curso al humor y a la imaginación. 

Aunque había comenzado a experimentar con la técnica algo antes, se sitúa en 1935 su invención de las «decalcomanías», que consiste en ir extendiendo tinta diluida sobre una hoja de papel, que se recubrirá después con otra hoja de papel en la que se presiona con la mano. Y luego se levanta esta segunda hoja hasta que la tinta diluida se va secando, con lo que aparecen formas imprevistas.

Esa técnica, que renueva las búsquedas del automatismo puro en el surrealismo, alcanzó un eco importantísimo. André Breton la valoró muy positivamente y sobre ella escribió que permitía “abrir a voluntad su ventana a los más hermosos paisajes del mundo y de otros lugares”. Se convirtió en un procedimiento que seguirían muchos otros surrealistas, y de un modo especial Max Ernst que la utilizó en pinturas al óleo en muchas ocasiones.

Frutero come-frutas (1949). Óleo s. lienzo, 89 x 116 cm.

La exposición de Madrid se sitúa en la última etapa creativa de Óscar Domínguez, entre 1948 y los años cincuenta, centrada en la pintura, y en la utilización de un procedimiento técnico: el «triple trazo» [«triple trait»]. Consiste en la introducción de un enmarcado con líneas de las formas y los colores en el interior de las pinturas. Con ello se intensifica su relieve y definición, y el resultado es que las figuras sobre el lienzo parecen estar vivas, quietas pero a la vez en movimiento.

Se presentan 19 piezas de una gran calidad: un dibujo, una litografía y 17 pinturas (una de ellas con un esbozo no culminado en el dorso), en las que aparecen sus temas predilectos: revólveres, redes, talleres de artistas, toros, pájaros, mujeres… Y siempre mezclando, superponiendo, las formas de las figuras y objetos representados, con lo que nos introducimos en ellos y a la vez quedan en nuestro interior cuando los vemos.

Rinoceronte (1950). Óleo s. lienzo, 12,5 x 17 cm.

En una carta, fechada en 1951, Óscar Domínguez escribió a su ex mujer Maud: “Ayer por la noche vi la explosión de una bomba atómica en mi sueño”. Una explosión en el sueño, la visión de “una extraña mezcla de todos los colores con una luz celeste en un movimiento espiral”. Este artista de las profundidades, de la visión interior, era capaz de plasmar en sus obras el estallido de la imagen, esa ruptura de los criterios ilusionistas o naturalistas de la representación que en todo momento determinó la deriva plástica del Surrealismo.

El arquero (h. 1950). Óleo s. lienzo, 73 x 92 cm.

Domínguez persigue la explosión de la imagen, dejando fluir la lava del inconsciente en un juego de doble fase, yendo a su encuentro en lo más profundo de sí y haciéndolo brotar luego en un estallido de luz. En el dibujo, en la decalcomanía, en la pintura.

Visto hoy, en la perspectiva que nos da el tiempo, Óscar Domínguez es probablemente una de las personalidades más marcadamente surrealistas de la época heroica del Surrealismo. Y, además, en estado puro, sin las contradicciones, o compromisos, con el orden y el autocontrol burgueses, tan claramente detectables en algunos otros grandes protagonistas de ese agitado espíritu de revuelta, que de forma tan profunda impregnó y aún impregna la sensibilidad contemporánea.

 

Óscar Domínguez: el triple trazo, 1948-1952. Galería Guillermo de Osma, Madrid. Hasta el 19 de febrero de 2021.

* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 4-10 diciembre 2020, pgs. 28-29. - Edición online, https://elcultural.com/oscar-dominguez-la-explosion-de-la-imagen

sábado, 17 de octubre de 2020

Presentación en el MEIAC, Badajoz, de la 3ª exposición de la serie "La expresión iberoamericana"

 Glenda León: Música de las formas

 

La serie de exposiciones La expresión iberoamericana llega a su tercera presentación con la muestra Música de las formas, de la artista Glenda León (La Habana, Cuba, 1976), que tiene un carácter de homenaje a Antonio Franco por su trayectoria ejemplar.


Las montañas, Los relámpagos, Las nubes, La danza de las abejas
Cuatro dibujos de la serie (de 22) Cada sonido es una forma del tiempo (2020).  

¿Dónde se sitúa la raíz del despliegue de las obras en las artes visuales…? En el proceso de configuración de las formas. Ya sea de manera estática o dinámica, y teniendo en cuenta que las posibilidades del dinamismo se han acentuado con los nuevos soportes de la representación.


Dirigir las nubes (2008-2017). Imagen de vídeo monocanal.

Pero hay un dinamismo que brota del diálogo con las formas del sonido, de la música, que está ya presente desde la época en que se produjo la invención cultural del arte, en la Grecia Clásica. Y es también en ese contexto dónde se percibe la relación entre los sonidos musicales y los movimientos de los astros, lo que Pitágoras denominó “armonía del cosmos” o “música de las esferas”. La música de las esferas nos lleva a la música de este mundo, en el que vivimos: de arriba abajo, y de abajo a arriba.


Estrellas masticadas (Serie I, nº 7) (2015-2020). Grafito. Impresión digital sobre papel.

Son éstas cuestiones centrales para situar la trayectoria y el trabajo artístico de Glenda León, que estudió ballet clásico, filología e historia del arte en La Habana, y comenzó a exponer en 1999. Esto es lo que ella misma señaló en 2013, en una entrevista: “La música ha sido fuente de inspiración para mí desde niña. Por eso quise ser por muchos años coreógrafa. Luego me di cuenta de que el principal ingrediente de estas ideas coreográficas de aquella época era lo visual.”

Ese es el núcleo: la síntesis entre los sonidos y lo visual. Y a partir de ello la correspondencia, tanto visual como sonora, entre los astros y la Tierra en donde vivimos los humanos: una llamada de atención hacia la importancia de la naturaleza, cada vez más amenazada. El recorrido de la muestra se articula en tres secciones: I. Tierra y cielos, II. La espiral del tiempo y III. Ver la música.

 

José Jiménez, comisario de la exposición y de la serie «La expresión iberoamericana».


domingo, 4 de octubre de 2020

Exposición del fotógrafo Danny Lyon en Madrid

Memoria de otra ciudad

Una sugestiva e interesante exposición acaba de abrirse al público en Madrid. En esta ocasión podemos ver en salas las imágenes de un fotolibro cuya edición original se remonta a 1969, y del que ahora también se presenta, como catálogo de la muestra, una nueva edición en facsímil. Los fotolibros son soportes de gran relevancia para la expresión fotográfica que busca ir más allá de lo inmediato, permanecer en el tiempo.

El área del Puente de Brooklyn vista desde el tejado del Hospital Beekman (1967).
Danny Lyon/Magnum Photos. 

El autor de esta propuesta es el fotógrafo estadounidense Danny Lyon, nacido en Brooklyn, Nueva York, en 1942, y que se marchó a Chicago para estudiar en la universidad Historia y Filosofía. Con una trayectoria muy intensa de activismo social, Danny Lyon comenzó a trabajar desde el inicio de los años sesenta en lo que en Estados Unidos se conoce como «Nuevo Periodismo», término que se asocia con la idea de que el fotógrafo se introduce y participa en los temas y grupos que documenta.
Esta dimensión: documentalismo participativo, es central en todo el trabajo de Danny Lyon, y se inscribe también en lo que se llamó en Estados Unidos «Nueva Fotografía», una concepción de la fotografía caracterizada por las tomas directas y sin retoques posteriores.

Calle Gold, 88 (1967).
Danny Lyon/Magnum Photos. 

La exposición nos lleva por un recorrido en imágenes de lo que Lyon denomina «La destrucción del Bajo Manhattan», con las imágenes que fue tomando en 1967 sobre la eliminación urbanística de los edificios de esa zona del sur de Nueva York, bastantes de ellos construidos en el s. XIX, y que se recogerían después en su fotolibro. Ese nuevo proyecto urbanístico se diseñó en 1960, y tuvo sus inicios materiales en 1966. Su objetivo era la construcción de un nuevo núcleo financiero y comercial: el World Trade Center [Centro Mundial del Comercio], que incluiría las Torres Gemelas, inauguradas el 4 de abril de 1973 y que serían destruidas en los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Hotel Susquehanna, habitación de la tercera planta con hierba (1967).
Danny Lyon/Magnum Photos. 

Teniendo esto último en la memoria, impresiona intensamente el trabajo documental de Lyon que nos lleva a una destrucción de otro tipo, la de un ámbito ciudadano que no se ajustaba a los intereses del gran capital. Las imágenes son de una gran elocuencia: vemos en ellas edificios abandonados (con tomas de exteriores e interiores), cómo fluye el proceso de su demolición, y a los obreros que aparecen como los actores prácticos de la misma.

Operario de demolición (1967).
Danny Lyon/Magnum Photos.  

Lyon, que además de autor de las imágenes es también el comisario de esta presentación expositiva, señala en un texto que observando las actividades de los obreros su respeto hacia ellos aumentó enormemente. Y lo razona así: “Hacen muy bien un trabajo difícil y peligroso y es un error pensar que sienten por el mismo cualquier otra cosa que no sea orgullo.” Unas palabras que muestran la identificación que Lyon sentía hacia ellos. Ellos “reconstruían”, quienes habían tomado la decisión de destruir eran otros.
La muestra se completa con un apéndice, que lleva como título «Un álbum: Europa, verano de 1959», con 24 imágenes fotográficas de pequeño formato, que no habían sido expuestas hasta ahora, y que marcan el inicio de la actividad fotográfica de Lyon. Las imágenes fueron tomadas en un viaje que hizo siendo adolescente con su hermano, y en el que compró su primera cámara: una Exa, cámara réflex de lente única de 35 mm., fabricada en Alemania Oriental. Así empezó a tomar fotografías, viajando.

Vista aérea de Manhattan (1967).
Danny Lyon/Magnum Photos. 

Para nosotros, esta muestra es también un viaje, pero en el tiempo. Las fotos de Danny Lyon sobre la destrucción del Bajo Manhattan son huellas, registros visuales de otro tiempo, de otras vidas, que nos interpelan por su precisión y verdad. Memoria viva de otra ciudad, que fue y ya no es. 


Danny Lyon. La destrucción del Bajo Manhattan. Comisario: Danny Lyon, PhotoESPAÑA-Museo ICO, Madrid. Del 16 de septiembre al 17 de enero de 2021.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.439, 3 de octubre de 2020, pg. 19.

 

viernes, 28 de agosto de 2020

Exposición de Christo y Jeanne-Claude en el Centro Pompidou, París

Envolver la memoria 

Concebida literalmente como un “pre-estreno” de lo que vendrá después: la envoltura o empaquetado del Arco del Triunfo en París, que podrá verse durante 16 días, desde el sábado 18 de septiembre hasta el domingo 21 de octubre (claro, siempre que la COVID 19 lo permita), el Centro Pompidou presenta en París una sugestiva exposición de Christo y su esposa y compañera: Jeanne-Claude, que en principio estaba programada para que tuviera lugar desde el 18 de marzo hasta el 15 de junio. El reciente fallecimiento de Christo, el pasado 31 de mayo, da además a la muestra un carácter de homenaje, muy merecido por alguien tan singular como él en el arte de nuestro tiempo.
Un dato que llama la atención es la coincidencia absoluta en la fecha de nacimiento de Christo y Jeanne-Claude, ambos nacieron el mismo día, fecha y año: el 13 de junio de 1935. Él en Gabrovo (Bulgaria) y ella en Casablanca (Marruecos). Se encontraron en París en 1958, cuando tenían 23 años, y ahí empezó una relación personal y de unidad en el trabajo artístico que se mantendría sin ruptura. Jeanne-Claude falleció el 18 de noviembre de 2009.

Empaquetado (1960). Tejido, bramante, cordel y diversos objetos, montados sobre tela de yute, 70 x 60 x 22 cm. Collection Guichard. 

Las obras de Christo y Jeanne-Claude, que se han ido presentando en casi todos los espacios del planeta, son en sí mismas un género único: intervenciones plásticas de gran formato, envolviendo monumentos y espacios urbanos, así como estableciendo vías de paso y de contacto artificiales en espacios naturales, fundamentalmente acuáticos. En todos los casos, esas intervenciones tienen un carácter temporal, permanecen únicamente durante un plazo prefijado, y después se conserva la documentación: escritos, materiales, fotografías, imágenes fílmicas…
Para la concepción y despliegue de esa línea de trabajo tuvo una especial importancia la llegada de Christo a París en marzo de 1958, tras dejar Bulgaria en 1956 y pasar por Praga, Viena, y Ginebra. Es también el momento del encuentro con Jeanne-Claude. Christo había tenido una formación clásica como artista en Bulgaria, y ya en París empezó a realizar retratos al óleo de personas de alto nivel social como forma de ganarse la vida, firmados con su apellido: Javacheff. Pero de forma casi inmediata comienza a desarrollar un conjunto de series centradas en el empaquetado de objetos y la apropiación escultórica del espacio, firmadas ya con lo que será su nombre artístico: Christo, y desarrolladas en colaboración con Jeanne-Claude.

Cráter (1960). Esmalte, pintura a la cola, arena y metal sobre panel, 163 x 123 cm. Centre Pompidou.

En los siete años que pasan en París, entre 1958 y 1964, año en el que se instalan definitivamente en Nueva York hasta el final de sus vidas, el trabajo artístico de Christo empieza ya a modularse plenamente en lo que será el horizonte de su trayectoria madura. Se libera de la superficie del cuadro, empaqueta objetos cotidianos, y comienza a dar una dimensión monumental a sus obras, concibiendo y elaborando diversos proyectos para la ciudad. 
Todo ese proceso queda plenamente documentado en la muestra del Pompidou, centrada en dos secciones: (1) Los años parisinos, 1958-1964, en la que se presentan alrededor de 80 obras, y (2) El Pont Neuf empaquetado, París, 1975-1985 (exposición-dossier), con la reconstrucción exhaustiva de las etapas y elementos que llevaron a la realización de ese proyecto, a través de 337 piezas (dibujos, collages, una maqueta, fotografías, documentos de archivos, y estudios de ingeniería en torno al proyecto realizado). En el espacio central entre ambas secciones se presenta también una sugestiva película documental, dirigida por los hermanos Albert y David Maysles: Christo en París (1990), en la que se presta atención especial a los diez años que Christo y Jeanne-Claude dedicaron al proyecto del Pont Neuf empaquetado y a la biografía de ambos.

Muro provisional de toneles metálicos - El telón de hierro. Calle Visconti, París, 27 de junio de 1962. Fotografía de Jean-Dominique Lajoux.

Entre 1958 y 1960, Christo va realizando diversos empaquetados de objetos utilizando papel y tejido, que transforma produciendo en ellos arrugas y pliegues a los que da un carácter rígido utilizando laca o realzando los relieves con pintura. Según sus propias palabras: “No se trataba tanto de crear un objeto, sino más bien la textura del objeto mismo.” Aquí se sitúan ya las raíces de lo que será un elemento central en la trayectoria de Christo: empaquetar, envolver, como una puesta en escena que plantea ocultar lo evidente y hacer pensar en la incógnita de lo que se oculta con la envoltura, algo bastante frecuente en las formas de entrega personales de los regalos.
Otra forma de romper el carácter plano de la pintura tradicional aparece con la serie “Cráteres”, en la que destaca la obra de gran formato Cráter, de 1960, elaborada con esmalte, pintura de pegamento, arena y metal sobre panel: los materiales y el volumen se sitúan en primer plano.

Edificio público empaquetado (Proyecto para el Arco del Triunfo, París) (1962-1963).
Fotomontaje con dos fotografías de Shunk-Kender, 25,2 x 70,8 cm. Colección del artista.

Muy pronto se plantean las intervenciones en el espacio público, estructuras temporales hechas con columnas o acumulaciones de barriles. Entre ellas, hay que destacar la que bloquea con bidones la calle Visconti, una de las más estrechas de París, concebida en octubre de 1961 como reacción al levantamiento del Muro de Berlín, y que se realizaría en la tarde-noche del 27 de junio de 1962, provocando que la policía exigiera su desmantelamiento inmediato.
Es también en 1961 cuando Christo proyecta empaquetar un edificio público parisino, en concreto la Escuela Militar como puede apreciarse en dos fotomontajes. Y enseguida, en 1962, surge ya el proyecto de empaquetar el Arco del Triunfo, como testimonia un collage, y que ahora podrá llevarse a cabo y presentarse públicamente, si no surgen problemas, en las fechas antes indicadas.

El Pont Neuf empaquetado (Proyecto para París) (1981). Dibujo, 106,6 x 165 cm. Colección del artista.

El pasado y el presente fluyen, y si el empaquetado del Arco del Triunfo ha tenido que esperar largos años para su realización, es también importante recordar uno de los resultados posteriores con mayor relieve de la actividad de Christo y Jeanne-Claude en aquellos años que vivieron en París. Se trata del proyecto para “empaquetar” el Pont Neuf (Puente Nuevo), a pesar de su nombre el más antiguo  de los puentes monumentales que atraviesan el Sena (construido entre finales del s. XVI y comienzos del s. XVII). Ya no estaban en la ciudad cuando la idea fue concebida en 1975, y tras un largo proceso de elaboración y trabajo, que puede apreciarse con intensidad en la segunda sección de la muestra, tuvo su culminación el 22 de septiembre de 1985.

El Arco del Triunfo empaquetado (Proyecto para París) (2018). Collage. Fotografía de André Grossmann.

En último término, lo que nos transmite esta excelente y emotiva exposición es el juego entre tiempo y memoria, centrales en las ideas de envoltura y empaquetamiento que constituyen el rasgo central de la trayectoria de Christo y Jeanne-Claude. Según lo que nos dice el propio Christo: “Todos nuestros proyectos temporales tienen un carácter nómada, están en perpetuo movimiento. Estas obras no son visibles más que una vez en una vida, pero permanecen grabadas en las memorias. Este aspecto es esencial en nuestro planteamiento y recuerda un principio firmemente humano: nada dura eternamente y ahí está toda la belleza de la vida.”

 

Christo y Jeanne-Claude. ¡París!. Comisaria: Sophie Duplaix. Centre Pompidou, París. Del 1 de julio al 19 de octubre de 2020.

domingo, 23 de agosto de 2020

Exposición sobre Pompeya en el Grand Palais, París

 El sueño de la Antigüedad

Las exposiciones consistentes nos permiten siempre viajar en el tiempo, a través de signos, trazas e imágenes que desde fuera nos llevan a nuestra interioridad. Esta exposición: Pompeya, cumple plenamente ese objetivo, llevándonos a una experiencia directa de lo que fue la vida en aquella ciudad y su destrucción por la erupción del Vesubio. Ese acontecimiento tuvo lugar el año 79 d. C., y por una carta de Plinio el Joven (61-h. 112 d. C.) al historiador Tácito (56-120 d. C.) se fijó en el 24 de agosto, aunque últimamente los descubrimientos arqueológicos plantean que tuvo lugar el 24 de octubre de ese año.

                        Reconstitución de una calle pompeyana. © GEDEON Programmes. 

Los restos humanos encontrados en Pompeya por los arqueólogos se cifran en algo más de mil, aunque se calcula que pudo haber hasta unas tres mil muertes provocadas por la erupción. Dado que la población entonces de la ciudad se estima en torno a los 15.000 habitantes, los arqueólogos consideran que la mayor parte de los pompeyanos pudieron marcharse antes o durante la erupción.

Las excavaciones arqueológicas de Pompeya tuvieron su inicio en 1748, diez años después de las de Herculano, bajo el mandato de Carlos III, entonces rey de Napóles. Y desde entonces ese largo proceso de recuperación ha tenido una continuidad constante, hasta ahora mismo. Las visitas a Pompeya, con sus ámbitos de vida conservados, han ido permitiendo una experiencia fascinante de retorno en el tiempo, de experiencia de la vida en una ciudad romana que la erupción volcánica dejó en un impresionante estado de conservación bajo las cenizas del tiempo.

Reconstitución de la erupción del Vesubio. © GEDEON Programmes.

Y es que lo que uno encuentra en Pompeya es, de verdad, impresionante. Ya en 1817, en el texto de su Viaje en Italia, Goethe lo sintetizaba así: “Una ciudad, antes cubierta por la lluvia de piedras y de cenizas, después excavada y saqueada, anuncia en todo un pueblo un gusto por las artes y la pintura del que el aficionado con más pasión no tiene hoy la idea, ni tampoco el sentimiento y la necesidad.”

Pompeya era una ciudad multiétnica, relativamente cercana a Roma, cuya prosperidad tenía su base en la actividad comercial. Además de los lugares públicos: templos, anfiteatro, calles llenas de tiendas comerciales, termas, e incluso prostíbulos. Había también mansiones o villas de las familias pudientes con una estructura arquitectónica de gran belleza y con frescos y mosaicos de una calidad excepcional. Todo ello queda fijado en la mirada cuando recorres el itinerario del recinto arqueológico, sin duda uno de los mejor conservados en la historia de la humanidad, debido a la erupción del Vesubio y al gran trabajo desarrollado durante siglos por los arqueólogos y los historiadores de la Antigüedad clásica.

Reconstitución de una calle con la vista del volcán. © GEDEON Programmes.

Y ahora esta exposición en París nos lleva a Pompeya desde dentro, con una puesta en escena que, gracias a las técnicas digitales, nos permite viajar interiormente en el tiempo, respirar la vida cotidiana en aquella ciudad dormida en el sueño de las cenizas.

La muestra ha sido organizada por un equipo en el que, aparte de empresas y diversas organizaciones, hay que destacar al comisario Massimo Osanna (Director General del Parque Arqueológico de Pompeya, un puesto que parece va a dejar pronto para convertirse en Director General de los Museos de Italia), al escenógrafo Sylvain Roca, y al realizador de las producciones audiovisuales Olivier Brunet. En síntesis, el proyecto se despliega con tres ejes de atención: Recorrido inmersivo, Tesoros arqueológicos, y Nuevos descubrimientos.

Estatua de Livia, esposa del Emperador Augusto (siglo 1 d. C.). Mármol, 92 x 65 cm. Villa de los Misterios, Pompeya. 

El recorrido inmersivo supone que entrando en los espacios expositivos encuentras una reconstrucción del trazado de las calles pompeyanas, algo que se acentúa con las proyecciones de imágenes. Con estas, con las proyecciones, experimentas un ir y venir entre sombras. La tuya se mezcla con las que se proyectan en los muros: habitantes de Pompeya, soldados y gladiadores, y también con las de los arqueólogos realizando su trabajo.

Venus sobre su carro tirado por elefantes (siglo 1 d. C.). Fresco, 151 x 196 cm. 
Fachada del taller de los fieltros, Pompeya.

Así, vas recorriendo las calles, viendo inscripciones en los muros, graffitis. Vas entrando en casas y tiendas con sus mostradores, en lugares de esparcimiento y de convivencia pública. Y tu mirada se fija en los moldes de los cuerpos fijados por la erupción, y también en los amuletos, en los talismanes, en las esculturas, los frescos y los mosaicos, recuperados por los arqueólogos, entre los cuales hay nuevos descubrimientos de gran importancia. Todo ello nos permite apreciar las raíces de muchos aspectos de nuestras vidas actuales a lo largo de los siglos.

Y en ese recorrido llega un momento en el que ves y vives la erupción del Vesubio a través de la proyección de imágenes: el estallido y el fuego que se alza desde la cumbre del volcán, y como consecuencia la lluvia de gases, cenizas y piedras que caen sobre los que allí estaban y también sobre ti en el filtro de la imagen.

Mosaico sobre roca calcárea que representa a Dioniso y Ariadna.(siglo 1 d. C.). 45 x 45 cm. Pompeya.

No puedes dejar de pensar en todas esas muertes violentas, en la destrucción implacable de tantas vidas abiertas. Pero así son las cosas: formamos parte de la naturaleza, que tiene sus leyes y que debemos cuidar con la máxima atención. Pompeya sigue viva, en la memoria, en los restos e imágenes recuperados y conservados. Un impresionante registro de la belleza de la vida en su perduración.

 

* Pompéi. Comisario: Massimo Osanna. Grand Palais, París. Del 1 de julio al 27 de septiembre de 2020. Con acceso digital a través de la web del Grand Palais: https://www.grandpalais.fr/fr/expo-pompei-chez-vous

martes, 4 de agosto de 2020

LA DEMOCRACIA INSUFICIENTE



LAS MONARQUÍAS SON ANACRÓNICAS, de otras épocas. Con todo el respeto para las personas y las instituciones. Se trata de pensar en libertad, abriendo la mente al conocimiento. Hace falta avanzar en la democracia de verdad.



viernes, 31 de julio de 2020

Exposición en CaixaForum, Madrid



En un poema incompleto, parece que concebido como un epílogo para Las flores del mal, Charles Baudelaire escribió: “Dichoso el corazón subí a la montaña / desde donde se puede contemplar la ciudad en su amplitud / hospital, lupanares, purgatorio, infierno, presidio”, confesando al final su amor por la ciudad: “¡Te quiero, oh capital infame!” El poeta, y primer gran teórico de la modernidad urbana, expresaba así la pluralidad de registros que encierran las grandes ciudades y su amor a ese ámbito plural.

Paul Strand: Mujer ciega, Nueva York [Blind Woman, New York] (1916).
Gelatina de Plata, 36,6 x 26,6 cm. Centre Pompidou, París.

La humanidad ha ido viviendo en los giros y transformaciones de las grandes ciudades, que constituyen nuestro ámbito y escenario de vida. Y a eso nos lleva esta excelente muestra, resultado de un acuerdo entre el Centro Pompidou de París y la Fundación la Caixa. Es toda una experiencia… No se la pierdan. Después de su presentación en Barcelona puede verse ahora en Madrid. En ella se presentan 259 obras de 81 autores, procedentes de los fondos del Centro Pompidou y de diversas colecciones españolas. Todas ellas producidas con el soporte técnico de la cámara en sus diferentes registros: fotografías, películas, vídeos, fotolibros y revistas.

Diane Arbus: Pareja de adolescentes en la calle Hudson, N.Y.C. [Teenage couple on Hudson Street, N.Y.C.] (1963). Gelatina de plata, 50,6 x 40,6 cm.

Con un planteamiento cronológico, que va desde la segunda década del siglo xx hasta la actualidad, la exposición está estructurada en diez secciones, articuladas a través de lo que la cámara registra sobre la vida en las ciudades modernas. Estos son sus rótulos: 1) La ciudad vertical: euforia por la modernidad en los años veinte. 2) Los nuevos actores de la ciudad: de lo pintoresco a lo proletario. 3) La ciudad militante: España en los años treinta. 4) La ciudad humanista y existencialista: la reconciliación después de la Guerra. 5) La ciudad crítica: estudios sobre la situación social. 6) La ciudad rebelde. 7) La ciudad como escenario. 8) La ciudad horizontal. 9) La ciudad reflexiva: la negociación del espacio público. 10) La ciudad global y virtual.

Marc Riboud: La joven con la flor [La Jeune Fille à la fleur] (1967).
Gelatina de plata, 26,4 x 36 cm. Centre Pompidou, París.

Se traza así un mapa visual, a través de un recorrido que nos permite apreciar de dónde venimos hasta llegar a hoy en los ámbitos urbanos, cada vez más globales y homogéneos. La presentación en Madrid tiene además una novedad importante: se ha añadido, con el rótulo “Límites comunes”, una nueva sección-apéndice muy interesante en la que se recogen intervenciones de algunos autores que también están en la selección inicial sobre la situación que se vive en las ciudades a partir de la Covid-19.
Dado el elevado número de creadores presentes, con una mayoría de franceses y españoles, es poco apropiado señalar algún nombre concreto. Pero sí es oportuno destacar la gran calidad, en términos generales, de las obras seleccionadas: todas las piezas reunidas, con un montaje limpio y ordenado, están muy bien elegidas.

Anna Malagrida y Mathieu Pernot: París confinado (2020).
Soporte con postales intercambiadas durante la situación de la COVID-19.

Sí que surge la cuestión acerca de lo que vemos, todo un ejercicio de memoria visual. Obviamente, las reconstrucciones históricas tienen un denso fondo en la escritura. Pero lo que vemos en Cámara y ciudad son fundamentalmente imágenes, en ocasiones acompañadas de textos. Así, creo importante introducir aquí una de las consideraciones de Susan Sontag en su libro Sobre la fotografía (1977): “Las imágenes fotográficas no parecen tanto afirmaciones sobre el mundo cuanto fragmentos que lo constituyen, miniaturas de realidad que cualquiera puede hacer o adquirir.” En definitiva, estamos ante un mosaico abierto, un conjunto de miniaturas sobre la vida en las ciudades, con toda su variedad de situaciones, a lo largo del tiempo.


Cámara y ciudad. La vida urbana en la fotografía y el cine. Comisarios: Florian Ebner y Marta Dahó. CaixaForum, Madrid. Del 7 de julio al 12 de octubre de 2020.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), versión online, 29 de julio de 2020.