lunes, 29 de noviembre de 2021

Exposición en el Centre Pompidou, París

 Georg Baselitz: 

La inversión de las imágenes

Se puede decir que Georg Baselitz (nacido en Alemania, cerca de la ciudad de Dresde, en 1938) “ha tomado” artísticamente París. Además de la gran retrospectiva que le dedica el Centro Pompidou, nada menos que con 143 obras y que se completa con la instalación de una escultura de nueve metros de alto producida en 2015 ante la Academia de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno de París presenta una exposición con seis obras donadas por él en 2020 junto a otras dos que ya estaban en la colección del Museo, y la Galería Thaddaeus Ropac exhibe una exposición de dibujos con colores intensos, producidos este mismo año. En síntesis; todo Baselitz.

La exposición del Pompidou, verdaderamente ejemplar en su planteamiento y ordenación de las obras presentadas, se despliega cronológicamente en once secciones: 1) En el descubrimiento de las vanguardias, 2) Autorretratos de un vivido, 3) De los héroes caídos, 4) Imágenes fracturadas, 5) Invertir la imagen, 6) Entre abstracción y figuración, 7) Más allá de la abstracción, 8) «Zeitgeist» [«Espíritu del tiempo»], 9) El espacio de los recuerdos, 10) De los «Cuadros rusos» a «Remix», y 11) Lo que queda.

Lo que vamos viendo en ella son pinturas, muchas de ellas de gran formato, dibujos y grabados, así como cinco esculturas, datadas entre 1980 y 2014. El trabajo con las esculturas tiene su inicio en 1977, cuando Baselitz comienza a formar una colección de arte africano, que actualmente se considera una de las más importantes en el mundo. En 1980 presentó en la Bienal de Venecia su primera obra escultórica: Modelo para una escultura (1979-1980), que causó un gran impacto y que está presente en esta muestra.

Modelo para una escultura [Modell für eine Skulptur] (1979 - 1980). 
Madera de tilo y gouache, 178 x 147 x 244 cm. Museum Ludwig, Colonia.

Baselitz había nacido con el nombre Hans-Georg Bruno Kern en la Alemania, en la llamada República Democrática, en una pequeña villa entonces llamada Groβbaselitz, cuyo nombre utilizaría en la formación de su pseudónimo artístico: «Georg Baselitz» a partir de 1961. Hacia los años cincuenta comienza a descubrir la pintura, empieza a estudiar Bellas Artes en Berlín Este en 1956 y allí la obra de Picasso se convierte en su referencia fundamental. En 1957 decide cruzar la frontera e instalarse en Berlín Oeste, donde continuará su formación y en 1961-1962 presentará públicamente sus primeras exposiciones y manifiestos artísticos.

B para Larry [B für Larry] (1967). Ól. s. lienzo, 250 x 190 cm. Colección particular.

Esos inicios, con el rechazo del régimen totalitario vigente en la República Democrática Alemana, marcan uno de los signos centrales de su trayectoria. Esto es lo que él mismo señalaba retrospectivamente en 1995, en una entrevista con el crítico de arte estadounidense Donald Kuspit: «Yo nací en un orden destruido, un paisaje destruido, una sociedad destruida. Y no quería restablecer un orden, ya había visto bastante  del así llamado orden. (...) Yo soy brutal, ingenuo y gótico.»

Hay algo, sin embargo, que en este artista singular y de tanto relieve resulta completamente negativo: su posición al no aceptar el papel creativo de las mujeres en la pintura. Algo que proclamó públicamente en 2013: “Las mujeres no pintan muy bien.”, y sobre lo que ha seguido insistiendo posteriormente.  Es de verdad lamentable. Ser único en la pintura no debiera llevar nunca a negar la capacidad creativa de las y los demás, de las mujeres que tienen tanta fuerza de creación como los varones. Esto no es una inversión creativa de la imagen, sino encerrarse en ese orden restrictivo que Baselitz pretende anular y borrar.

Las chicas de Olmo II [Die Mädchen von Olmo II] (1981). Ól. s. lienzo, 250 x 249 cm. 
Centre Pompidou, París.

Volviendo a su trayectoria, tras la recepción y asimilación de los planteamientos de las vanguardias artísticas, y fijando su atención en la poesía y en la música, sus primeras obras desde el inicio de los años sesenta se sitúan en un contexto expresionista, intensificando el ruido visual de la expresión con las sobrecargas cromáticas y el desorden de la composición. Ahí se sitúa su imagen del poeta y del artista sin alas, caído hasta el fondo de la experiencia, del mundo, de la vida.

El impulso del desorden le lleva en 1966 a partir las imágenes en la representación, a las imágenes fracturadas. Lo que sería un primer paso hacia el comienzo de la inversión de las imágenes en 1969, algo que Baselitz sitúa en su voluntad de no pintar de manera anecdótica o descriptiva, así como en su rechazo de los planteamientos de la llamada pintura abstracta. Y con ello se centra en problemas y cuestiones para él específicamente pictóricos.

Lejos de la ventana [Weg vom Fenster] (1982). Ól. y gouache s. lienzo, 250 x 250 cm. 
Fondation Beyeler, Basel.

Esos planteamientos se despliegan también en la utilización del remix, de la remezcla, un término que se emplea en la música al aplicar partes de un tema para hacer una versión nueva. Baselitz utiliza esa idea en referencia a planteamientos artísticos anteriores, a los que él da nuevos giros y matices. Y en todo ello se sitúa también el papel decisivo de la memoria, el espacio de los recuerdos, la recuperación de las experiencias a través del tiempo.

Nacido en lo que él consideraba la destrucción, Baselitz se ve forzado a poner todo en cuestión, a cuestionarlo todo, y así su impulso artístico brota del desorden. De la experiencia de la destrucción se pasa a la representación fragmentaria e invertida de la vida. Y aquí se sitúa el eje que articula básicamente su trabajo, y por el que ha sido reconocido en el mundo del arte: la inversión de la figuración, un proceso que comienza en 1969 y que se mantiene hasta ahora, aunque eso sí con relevantes matices de cambio y transformación.

Leído en la taza, el alegre amarillo [In der Tasse gelesen, das heitere Gelb] (2010). 
Ól. s. lienzo, 270 x 207 cm. Colección particular, Hong Kong.

Georg Baselitz estructura así una manera de ser pintor completamente diferenciada y singular, en ruptura con la figuración ilusionista y con la abstracción no figurativa. Sus obras son únicas, no se confunden con las de ningún otro pintor, nos hacen girar la cabeza para poder ver bien las imágenes invertidas. Se trata de invertir la visión para ver en profundidad, dándole vueltas a las formas de los seres, los objetos y los espacios.

 

* Baselitz. La rétrospective. Centre Pompidou, París. Comisarios: Bernard Blistène, Pamela Sticht. Del 20 de octubre al 7 de marzo de 2022.

* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 19 de octubre – 25 de noviembre, pgs. 28-29. Edición online: https://elcultural.com/baselitz-brutal-ingenuo-gotico

 

 

 

viernes, 5 de noviembre de 2021

Exposición en el Museo Picasso, Málaga

 Brassaï: el paseante de la visión

Uno de los aspectos más relevantes de las exposiciones de arte es que en no pocas ocasiones nos permiten viajar tanto en el espacio como en el tiempo. Este es el núcleo de esta relevante muestra de fotografías de Brassaï, centradas en su visión de París: la llamada “ciudad luz”, pero que él nos muestra también en la oscuridad y en la noche, permitiéndonos ver en paralelo París como “ciudad noche”.

Autorretrato en el bulevar Saint-Jacques. (París, 1930-1932). 
Gelatina de plata, 29,6 x 22,9 cm. © Estate Brassaï Succession-Philippe Ribeyrolles.

Las imágenes reunidas, todas ellas provenientes del patrimonio familiar de Brassaï y datadas entre los años treinta y sesenta del pasado siglo XX, nos llevan a un París que hoy ya no existe. Es un intenso viaje en el tiempo, en el que podemos apreciar los movimientos y signos de vida de la ciudad, y a la vez a un conjunto de figuras sumamente relevantes de la vida intelectual y artística fijadas en el objetivo fotográfico de Brassaï, y de un modo más intenso la importante relación que él mantuvo con Pablo Picasso.

La exposición se articula en cuatro secciones: El París de Brassaï, París de día, París de noche y Conversaciones con Picasso, a las que se unen otras dos secciones complementarias: El panorama cultural de París y Brassaï artista. Además de las fotografías de Brassaï se muestran también obras de Picasso y de otros artistas (Braque, Léger, Dora Maar, Henri Michaux...), así como películas de época y documentos (entre estos, algunos de carácter personal y de mucho interés). Es importante destacar que tanto en la concepción como en los criterios de articulación de la muestra ha desempeñado un papel destacado Philippe Ribeyrolles, sobrino de Brassaï, lo que nos permite una comprensión más próxima y profunda acerca de su figura.

Serie «Grafiti». El rey Sol. (París, 1930-1950).
Gelatina de plata, 40 x 29,5 cm. © Estate Brassaï Succession-Philippe Ribeyrolles. 

Y así, aunque su núcleo principal y su síntesis personal fue la fotografía, en el recorrido podemos apreciar que Brassaï vivía de modo simultáneo en todas las artes, en las que entró y avanzó siempre como autodidacta. El cine fue para él determinante, y desarrolló su actividad como escritor (muy prolífico), en dibujos, en obras impresas y en esculturas (hay tres de ellas, de pequeño formato, en la exposición). En su proceso de formación es sugerente lo que dice Philippe Ribeyrolles: que fue “acunado por Goethe y alimentado por Proust”.

Gyula Halász era el verdadero nombre de Brassaï (1899-1984), que había nacido en Brassó (Transilvania, hoy en Rumanía), ciudad de la que tomó su nombre artístico: Brassaï significa “de Brassó”, expresión explícita de su origen. Sin embargo, su vida, enmarcada en el signo de la modernidad, fue la de un caminante por la ciudad, un viajero por el mundo.

Autorretrato. (1952).
Carboncillo y lápiz sobre papel. © Estate Brassaï Succession-Philippe Ribeyrolles. 

Su padre, que había estudiado en París, en la universidad de la Sorbona, fue profesor de literatura francesa en la universidad de su ciudad natal. Tras vivir en Budapest y en Berlín, en las que estudia Bellas Artes, Brassaï se traslada a París en febrero de 1924. Allí encontrará su asentamiento definitivo, eso sí: para seguir viajando por el mundo.

Y aquí creo que se sitúa una cuestión central para comprender en profundidad la personalidad y la obra de Brassaï, que nos lleva a su forma de entender el viaje en la vida en una comunicación directa con lo que podemos encontrar en Charles Baudelaire, quien acuñó el concepto del flâneur, del paseante solitario, que viaja sin rumbo fijo por la ciudad hormigueante y llena de sueños, que asaltan a quien pasa si éste tiene alerta su mirada. Con lo que para ese paseante sin rumbo pragmático la ciudad se convierte en un objeto artístico y erótico. Todo ello brilla con intensidad en las profundas imágenes de la vida en París que nos transmiten las fotografías de Brassaï.

Claude la Gorda y su novia en Le Monocle. (París, c. 1932).
Gelatina de plata, 27,6 x 22,1 cm. © Estate Brassaï Succession-Philippe Ribeyrolles. 

También brilla la vida y el impulso del arte en la atención especial que la muestra nos da de su relación con Picasso. Uno de los libros de mayor interés de Brassaï, que tiene el mismo título que la sección que aquí encontramos: Conversaciones con Picasso, fue editado en 1964, con una dedicatoria al mismo en su 83 aniversario que se cumplía entonces.

Pablo Picasso, en el estudio de Rue La Boétie, frente al retrato de Yadwigha 
de Henri Rousseau. (París, 1932). © Estate Brassaï Succession-Philippe Ribeyrolles.  

En el libro podemos leer acerca del primer encuentro entre ambos, que tuvo lugar en 1932 en el taller de Picasso, adonde Brassaï acudió para fotografiar su obra escultórica, en aquel tiempo “todavía completamente desconocida”, y para llevarla a treinta páginas del primer número de Minotaure, revista del grupo surrealista. Aunque ambos estuvieron próximos, ni uno ni otro se integraron de forma plena en el ámbito del surrealismo.

Con Picasso se puede establecer un paralelismo de interés en la sensibilidad y líneas de trabajo de Brassaï: la importancia de la mirada en profundidad, no quedarse meramente en la mirada momentánea, parcial, superficial, sino intentar pasar de mirar a ver. Brassaï se confiesa “fascinado” por los ojos de Picasso, que caracteriza así: “diamantes negros”, “ojos ardientes”, “ojos azabache”, y señala que en él “todo está centrado sobre la fijeza extravagante de la mirada que os atraviesa, os subyuga, os devora...”

Y eso es, en definitiva, lo que Brassaï persigue a lo largo de toda su obra y en su diversidad de registros: centrarse en la mirada para a través de ella llegar a ver. Brassaï: el paseante de la visión.

 

El París de Brassaï. Fotos de la ciudad que amó Picasso. Museo Picasso, Málaga. Comité curatorial: Philippe Ribeyrolles, José Lebrero Stals, Margaux Minier. Del 19 de octubre al 3 de abril de 2022.

* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 29 de octubre – 6 de noviembre, pgs. 26-27. Edición online, https://elcultural.com/brassai-el-paseante-de-la-vision