domingo, 26 de noviembre de 2017

Jan Fabre

El brillo de la desmesura


Llega a Madrid la obra transgresora y abierta de Jan Fabre (Amberes, 1958). Activo desde 1977, el artista belga ha consolidado una intensa presencia internacional a lo largo de su trayectoria. Un ejemplo reciente de ello es su exposición «Esculturas de vidrio y hueso, 1977-2017», presentada este mismo año como evento colateral de la Bienal de Venecia en la Abadía de San Gregorio, un conjunto de obras construidas con cristal y con huesos animales y humanos.

Los negros belgas conocen el chasquido del látigo [The Belgian Blacks Know the Clack of the Whip] (2013). 
Serie: Tributo al Congo Belga, 2010-2013. 
Mosaico, élitros de escarabajos joya sobre madera, 227,5 x 173 x 8 cm.

En Madrid, Jan Fabre presenta 15 mosaicos, de gran formato, y 6 esculturas: cráneos de pequeño formato, concebidas como transiciones entre los mosaicos. Mientras que éstos están elaborados con los élitros: carcasas o estuches, que recubren el cuerpo de los escarabajos joya, distribuidos sobre amplios soportes de madera, las esculturas-cráneos están construidas con mezclas de los mismos tipos de élitros, polímeros y hierro.
Los materiales utilizados nos dan ya una clave del tipo de búsqueda que caracteriza el trabajo de Jan Fabre. Sintiéndose heredero de la tradición artística flamenca, donde según afirma se habría inventado la pintura, Fabre intenta ir más allá de las fórmulas establecidas, tanto en los materiales y soportes como en las temáticas que elige. Entre ellas, la muerte como reverso de la vida: esculturas funerarias, o los cerebros desnudos.

El deleite de la factoría de armas belga [The Delight of Belgian Arms Factory] (2012). 
Serie: Tributo a Hyeronimous Bosch en Congo, 2011-2013. Mosaico, élitros de escarabajos joya sobre madera, 227,5 x 173 x 8 cm.

En sentido estricto, Jan Fabre es un artista multimedia, en el más amplio sentido del término. En el ámbito plástico, se expresa a través del dibujo (utilizando para ello de forma preferente el bolígrafo bic azul), la escultura, la instalación, la performance, o el vídeo. Pero hay también que tener en cuenta su actividad como autor dramático, como actor y como director de escena. E igualmente su dimensión de escritor, que puede apreciarse en los dos libros traducidos al español y editados en paralelo a esta exposición.

Cráneo con los instrumentos de la suerte [Skull with the tools of luck] (2017). 
Serie: Tributo a Hyeronimous Bosch en Congo, 2011-2013. Mezcla de élitros de escarabajos joya + polímeros, 29 x 12,5 x 22 cm.


Todo ello nos permite apreciar que el trabajo artístico de Fabre implica una especie de retorno a prácticas pre-artísticas: las ceremonias o rituales, que precedían en los diversos grupos étnicos de la humanidad a la emancipación de la forma, en tanto que forma, que es lo que supone en sentido estricto el nacimiento del arte, en la Grecia antigua, en un proceso que discurre del siglo VIII al siglo V a. C.
Y con ello, se puede establecer un paralelo entre Fabre y el artista alemán Joseph Beuys (1921-1986), sin duda una de las raíces más intensas de su trabajo, como él mismo reconoce. Por ejemplo, en esta anotación de sus Diarios fechada el 3 de marzo de 1978: «Me he comido un catálogo / porque estoy celoso y quiero ver (como él). / Joseph Beuys.»
De modo que al ver esta exposición, o cualquier otra propuesta de Fabre, ábranse a ese trasfondo ceremonial, insertándose en la circularidad vida/muerte que fluye como un eco de escalas diversas en todas sus obras. Para él, el arte puede sanar o intoxicar, según podemos leer en la primera anotación de sus Diarios, fechada el 7 de febrero de 1978: «Belleza: el vudú que sana o intoxica el cuerpo.»

Prueba tu suerte [Try your Luck] (2013). 
Serie: Tributo a Hyeronimous Bosch en Congo, 2011-2013. Mosaico, élitros de escarabajos joya sobre madera, 227,5 x 173 x 8 cm.


En esta muestra, Jan Fabre propone una mirada autocrítica sobre lo que su propio país: Bélgica, realizó en su dominación colonial del Congo. Craneos y mosaicos que nos hablan del proceso destructivo de la «otra» humanidad, que el colonialismo considera, sin más, objeto de posesión. En los mosaicos vemos imágenes que expresan el poder empresarial y político, con una pretensión cínica: la de transmitir un supuesto bienestar que nunca llegará. El crimen y la explotación se recubren con una nube que alude a una promesa de civilización y de regeneración del otro, degradado a la condición de mero salvaje.
Pero en esas imágenes se insertan también figuras y situaciones que Jan Fabre extrae de El jardín de las delicias, de El Bosco, buscando la resonancia de esa belleza que sana, de un arte reparador de la violencia y la destrucción de la humanidad. Es así, a través del brillo de la desmesura, como podemos acceder a la comprensión de la fragilidad de la vida: el caparazón externo de los brillantes escarabajos, los huesos, la sangre.

Aventurándose sobre hierro resbaladizo [Venturing on Slippery Iron] (2013). 
Serie: Tributo a Hyeronimous Bosch en Congo, 2011-2013. Mosaico, élitros de escarabajos joya sobre madera, 227,5 x 173 x 8 cm.


Los Diarios
Los dos volúmenes editados expresan con claridad, ya en su título, el espacio donde se sitúa la escritura de Jan Fabre. Son Diarios nocturnos, es decir anotaciones que se fijan al término del día, tras la jornada de vida y experiencias.
Se sitúan, así, en la estela abierta por Charles Baudelaire con su Mi corazón desnudado, los textos fragmentarios sobre su experiencia de vida, que se publicaron póstumamente en 1887. ¿Quién es Jan Fabre…? Alguien que nos dice, 2 de febrero de 1983: «He creado un país. / Y he promulgado un decreto con la belleza / que ni siquiera la muerte puede revocar.»


* Jan Fabre: Tributo al Bosco en Congo. Galería Javier López & Fer Francés, Madrid. Del 16 de noviembre de 2017 al 7 de febrero de 2018.  

* Jan Fabre: Diario nocturno (1978-1984) y Diario nocturno (1985-1991); Casimiro libros / Galería Javier López & Fer Francés, Madrid, 2017, 230 y 339 pgs. 

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.305, 25 de noviembre de 2017, p. 23. 

miércoles, 22 de noviembre de 2017

William Kentridge

Dibujar la vida
   
El artista sudafricano William Kentridge (Johannesburgo, 1955) es, sin duda, una de las figuras más relevantes de la escena artística actual. Tras la reciente concesión del Premio Princesa de Asturias, el Museo Reina Sofía le dedica una excelente exposición, centrada en sus propuestas escénicas, teatro y ópera, de las que se dan grabaciones de sus representaciones. Pero acoge también todos los registros de su actividad plástica en relación con esas propuestas escénicas: dibujos al carbón, animación fílmica, marionetas, trajes, grabados, maquetas para los montajes en el escenario…  
La muestra se articula en torno a   cuatro piezas teatrales y dos óperas, dirigidas por Kentridge: Woyzek en el Alto Veld (1992), ¡Fausto en África! (1995), Ubú y la comisión para la verdad (1997), El retorno de Ulises (1998), La nariz [ópera de  Dmitri Shostakóvich] (2010) y Lulú [ópera de Alban Berg] (2015). En realidad, esta exposición de William Kentridge debe entenderse en continuidad con la que le dedicó en Barcelona el MACBA en 1999, comisariada por Manuel Borja-Villel, con la misma concepción y con la presentación de los materiales de las cuatro primeras piezas que figuran en ésta.

Yo no soy yo, el caballo no es mío [I am not me, the horse is not mine] (2008).
Performance. Fotografía cortesía del artista.

El trabajo artístico de William Kentridge tiene una intensa dimensión dinámica. Se concibe como un viaje en el tiempo, como un ir y volver en la vida, a través de la experiencia de las imágenes. Imágenes nunca quietas, imágenes que fluyen, imágenes en movimiento. Eso sí, el núcleo de ese flujo de imágenes abiertas es, en todo momento, el dibujo. Concebido éste con un carácter de acción, de performance, ya que el propio Kentridge se introduce, está presente, en esas imágenes que, a la vez, demandan a todos los que nos acercamos a las mismas que no nos quedemos fuera, que también nos introduzcamos en ellas.

Dibujo para El retorno de Ulises (1998).
Carboncillo sobre papel, 76 x 106 cm. Colección particular.

Ese dinamismo es fundamentalmente interior, ya que a pesar de la difusión internacional de su obra por los centros artísticos y dramáticos de todo el mundo, Kentridge sigue viviendo en Johannesburgo, un lugar que para él es tranquilo y enriquecedor, a diferencia de los compromisos y distracciones que según dice tendría que asumir de vivir en Europa o Estados Unidos.
Pero, eso sí: desde ese fondo interior, Kentridge mantiene un compromiso moral y político profundo con nuestro tiempo, con esta época de terribles convulsiones, violencia masiva, e incertidumbre. Todo ello, sin restricción de fronteras: el mundo abierto y global, con su trazado sinuoso. Sus imágenes nos dan los mapas de un mundo roto: el colonialismo, el racismo, el encubrimiento de la opresión, las revoluciones que no culminan, el ir y venir de la frustración y la inhumanidad a lo largo del tiempo. Y de ahí la demanda de acción, el dibujo de una vida verdaderamente libre. En un texto de 1992, Kentridge precisaba: “Me interesa el arte político, es decir, un arte de ambigüedad, contradicción, gestos incompletos y finales inciertos. Un arte (y una política) donde el optimismo está bajo control y el nihilismo se mantiene a raya.”

Dibujo para Lulú (2012).
Tinta india y lápiz rojo sobre páginas de diccionario, 83,5 x 55,9 cm. Colección particular, Madrid.

El hilo de conducción de su trayectoria se sitúa en el dibujo, en la medida en que el dibujo, según Kentridge, transciende lo que sería una representación “plana” de las experiencias. En 2014, en una entrevista afirmaba: “Afortunadamente fracasé como pintor y quedé reducido a hacer dibujos a carboncillo”. Y en esa importancia del dibujo resulta evidente la cercanía que se puede apreciar entre su obra y la de Goya, testigo también a través de las imágenes de un mundo roto. “No sé quién sería sin Goya”, afirma el propio Kentridge en la misma entrevista.
Lógicamente, además de las experiencias personales en Sudáfrica, su profundo conocimiento de la tradición artística clásica y de Goya, también es importante el diálogo de Kentridge con el arte más próximo en el tiempo, en particular con las vanguardias artísticas alemanas y rusas. Y todo ello, en una perspectiva interdisciplinar, en la que las grandes obras literarias, el teatro, la música, la ópera, y el cine transitan en esa forma abierta de transcendencia del dibujo que constituye el núcleo de su trabajo.

Maqueta para la ópera Wozzek (2016).
Varios materiales, 135 x 220 x 183 cm. Colección particular.

El dibujo, que se expande en sus películas de animación, transmite pensamiento, abstracción, permite pasar a través de la representación, de lo particular a lo general. En el texto de una conferencia de 2016 sobre “la performance del dibujo”, y que vuelve a presentarse en el marco de esta exposición, Kentridge decía: “Hay una manera de pensar en carboncillo y tinta, en cobre, en aire. Hay transformaciones de la palabra a la tinta, del pensamiento al cobre.”

Imagen del libro Tummelplatz [Campo de acción(2017).
Galería Ivory Press, Madrid.

Ese pensamiento en imágenes puede también apreciarse en el libro de artista que, en paralelo, William Kentridge presenta en la Galería Ivory Press: Tummelplatz, término alemán traducible como “campo de acción”. Con una edición de nueve ejemplares (más cuatro fuera de comercio y tres pruebas de artista), consta de dos volúmenes, cada uno de los cuales contiene diez fotograbados estereoscópicos. El libro que juega, a la vez, con las tres dimensiones y el carácter plano del papel, tiene también su punto de partida en el dibujo. En concreto, en la realización de una serie de dibujos tridimensionales durante un periodo de unos dos años de la que se seleccionaron veinte imágenes, recogidas en el libro.
Como la vida es dibujo, de eso va la gran obra plástica y de pensamiento de William Kentridge, de dibujar la vida.


* William Kentridge: Basta y sobra. Comisarios: Manuel Borja-Villel y Soledad Liaño; Museo Reina Sofía, Madrid. Del 1 de noviembre de 2017 al 19 de marzo de 2018.


* William Kentridge: Tummelplatz [Campo de acción]; Galería Ivory Press, Madrid. Del 2 de noviembre de 2017 al 27 de enero de 2018.  

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.303, 11 de noviembre de 2017, p. 23.