miércoles, 31 de julio de 2024

Exposición en el Círculo de Bellas Artes, Madrid

 El dinamismo de las imágenes

La idea de que las prácticas y soportes de representación visual tienen delimitaciones estables, permanentes, es algo que cada vez resulta más claro que no tiene consistencia. Lo hemos podido advertir en las transformaciones y nuevas síntesis que ha ido experimentando la pintura a lo largo del tiempo. Y, sin duda, lo mismo podemos indicar en relación con la fotografía, desde su invención en torno a 1840 hasta la multiplicidad de variantes y soportes en sus manifestaciones actuales.


Irene Zottola: Ícara (2023).

Es ese el contexto que nos permite situarnos en el horizonte de lo que plantea esta interesante exposición de síntesis de las últimas décadas de la fotografía artística en España. En ella se reúne un conjunto de obras de 27 artistas, con las que se pretende construir una perspectiva del despliegue de la fotografía artística en las primeras décadas del siglo XXI, con el surgimiento de una generación que en la nota de prensa se caracteriza, como “la más madura y creativa”. El comisario de la muestra: Alejandro Castellote, tiene sin duda una experiencia intensa de ese proceso, y dirigió el Festival de PHoto España en las ediciones de 1998 a 2000.

Estos son los artistas seleccionados: Aitor Ortiz, Alejandro Marote, Alfredo Cáliz, Álvaro Laiz, Antonio Guerra, Bego Antón, Elena de la Rúa, Gerardo Custance, Germán Gómez, Ira Lombardía, Irene Zottola, Ixone Sádaba, Jon Cazenave, Jon Gorospe, Juanan Requena, Linarejos Moreno, Lola Guerrera, Mar Sáez, María Cañas, Marina Núñez, Miguel Ángel Tornero, Nicolás Combarro, Patricia Bofill, Paula Anta, Ricardo Cases, Roberto Aguirrezabala y Soledad Córdoba. Todos ellos utilizan la fotografía como medio de expresión, pero con perspectivas y planteamientos muy diversos.


Álvaro Laiz: The Edge [El Borde] (2022).

El título de la exposición, en latín: «Perpetuum Mobile» [Móvil Perpetuo], con el eco y la resonancia directa respecto a esos móviles digitales que ocupan actualmente nuestra experiencia continua, es ya toda una indicación de ese dinamismo cada vez más intenso en la elaboración y transmisión de imágenes. El montaje se articula con una síntesis muy plural y abierta de distintas temáticas y procedimientos expresivos, con la fotografía como punto de partida, y su proyección en vídeos, documentos, e instalaciones.

Como señala Alejandro Castellote: “Perpetuum Mobile propone una estructura abierta, una suerte de jardín de especies, que ilustra el ensanchamiento de los límites de la creación fotográfica y las incesantes mutaciones que han ido transformando a lo largo de casi dos siglos el estatuto fundacional del medio: la mímesis de la realidad.” Es una comparación interesante, porque además en ella se advierte el eco de la pluralidad natural de las diversas especies vegetales, en la pluralidad y diversidad de los soportes expresivos fotográficos y digitales.

Lo mejor de la muestra es recorrer con calma y concentración el camino de representaciones que se abren a nuestra mirada, todas las piezas reunidas son de gran interés. Yo les llamaré la atención sobre algunas en concreto…


              Bego Antón: Haiek Danak Sorginak [Todas Ellas Brujas] (2016-2024). 

Alzar el vuelo, caer sin tierra (2023-2024), de Irene Zottola (Madrid, 1986), nos lleva a una instalación en la que recupera el libro de su proyecto Ícaro, que ganó el V Certamen Fotocanal de la Comunidad de Madrid. En ella se sitúan los contrastes entre el deseo de volar, y así ascender al cielo, o caer al suelo. Una fotografía de la aviadora estadounidense Amelia Earhart, desaparecida en un vuelo el 2 de julio de 1937, nos ubica con ella diciéndonos que “se transforma en Ícara, en la personificación del mito”.

En Información relativa, The Edge [El Borde] (2016-2023), de Álvaro Laiz (León, 1981), nos situamos ante una serie de retratos, desarrollados a partir de un viaje que realizó desde el Ártico Ruso hasta Tierra del Fuego (en el Atlántico Sur). Con ello articuló los retratos como síntesis superpuestas, utilizando como referencia el planteamiento del físico teórico Carlo Rovelli “sobre la posibilidad de que el sustrato común de la existencia no sea la materia en sí, sino su correlación y las reciprocidades que establece”.


Marina Núñez: Fuera de sí, "Supernova Silvia" (2018).

Con Haiek Danak Sorginak [Todas Ellas Brujas] (2016-2024), Bego Antón (Bilbao, 1983) nos lleva a una reconstrucción fotográfica sobre la caza de brujas en el País Vasco, basada en cómo se describía a las mujeres acusadas de brujería, cuando eran obligadas a confesar bajo tortura. Su intención es eliminar el malentendido y la ambigüedad de esta temática, desprendiéndose de la herencia patriarcal “que ha sido hasta ahora la única que ha contado los hechos”, indica el artista.

De Marina Núñez (Palencia, 1966) se presentan tres propuestas con soportes de representación diferenciados. En el vídeo Grieta (2013), a través de un agujero en la pared, con forma de ojo, se accede a otro mundo donde no se alcanza una visión definitiva, todo se mueve en un flujo imparable de metamorfosis. Especie (2019) es un conjunto de pequeños cristales escultóricos de figuras femeninas, con el cuerpo dibujado por líneas arbóreas, grabadas con láser y una base de luz led. Fuera de sí (supernovas) (2018) es un grupo de imágenes digitales impresas en papel de mujeres, pero que se despliegan en un cúmulo de partículas, como conglomerados celestes.


Soledad Córdoba: Rito XXVII (2019).

La Trilogía del alma (2019), de Soledad Córdoba (Avilés, 1977), nos lleva a los espacios de las ceremonias y los rituales, con: Rito XIX, Rito XIV y Transmutación IV. En ellas, desempeñan una función desencadenante las chamanas o iniciadas, que a través de los rituales nos llevarían a la transcendencia. Las imágenes están elaboradas con tintas minerales en papel baritado sobre dibond y con cristales en roca y pan de oro. El proyecto indaga en el diálogo entre la condición humana y la poética del paisaje.

Todo el recorrido nos muestra la gran diversidad de soportes empleados, con una atención especial a las imágenes humanas, particularmente las femeninas, en relación con la naturaleza y con la vida siempre plurales. En definitiva, las imágenes no están quietas: el dinamismo profundo de las imágenes, como signo y representación de lo que somos, también dinámicamente.

 

 

* «Perpetuum Mobile». Comisario: Alejandro Castellote. PHoto España 2024, Círculo de Bellas Artes, Madrid. Del 29 de mayo al 1 de septiembre.


* Publicado en EL CULTURAL:

- Edición impresa, 26 de julio, pgs. 32-33.

- Edición onlinehttps://www.elespanol.com/el-cultural/arte/20240731/perpetuum-mobile-exposicion-imagen-mueve-flujo-imparable/872662976_0.html


lunes, 8 de julio de 2024

Exposición en París...

 Matisse: El rojo radiante

 

Una exposición muy singular en París nos permite apreciar la relevancia de Henri Matisse (1869-1954), uno de los artistas más destacados del postimpresionismo. Se trata de la tercera presentación de la muestra, coproducida por el MoMA de Nueva York, el SMK de Dinamarca, y la Fondation Louis Vuitton, y que se presentó antes en Nueva York y en Copenhague. Su título: L’Atelier rouge [El taller rojo] es el mismo de la pintura de Matisse, que articula todo su despliegue: se reconstruye el carácter de un cuadro nuclear y la proyección que esa obra llegó a alcanzar de forma tardía.


L'Atelier rouge [El taller rojo] (1911). Ól. s. lienzo, 181 x 219,1 cms.
The Museum of Modern Art, Nueva York.

El cuadro, realizado en 1911 cuando Matisse tenía 41 años, es verdaderamente especial: reproduce de manera minuciosa el espacio de lo que entonces era su taller de trabajo en Issy-les-Moulineaux, en el extrarradio de París. Lo decisivo es que en la pintura Matisse representa 11 obras: 7 pinturas, 3 pequeñas esculturas, y 1 cerámica, así como muebles y otros objetos, y con ello nos transmite de forma abierta y sugestiva lo que constituía el ámbito de ecos y resonancias de su espacio creativo, el lugar donde iban cobrando forma sus obras.

Es ésta una cuestión que ya antes había marcado el interés de Matisse, pues el taller de trabajo y los espacios interiores, como tema de representación, fue algo que ocupó su atención desde 1903 en adelante hasta sus años finales. Pero L’Atelier rouge, con su precisión y carácter innovador desde un punto de vista expresivo, tiene un alcance especial. La innovación se sitúa ante todo en el mantenimiento atenuado de los colores de las obras reproducidas y en la decisión que tomó, en un estado avanzado de la realización del cuadro, de utilizar un filtro cromático unificador con el color rojo en toda la superficie pictórica. El rojo que emplea, caracterizado como “rojo veneciano”, actúa como un filtro unificador para ver en unión y en profundidad…


                 Jeune Marin II [Joven Marino II] (1906). Ól. s. lienzo, 101,3 x 82,9 cms.                                                  The Metropolitan Museum of Art, Nueva York.


Las pinturas reproducidas son un pequeño paisaje: Córcega, el viejo molino (1898), una naturaleza muerta: Cyclamen (1911), y diversas representaciones de personas: un retrato de un adolescente vestido, Joven marino (II) (1906), y cuatro desnudos femeninos: Bañistas (1907), El lujo (II) (1907-1908), Desnudo con chal blanco (1909), y Gran desnudo (1911). Excepto esta última, una pintura de gran formato que acabó destruida y que actualmente es conocida sólo por su imagen en L’Atelier rouge, los cuadros originales están también presentes en la muestra.

L’Atelier rouge permaneció en poder de Matisse durante 16 años, entre los cuales viajó a Londres, Nueva York, Chicago y Boston, para estar presente en diversas exposiciones. Fue comprada en septiembre de 1927 por David Tennant, fundador de un club privado de coleccionistas en Londres, donde estuvo expuesta. A comienzos de los años cuarenta la compró Georges Keller, director de la Bignou Gallery en Nueva York. Y finalmente fue adquirida en 1949 por el MoMA de Nueva York, de cuya colección sigue formando parte.


                    Nu avec écharpe blanche [Desnudo con chal blanco] (1909). Ól. s. lienzo,                     116,5 x 89 cms. Museo Nacional de Arte de Dinamarca, Copenhague.


El título L’Atelier rouge fue puesto a la obra por Alfred H. Barr Jr., director y fundador del MoMA, 38 años después de su creación por Matisse que, en su presentación en las exposiciones internacionales antes mencionadas, entre 1912 y 1913, lo tituló Panneau rouge [Panel rojo]. En las dos opciones prevalece la indicación del carácter predominante del color, el rojo referencial.

Hasta el final de los años cuarenta la pintura es poco mencionada en los estudios sobre Matisse. Pero a partir de entonces adquirió una “nueva vida”, y acabó alcanzando una gran repercusión. Hay un eco especial de la misma en otra obra de notable calidad: Grand intérieur rouge [Gran interior rojo], que Matisse realizó en 1948, y que después de haber sido expuesta por su hijo, galerista, Pierre Matisse en febrero de 1949, el mismo año en el que L’Atelier rouge entró en el MoMA, fue adquirida en 1950 por el Museo Nacional de Arte Moderno de Francia, actualmente Centro Pompidou.


Poissons rouges et sculpture [Peces rojos y escultura] (1912).
Ól. s. lienzo, 116,2 x 100,5 cms. The Museum of Modern Arte, Nueva York.

El Gran interior rojo, también presente en la exposición, vuelve a situar 37 años después la mirada de Henri Matisse en el ámbito de su espacio vital. En este caso, lo que vemos es la representación de un rincón de su casa en Vence, en la región de Provenza, donde vivió de 1943 a 1949. Aquí tienen más presencia los muebles y objetos, así como dos figuras fragmentarias de animales, y hay sólo dos representaciones de obras artísticas. Eso sí, el rojo vuelve a marcar la unificación cromática de la representación. Y un dato importante: se trata de la última pintura al óleo del artista.

Además de todas las obras y piezas artísticas de Matisse la exposición reúne un amplio conjunto de materiales, documentos y soportes visuales que nos permiten viajar en el tiempo y los ámbitos de creación de Henri Matisse. En la entrada, en uno de los muros, nos recibe en gran formato la frase: “Este cuadro sorprende completamente a primera vista. Es nuevo evidentemente… ¿Le he dicho que el cuadro representaba mi taller?” Fue lo que le indicó en febrero de 1912 a su mecenas el coleccionista ruso Serguéi Schukin, que sin embargo no la compraría.


Grand intérieur rouge [Gran interior rojo] (1948). Ól. s. lienzo, 146 x 97 cms.
Centre Georges Pompidou, París.

Pero Matisse es ciertamente preciso: L’Atelier rouge sin duda sorprende por la profundidad que transmite en lo que representa y cómo lo hace. Según él mismo señaló en una entrevista publicada en The New York Times el 9 de marzo de 1913, dos años después de la realización del cuadro, y recogida en el catálogo de la exposición, el trabajo experimental con el color marca el despliegue de su trabajo: “yo comienzo siempre por el color.” Todo ello, también, en diálogo con sus referentes artísticos, como igualmente indica en esa misma entrevista: “Goya, Durero, Rembrandt, Corot, Manet son mis maestros preferidos.”

En definitiva, la emoción y la aproximación experimental al color constituyen su horizonte creativo. Y ahí, en esa unión del espacio de creación: el taller, el estudio, con la irradiación reflectante del color, el rojo veneciano impone su fuerza de unificación y abstracción: el lenguaje del rojo radiante.

 

* Henri Matisse, L’Atelier rouge [El Taller rojo]. Comisariado: Suzanne Pagé, François Michaud y Magdalena Gemra. Fondation Louis Vuitton, París. Del 4 de mayo al 9 de septiembre.


* Publicado en EL CULTURAL:

- Edición impresa, 28 de junio – 4 de julio, pgs. 30-31.

- Edición online