domingo, 23 de junio de 2019

Rebecca Horn:


Cuerpos que fluyen

Abanico corporal blanco (1972). Fotografía.

Una de las artistas mujeres actuales de mayor relevancia: Rebecca Horn (Michelstadt. Alemania, 1944) vuelve a nuestra consideración. El Museo Tinguely, de Basilea, presenta una excelente muestra, que se complementa con otra paralela: «Teatro de metamorfosis», en el Centro Pompidou Metz. La exposición en Suiza reúne 52 obras: dibujos, fotografías de performances, instalaciones de objetos, e instalaciones de mecanismos dinámicos.
Se articula en cuatro secciones que trazarían el desarrollo de sus obras: «Alas batientes», «Circulando», «Inscribiendo», «Tocando», a través de lo que la propia Rebecca Horn denomina «estaciones en un proceso de transformación». Recorrerla es, de verdad, una experiencia muy profunda: mueve nuestros sentidos, nuestras emociones, y nos lleva al conocimiento de los flujos de la vida.

Máscara-lápiz (1973). Fotografía de film.

Alemana de nacimiento, Rebecca Horn ha vivido siempre en un desplazamiento constante por todo el mundo. Su presencia artística y personal en España ha sido muy importante, en Barcelona, en Galicia, en Mallorca, e incluso en Madrid, donde en 2009 el Teatro de la Zarzuela presentó la ópera «Luci mie traditrici» [«Luces mías traidoras»], del compositor italiano Salvatore Sciarrino, estando a su cargo la dirección escénica, la escenografía y el vestuario.
Es también muy relevante su trabajo fílmico, cuyo inicio se sitúa en 1971, en paralelo a las acciones, dibujos, e instalaciones artísticas de carácter visual que han marcado toda su trayectoria. E igualmente tiene un gran interés su escritura, elaborada siempre con un giro de poesía interior que resuena en su obra plástica. Acompañando su instalación mecánico-electrónica-dinámica «El río de la luna», que se presentó en Barcelona en 1992 y que ahora puede verse de nuevo en Basilea, escribió: «Torres de Gaudí –absurda emotividad invertida. / Los hombres, de una frivolidad femenina; las mujeres, formaciones rocosas.»

El suspiro del sol (2006). Fotografía de instalación.

Obviamente, Rebecca Horn le da la vuelta a las cosas. Recorre la experiencia a través de una mirada interior, que fluye y se mueve hasta que alcanza a ver. Y su visión se plasma en obra, siempre con un carácter dinámico. Es una artista multimedia, que integra y sintetiza todos los ámbitos y soportes de la expresión, en busca de la obra artística total.
Eso sí, el núcleo central de ese proceso de búsqueda es el cuerpo, su propio cuerpo transcendido y proyectado en los cuerpos más diversos que nos rodean, con los que compartimos la experiencia de la vida. Desde fines de los años ochenta, sus dibujos marcan el curso de sus acciones plásticas, culminando en 2003-2004 en la serie «Paisajes corporales» en la que el formato de los dibujos se estructura dependiendo de la altura y escala de su propio cuerpo.

El abanico de pavo mecánico (1981). Fotografía de instalación.

El cuerpo se proyecta en los otros cuerpos humanos, pero también en los de los animales, en los objetos, o en las máquinas, sentidos y considerados en estos dos últimos casos también como cuerpos. Los elementos mecánicos de sus instalaciones no sólo representan cuerpos humanos, sino que son “humanizados”: bailan, producen sonidos. La importancia de las máquinas en la obra de Rebecca Horn se resalta especialmente en esta exposición, trazando un paralelo con la obra del gran artista de los universos mecánicos Jean Tinguely (1925-1991), en el Museo que lleva su nombre.
La proyección del cuerpo se articula a través de la presencia del movimiento en las piezas, en su carácter dinámico: en el registro plástico de Rebecca Horn, todo gira, todo se mueve. Los mecanismos ponen en movimiento objetos, hay máquinas para pintar, para tocar música, para bailar, en algunos casos introduciendo en el proceso el propio cuerpo.

Termómetro de amor (1985). Fotografía de dispositivo mecánico.

Particularmente relevantes son dos instalaciones que podemos ver en la muestra: «El abanico de pavo mecánico» (1981) y «Termómetro de amor» (1985). En la primera, las plumas de pavo engarzadas en el mecanismo se abren y se desplazan, suben y bajan, y unos largos tubos de vidrio dispuestos en la pared, con mercurio en su interior, registran un desplazamiento de palabras y situaciones que van del «infierno» al «paraíso». En la segunda, un líquido rojo sube y baja en un tubo de vidrio a través de palabras que van de «soledad» a «hundirse». Rebecca Horn, la experiencia de los cuerpos que fluyen: el sonido, la visión y el movimiento de la vida.


* Rebecca Horn: Fantasías del cuerpo. Comisaria: Sandra Beate Reimann. Museum Tinguely, Basilea. Del 5 de junio al 22 de septiembre de 2019.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.383, 22 de junio de 2019, p. 22.

domingo, 9 de junio de 2019

Exposición de Berenice Abbott en Fundación MAPFRE, Madrid



Tras su presentación en Barcelona, llega a Madrid esta excelente muestra de la gran fotógrafa estadounidense Berenice Abbott (1898-1991), que después seguirá viajando: primero a Ámsterdam, y luego a Colonia. En ella se presentan casi 200 fotografías, todas ellas en impresiones de época, agrupadas en tres secciones temáticas: Retratos, Ciudades, y Ciencia. Y además, como complemento, también una pequeña muestra con 11 fotografías de Eugène Atget (1857-1927) y la proyección del documental «Berenice Abbott: Una visión del siglo XX» (Kay Weaver, Martha Wheelock, 1992), con una relevante presencia personal en él de la fotógrafa ya al final de su vida.

Autorretrato, distorsión [Self Portrait, distortion] (c. 1930). Copia de 1945-1950, 16,8 x 13,7 cm.
 Courtesy Howard Granger Gallery. © Getty Images / Berenice Abbott.

La exposición es, de verdad, todo un acontecimiento: es la primera vez que podemos ver en España el conjunto de la obra de una artista de tal relieve, y con un magnífico montaje y una cuidada articulación de las piezas. Paso a paso podemos seguir la visión intensa de Berenice Abbott, de esta mujer creativa, una de las primeras que consiguió afirmarse como fotógrafa-artista en el devenir incierto de la modernidad.
Nacida en Springfield, Ohio, en 1918 se traslada a Nueva York, y allí comienza su etapa de formación, inicialmente estudiando escultura, y también entra en contacto con personalidades relevantes de la vanguardia artística, como Marcel Duchamp o Man Ray. En 1921 viaja y se instala en París. Después de un breve paso por Berlín, donde continúa sus estudios de escultura, vuelve a París, donde entra a trabajar en el estudio de Man Ray. Con él aprende lo referente a la fotografía, que ya a partir de 1924 será plenamente su actividad, abandonando desde entonces la escultura.

Eugène Atget (1927). 33 x 26 cm.
International Center of Photography. © Getty Images / Berenice Abbott.

En 1926, entra en contacto con Eugène Atget, una de las figuras centrales del arte fotográfico. A él se refirió Walter Benjamin en su texto fundamental «La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica» (1935-1936), destacando su papel referencial en la fotografía moderna, al mostrar las calles desiertas del París de la época como testimonio del proceso histórico. Berenice Abbott tomó toda una serie de fotos de Atget, pero cuando fue a su domicilio para mostrárselas éste había fallecido.
Abbott se convirtió, durante décadas, en una importante difusora de la obra de Atget, y las once fotos de éste que se pueden ver en la exposición, fueron positivadas por ella en 1956. Y no cabe duda de que en él, en Atget, Berenice Abbott encontró el rumbo, la orientación, de lo que sería su propio horizonte como fotógrafa. Cuando regresa a Nueva York, en 1929, su mirada sobre la ciudad registra la transformación acelerada que se vivía en ella.

Vista aérea de Nueva York de noche [Aerial View of New York at Night] (20 de marzo de 1936).
58,4 x 45,7 cm. International Center of Photography. © Getty Images / Berenice Abbott.

Nueva York-París-Nueva York: Abbott transita entre los cambios históricos de la vida en las ciudades y el nuevo aire que se respiraba en los procedimientos artísticos de representación. En la Nueva York de entonces lo que le impactaba, lo que buscaba captar, era su dinamismo, su intenso ritmo de cambio, como ella misma señala en el documental antes mencionado: “es una locura de ciudad”, “una ciudad con un ritmo muy rápido”.
Y con ello da «el salto»: los retratos de figuras y personalidades se cruzan con las imágenes dinámicas de la ciudad. Sus fotografías son de una calidad que permanece en el tiempo. Los puntos de vista, la fragmentación, el detalle… se articulan hasta alcanzar un pleno dinamismo interior. La imagen está quieta, pero en ella vemos el movimiento, el desplazamiento de los objetos y de las figuras en el espacio y en la visión.

Cañón: Broadway y Exchange Place [Canyon: Broadway and Exchange Place] (1936). 25,1 x 20,3 cm.
The Miriam and Ira D. Wallach Division of Art, Prints and Photographs. © Getty Images / Berenice Abbott. 

Deslumbrantes en ese sentido, y todo un prodigio en las múltiples innovaciones de la técnica fotográfica que desarrolla, son las imágenes de las calles y de los edificios de Nueva York, en las que el dinamismo, determinado por la altura de los rascacielos, va de arriba abajo y de abajo arriba. El trazado geométrico de los edificios se mueve, estando quieto, en el espejo de la cámara fotográfica. Y en la misma dirección se sitúan sus piezas sobre la ciencia, registros visuales de los experimentos y de los componentes que el pensamiento construye a partir de objetos y experiencias.
Berenice Abbott sitúa el núcleo de su trabajo en la idea de documento: “para mí, la fotografía es documental, porque si no, no es fotografía”. Pero se trata de un documento que transciende lo inmediato, que permanece. Y es así porque se apoya en la idea de composición, lo que implica seleccionar a través de la mirada: “el arte consiste en seleccionar lo que merece la pena y saber mostrarlo.”

Pelota rebotando en arcos decrecientes [A Bouncing Ball in Diminishing Arcs] (1958-1961).
54,6 x 45,7 cm. MIT Museum. © Getty Images / Berenice Abbott. 


Todo un alcance lo que esta gran mujer creativa llegó a conseguir. Y, eso sí, con las dificultades que las mujeres siguen experimentando todavía hoy para ser reconocidas en esa dimensión. Algo que ella también vivió y de lo que era muy consciente, como muestran sus propias palabras: “Creo que lo último que la gente quiere son las mujeres independientes.” Berenice Abbott: fijar el movimiento de la vida.


* Berenice Abbott: Retratos de la modernidad. Comisaria: Estrella de Diego. Fundación MAPFRE, Madrid. Del 1 de junio al 25 de agosto de 2019.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.381, 8 de junio de 2019, pp. 20-21.