La “marca” Picasso
En las exposiciones de arte,
no siempre se encuentra lo que uno esperaba. Ni tampoco se alcanzan siempre los
resultados que prometían la importancia del artista o la temática elegida para
la muestra. Después de la excelente exposición centrada en Velázquez que
pudimos ver este mismo año, también en el Grand Palais parisino, cabía esperar
que una gran muestra en torno a la trayectoria de Pablo Picasso y su influencia
e intensa proyección en el arte y la cultura de nuestro tiempo estuviera a la
altura de lo que tal planteamiento exigía. Lamentablemente, no ha sido así.
Es verdad que la exposición
ha supuesto un gran esfuerzo y que, en todo caso, es un elemento más en el
estudio y la consideración del valor referencial de este artista sin límites.
Pero la muestra queda por debajo de lo que hubiera podido ser. Se presenta
articulada en 15 secciones, en las que se mezclan obras de Picasso, de otros
artistas plásticos, así como fotografías, materiales cinematográficos y
publicitarios, y otros documentos. En total, 412 obras: 100 de Picasso y 312 de
los 78 creadores reunidos en torno a él.
Pablo Picasso: Mujer en azul [Femme en bleu] (1944).
Óleo sobre lienzo, 130 x 97 cm. Centro Pompidou, París.
El primer inconveniente
deriva del guión curatorial, en el que se producen saltos en el tiempo no
suficientemente motivados, así como una auténtica dispersión en las obras y
artistas que se presentan en relación con motivos plásticos y obras
referenciales de Picasso, en este último caso de modo especial Las señoritas de Aviñón y el Guernica, las cuales como es obvio no
pueden estar en la muestra. Pero sí, en cambio, toda una serie de piezas que se
confrontan o dialogan con estas dos grandes obras maestras del arte de nuestro
tiempo. En algunos casos, se acierta con las obras seleccionadas. En otros, en
cambio, la elección resulta sumamente discutible.
Hay un caso, en particular,
en otra sección, la dedicada a la proyección del cubismo, que me ha llamado
poderosamente la atención: la inclusión de una obra con soporte fotográfico,
realizada en este mismo 2015 por David Hockney: Los jugadores de cartas en un formato más grande… ¿En relación con
Picasso…? ¿No se les habrán “cruzado” a los comisarios, al seleccionarla, las
versiones de esa escena de Paul Cézanne…?
Y otra cosa que me resulta
completamente inexplicable: la ausencia total en la muestra de Francis Bacon,
probablemente el artista del siglo XX en quien Picasso dejó una huella más
intensa y profunda. No lo entiendo. Y mucho menos cuando se ha seleccionado a
artistas de mucha menor consistencia que Bacon, sin duda un gran maestro. Y
cuando en algunos casos, se presentan obras cuya relación con Picasso resulta
discutible.
Pablo Picasso: La sombra [LOmbre] (1953).
Óleo y carbón sobre lienzo, 129,5 x 96,5 cm. Museo Picasso, París.
Además de todos estos
problemas, el montaje es sumamente confuso, abigarrado, disperso. La mezcla de
proyecciones de vídeo, fotografías y de abundante obra gráfica (generalmente,
de pequeño formato), que se presentan como conjuntos, hace sumamente difícil
individualizar las obras. Establecer, como sería deseable, un diálogo íntimo
con cada una de ellas. Y así, además, se desdibuja la jerarquía entre unas y
otras, las de mayor alcance quedan diseminadas en un auténtico ruido visual
flotante.
Chéri Samba: Picasso (2000).
Acrílico sobre lienzo, 81 x 99,8 cm. Colección particular.
A pesar de todo lo anterior,
hay un aspecto que, en principio, hubiera podido ser muy positivo: tomar en
consideración la proyección de Picasso en ámbitos que se sitúan más allá de la
pintura o la escultura, como el teatro, la danza, el cine o el vídeo. Pero, una
vez más lamentablemente, todo se mezcla y no se restituyen adecuadamente los
ámbitos específicamente artísticos de esa proyección.
Al final, todo va dirigido a
mostrar, de forma repetitiva y dispersa, mediante fotografías, supuestas
conexiones fílmicas, prensa y publicidad, la presencia y expansión de “la
figura Picasso” en la reverberación serial, mediática, de la imagen. Esa deriva
lleva, en el catálogo, a ponderar la importancia y actualidad de Picasso
apoyándose en una fotografía de 2013 de Lady Gaga, nada menos, vestida con un
conjunto de “inspiración picassiana”.
Sigmar Polke: Sin título (2006).
Pintura metálica y acrílico sobre lona estirada, 225 x 300 cm. Berlín, Colección ACT Art.
En definitiva, lo que la
muestra no nos da es el intenso alcance específicamente
artístico que la trayectoria creativa de Picasso posee y sigue
transmitiendo. Habrá que esperar mejores ocasiones. Aunque, eso sí,
precisamente a partir de esa confusión entre lo artístico y lo mediático
que caracteriza esta Picasso.mania podemos extraer una cuestión
de gran interés.
La reverberación expansiva y
sin obstáculos del “personaje” público Picasso en la imagen mediática pone de
manifiesto que fue precisamente él: Pablo Picasso, el primer artista de nuestro
tiempo que comprendió que la construcción de una “imagen”, de una aureola mediática,
era un instrumento decisivo para impulsar el reconocimiento y la valoración, en
todos los planos, de su trabajo artístico.
Yan Pei-Ming: Retrato de Picasso (2009).
Óleo sobre lienzo, 300 x 250 x 6 cm. Cortesía Massimo De Carlo, Milan-Londres y Galería Thaddeus Ropac, París-Salzburgo.
Ese “modelo” sería después
seguido, naturalmente con variantes diversas, entre otros por Salvador Dalí,
Andy Warhol, Jeff Koons, o Damien Hirst. Picasso ha acabado por convertirse en
una “marca” pública, en un “logo”, del artista genial. Eso es lo que, sin
matices, transmite esta confusa exposición. No es de extrañar, por ello, que
sus herederos autorizaran la utilización de su nombre como “marca” de un modelo
de automóvil.
Pero así se produce una
deriva indeseable, ya que Picasso no es únicamente una “marca”: es uno de los
más grandes artistas de todos los tiempos. Mientras que posteriormente otros,
en esa estela de la “marca” pública, y a diferencia del propio Picasso o de
Dalí, son meros publicistas, registradores del consumo audiovisual masivo de
imágenes, en el malagueño lo decisivo fue, y sigue siendo, su portentosa fuerza
creativa, su elevada talla artística.
Esa es la cuestión:
distinguir lo artístico de lo no artístico, y transmitirlo adecuadamente, de
forma crítica y abierta, a los públicos plurales de nuestro tiempo. Eso es lo
que hay que demandar en las exposiciones, en las programaciones de centros
artísticos y museos: el arte no es lo mismo que la imagen mediática, sino una
vía de conocimiento, placer y enriquecimiento humano que nos lleva hasta el
fondo de nosotros mismos. Y en los tiempos en que vivimos, tomando precisamente
el cuestionamiento crítico de la imagen mediática como uno de sus principales
centros de atención.
* Picasso.mania; comisarios: Didier Ottinger, Diana Widmaier-Picasso,
y Émilie Bouvard; Grand Palais, París, hasta el 29 de febrero de 2016.