Cuerpos que fluyen
Abanico corporal blanco (1972). Fotografía.
Una de las artistas mujeres actuales de mayor relevancia:
Rebecca Horn (Michelstadt. Alemania, 1944) vuelve a nuestra consideración. El
Museo Tinguely, de Basilea, presenta una excelente muestra, que se complementa
con otra paralela: «Teatro de metamorfosis», en el Centro Pompidou Metz. La
exposición en Suiza reúne 52 obras: dibujos, fotografías de performances,
instalaciones de objetos, e instalaciones de mecanismos dinámicos.
Se articula en cuatro secciones que trazarían el desarrollo
de sus obras: «Alas batientes», «Circulando», «Inscribiendo», «Tocando», a
través de lo que la propia Rebecca Horn denomina «estaciones en un proceso de
transformación». Recorrerla es, de verdad, una experiencia muy profunda: mueve
nuestros sentidos, nuestras emociones, y nos lleva al conocimiento de los
flujos de la vida.
Máscara-lápiz (1973). Fotografía de film.
Alemana de nacimiento, Rebecca Horn ha vivido siempre en un
desplazamiento constante por todo el mundo. Su presencia artística y personal
en España ha sido muy importante, en Barcelona, en Galicia, en Mallorca, e
incluso en Madrid, donde en 2009 el Teatro de la Zarzuela presentó la ópera
«Luci mie traditrici» [«Luces mías traidoras»], del compositor italiano
Salvatore Sciarrino, estando a su cargo la dirección escénica, la escenografía
y el vestuario.
Es también muy relevante su trabajo fílmico, cuyo inicio se
sitúa en 1971, en paralelo a las acciones, dibujos, e instalaciones artísticas
de carácter visual que han marcado toda su trayectoria. E igualmente tiene un
gran interés su escritura, elaborada siempre con un giro de poesía interior que
resuena en su obra plástica. Acompañando su instalación
mecánico-electrónica-dinámica «El río de la luna», que se presentó en Barcelona
en 1992 y que ahora puede verse de nuevo en Basilea, escribió: «Torres de Gaudí
–absurda emotividad invertida. / Los hombres, de una frivolidad femenina; las
mujeres, formaciones rocosas.»
El suspiro del sol (2006). Fotografía de instalación.
Obviamente, Rebecca Horn le da la vuelta a las cosas.
Recorre la experiencia a través de una mirada interior, que fluye y se mueve
hasta que alcanza a ver. Y su visión se plasma en obra, siempre con un carácter
dinámico. Es una artista multimedia, que integra y sintetiza todos los ámbitos
y soportes de la expresión, en busca de la obra artística total.
Eso sí, el núcleo central de ese proceso de búsqueda es el cuerpo, su propio cuerpo transcendido
y proyectado en los cuerpos más diversos que nos rodean, con los que
compartimos la experiencia de la vida. Desde fines de los años ochenta, sus
dibujos marcan el curso de sus acciones plásticas, culminando en 2003-2004 en
la serie «Paisajes corporales» en la que el formato de los dibujos se
estructura dependiendo de la altura y escala de su propio cuerpo.
El abanico de pavo mecánico (1981). Fotografía de instalación.
El cuerpo se proyecta en los otros cuerpos humanos, pero
también en los de los animales, en los objetos, o en las máquinas, sentidos y
considerados en estos dos últimos casos también como cuerpos. Los elementos
mecánicos de sus instalaciones no sólo representan cuerpos humanos, sino que
son “humanizados”: bailan, producen sonidos. La importancia de las máquinas en
la obra de Rebecca Horn se resalta especialmente en esta exposición, trazando
un paralelo con la obra del gran artista de los universos mecánicos Jean
Tinguely (1925-1991), en el Museo que lleva su nombre.
La proyección del cuerpo se articula a través de la
presencia del movimiento en las piezas, en su carácter dinámico: en el registro
plástico de Rebecca Horn, todo gira, todo se mueve. Los mecanismos ponen en
movimiento objetos, hay máquinas para pintar, para tocar música, para bailar,
en algunos casos introduciendo en el proceso el propio cuerpo.
Termómetro de amor (1985). Fotografía de dispositivo mecánico.
Particularmente relevantes son dos instalaciones que podemos
ver en la muestra: «El abanico de pavo mecánico» (1981) y «Termómetro de amor»
(1985). En la primera, las plumas de pavo engarzadas en el mecanismo se abren y
se desplazan, suben y bajan, y unos largos tubos de vidrio dispuestos en la
pared, con mercurio en su interior, registran un desplazamiento de palabras y
situaciones que van del «infierno» al «paraíso». En la segunda, un líquido rojo
sube y baja en un tubo de vidrio a través de palabras que van de «soledad» a
«hundirse». Rebecca Horn, la experiencia de los cuerpos que fluyen: el sonido,
la visión y el movimiento de la vida.
* Rebecca Horn: Fantasías del cuerpo. Comisaria: Sandra Beate Reimann. Museum
Tinguely, Basilea. Del 5 de junio al 22 de septiembre de 2019.
* Publicado
en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.383, 22 de junio de 2019, p. 22.