Inmateriales
La pintura más transparente
Trayecto, la exposición que Carlos León (Ceuta, 1948) acaba de presentar en Madrid, en la Galería Max Estrella, y que estará abierta hasta el 31 de julio, es todo un acontecimiento por la intensidad y madurez de las obras que en ella muestra. El día de la inauguración, además, podía visitarse el taller donde trabaja, a pocos kilómetros de Segovia, una enorme nave industrial en pleno campo, en la que puede apreciarse el flujo abierto, la incolmable ola de fuerza de un artista que nos hace navegar por los territorios más densos de la expresión plástica.
El eje de gravedad de la exposición es una pintura mural de grandes dimensiones que se disemina por la pared frontal y las dos laterales de la sala principal de la Galería. En el suelo, dos círculos concéntricos de hierro oxidado con una columna cilíndrica en su centro, procedentes de materiales industriales, rinden homenaje a un explícito dibujo erótico de Pierre Klossowski que, según manifiesta el propio Carlos León, aluden de manera al título de la muestra: Trayecto. Aunque también hubiera podido llamarse penetración, porque de eso se trata.
Una penetrante atmósfera erótica da aire e ingravidez a esta obra que, en la era de la reproducción técnica de la imagen, se extiende y disemina como un flujo vital, abierto e incontenible, sobre los muros. Floración de tonos rojizos, impulso y reflejo del deseo que germina y crece como una vegetación primordial, y donde alienta la vida. Irreproducible, el mural se eleva y desciende como construcción plástica del espacio, como instalación, en la que fluye un aire de transparencias y superposiciones a través del cual circula nuestra mirada, sorprendida y atrapada en la fijeza del prodigio. La pintura flota en el aire.
Y no sólo. Se expande también en otras piezas de soportes diferentes. No sólo sobre el lienzo, también sobre el metacrilato que deja ver en su transparencia los tubos oxidados, restos industriales o vasos capilares de una maquinaria extraviada en el tiempo. O sobre radiografías que se llenan de un color insólito, y en las que las huellas del registro corporal, los signos del dolor y la fugacidad que nos caracterizan como seres humanos, se ponen así en comunicación con lo que los transciende. La pintura como retorno a la vida, como expansión del incontenible flujo de la naturaleza, que tiene su máxima expresión en el dinamismo transparente del color.
Carlos León: Transparencia (2012).
En la pintura de Carlos León yo percibo lo que Leonardo da Vinci llamaba "el espesor transparente del aire", la consciencia de que la atmósfera no es transparente, que tiene colores y formas propios que cambian por efecto de la luz y, en consecuencia, que el desafío que se afronta consiste en saber insertar las formas en una atmósfera propia, el ámbito de la representación plástica.
En la nave-taller, cuadros de gran formato, algunos muy recientes, otros de distintos momentos de su actividad, muestran la persistencia de una búsqueda que en ningún caso ha buscado refugio en la facilidad. Hay también un número importante de "esculturas", aunque yo preferiría hablar con más propiedad de objetos encontrados y rearticulados como propuestas artísticas, utilizando juegos de lenguaje o, también en ellos, transparencias y superposiciones. Como ejemplo, magnífico, un trozo de madera, de corteza de árbol, sobre el que aparecen las letras IRO N ICE, en inglés "ironizad", pero también "hierro" y "hielo", en lo que constituye una especie de inscripción en la línea abierta por Marcel Duchamp, y una muestra de la densidad conceptual de su trabajo.
Carlos León: IRO N ICE (2012).
De verdad, no creo exagerar: pienso que Carlos León es uno de los pintores más relevantes de nuestra época. Solitario, al margen de grupos y de encasillamientos, ha ido lenta y persistentemente desarrollando una búsqueda ensimismada de lo esencial pictórico, consciente en todo momento de vivir en la era de la proliferación masiva de la imagen y de la expansión sin límites de la tecnología. Pero justo en ese contraste, en esa consciencia de que el pintor ya no es el antiguo dios, creador único de las imágenes, Carlos León nos restituye lo esencial pictórico como flujo, como diseminación, como aliento plástico y erótico de la vida.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1047, 26 de mayo de 2012, p. 32.