Inmateriales
Ministerio de Cultura
De las muchas cosas preocupantes que han ocurrido en agosto, y la verdad es que han pasado muchas, la que personalmente más me ha preocupado es lo que ha comenzado a decirse sobre la posible desaparición del Ministerio de Cultura después de las próximas elecciones. Si esa medida se consumara, gobierne el partido político que gobierne, sería no sólo una insensatez, sino una auténtica agresión a una de las tradiciones de cultura y patrimonio más sólidas y consistentes de la historia universal.
Los argumentos que se dan para esa posible supresión administrativa son básicamente de dos tipos. Por un lado, se dice que la intensidad de la crisis económica forzaría, por necesidades de ahorro, la reducción de unidades ministeriales, y la de Cultura sería una de las más propicias, por sus limitadas competencias y su reducido presupuesto. Por otro, desde planteamientos nacionalistas, se señala que en la medida en que un importante número de competencias en materia de cultura han sido traspasadas a las comunidades autónomas, lo coherente sería la desaparición pura y simple del Ministerio, eso sí, traspasando su presupuesto a las comunidades.
Es un auténtico fuego cruzado, del que sólo se puede salir situándose en otro plano. La cuestión central es ¿para qué sirve el Ministerio de Cultura de España? Es evidente que el papel y la función de una institución administrativa del grado más alto en la organización del Estado no pueden reducirse a funciones de tutela, subvención, ayuda u orientación de las actividades culturales. El Ministerio de Cultura no es, no puede ser, eso. Tiene que ser la instancia más alta de reconocimiento simbólico y proyección, tanto nacional como internacional, de una riquísima tradición cultural que necesita, a la vez, impulso y protección. Y esas son cuestiones a las que no cabe renunciar por motivos presupuestarios. Lo que los ciudadanos demandan de forma primaria a los políticos en la ejecución presupuestaria es la atención a la sanidad, las prestaciones sociales, la educación y la cultura. El actual y creciente desapego social hacia la política tiene mucho que ver con la desatención a esas dimensiones que forjan el entramado de consenso social fundamental de una nación, de un Estado.
Tampoco valdría, por tanto, como salida decir que se seguirían cumpliendo las mismas funciones, aunque hubiera una "rebaja" administrativa, convirtiendo, por ejemplo, el Ministerio en Secretaría de Estado. Aparte de que el ahorro presupuestario así conseguido sería insignificante, se perdería esa dimensión simbólica de atención del Estado a lo que nos constituye como nación con un perfil propio en la historia, en el pasado como en el futuro.
Disolver el Ministerio, como quieren los nacionalistas, en las administraciones de las comunidades autónomas es un auténtico disparate, y a la larga algo negativo también para ellas mismas. La diversidad lingüística de España, la existencia junto al castellano del catalán, el gallego y el euskera, es un preciadísimo bien cultural, que hay que proteger e impulsar desde el Estado. Ahora bien, la gente del pueblo, en sus costumbres: que son cultura, los artistas plásticos, los músicos, hablan la misma lengua. La tradición cultural de España se articula secularmente en la integración y no en la división, una integración que se proyecta históricamente en todos los rasgos de tradición cultural compartidos con la comunidad iberoamericana de naciones. En lugar de 17 micro-unidades diferentes, que en un plano internacional acaban siendo percibidas como referencias meramente locales, y puedo decir que he tenido numerosas experiencias personales de lo que digo, lo que resulta hoy auténticamente necesario es desarrollar una política cultural de síntesis, modulando especificidades y diferencias, en busca de su proyección universal. En lugar de localismo, cosmopolitismo. Buscar que la tradición cultural de España, en síntesis con las de las naciones iberoamericanas, alcance en el presente y en su proyección de futuro el peso y la fuerza de atracción en el mundo que merece por su intensidad y riqueza.
El Ministerio de Cultura es hoy más necesario que nunca. España con sus distintas comunidades y diversidades es lo que es, por su educación y su cultura comunes.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1010, 17 de septiembre de 2011, p. 26.