Sueños del más allá
Una de las más hermosas y
sugestivas exposiciones de pintura clásica que ha podido verse en Europa este
año que termina es El Renacimiento y el
sueño. Primero en el Palacio Pitti, en Florencia, y luego en el Museo del Luxemburgo,
en París, una magnífica selección de setenta y tres piezas: pinturas, dibujos,
grabados, esculturas de pequeño formato y libros de época, nos permite apreciar
lo que los comisarios de la muestra consideran la plasmación artística del
"antiguo régimen" del sueño, para distinguirlo de la consideración
puramente humana del mismo que abren el psicoanálisis y las neurociencias. O,
en un plano específicamente poético y artístico, el surrealismo.
Lorenzo Lotto:
El sueño de la joven o Alegoría de la castidad (hacia 1505).
Óleo sobre tabla, 42,9 x 33,7 cm. National Gallery of Art, Washington.
En
coincidencia con la renovación del interés por las prácticas adivinatorias,
pero también con "las cazas de brujas" que se extienden por Europa
del s. XV al s. XVII, tiene también lugar un interés renovado por el sueño. Se
manifiesta tanto en la literatura, por ejemplo en Francesco Colonna, Rabelais,
Ariosto o Torquato Tasso, como en los debates médicos y teológicos. E
igualmente en el terreno de la pintura y las artes, donde sin embargo los
artistas se enfrentan a un problema de difícil solución en el marco de las
teorías artísticas de la época: ¿cómo representar algo que "no se
ve", lo que sueña el soñador, que por tanto no es susceptible de una mímesis directa?
El
sueño como encuentro y contacto con las manifestaciones del "más allá",
con las potencias sobrenaturales, divinas o demoníacas. Ésta será la concepción
dominante en ese periodo que en un sentido estricto va más allá de lo que
llamamos Renacimiento, y que se extiende unos tres siglos hasta que en el s.
XVIII los planteamientos de la Ilustración, de las Luces, comiencen a abrir la
vía hacia la consideración del sueño como una dimensión plenamente humana.
Jacopo Zucchi: Amor y Psique (1589).
Óleo sobre lienzo, 173 x 130 cm. Galleria Borghese, Roma.
Pero,
entonces, si el sueño establece el contacto con el "más allá", ¿dónde
se sitúa la vida humana? Tránsito fugaz respecto a la vida verdadera, la vida eterna: en el cielo o en el infierno, en el espejo
de la visión más profunda la vida terrenal no sería ella misma sino un sueño. Es eso lo que leemos primero
en William Shakespeare, en La Tempestad (1611), cuando Próspero afirma: "Estamos hechos
de la misma materia que los sueños, y nuestra corta vida es una pausa entre dos
noches." Y algunos años después en lo que Pedro Calderón de la Barca
formula ya desde el título de su magna obra La
vida es sueño (1635).
En esa línea se sitúa también la forma predominante de resolver en el
arte el problema antes señalado. Los sueños serían "visiones del más allá",
visiones reconstruidas en el espacio de la representación plástica a partir de
la historia sagrada y de la mitología. Hay una excepción, aunque verdaderamente
notable, la acuarela de Alberto Durero Sueño
de diluvio (1525), considerada hoy la primera representación plástica del
sueño de un artista, el propio Durero. Una pieza "dual", con imagen y
texto, no presente en la muestra, aunque sí en el catálogo.
Paris Bordone: Venus dormida y Cupido (1540).
Óleo sobre lienzo, 86 x 137 cm. Collezione G. Franchetti en la Cà d'Oro, Venecia.
El conjunto de las obras en la exposición es excelente, de una gran
intensidad. Pero hay, desde luego, un grupo de pinturas de una calidad
extraordinaria que nos llevan en toda su profundidad a esas reverberaciones del
"más allá" en el espacio de la representación plástica, derivadas de
las creencias religiosas o de la mitología. En ese sentido, destacaría El sueño de la joven o Alegoría de la castidad (hacia 1505), de
Lorenzo Lotto, Visiones del más allá (1505-1510) y La
visión de Tondal (1520-1530) [ésta última proveniente de la Fundación Lázaro
Galdiano], de El Bosco, La visión de
Santa Helena (hacia 1570-1575), de
Veronés, El sueño de Felipe II [en
realidad, una "celebración mística del Santo Nombre de Jesús", y
proveniente de El Escorial] (hacia 1579), de El Greco, El sueño de Jacob (hacia 1593), de Ludovico Cardi, Alegoría de la vida humana (1595), de Jan Brueghel el Viejo. Y entre las obras de
temática miiológica, Venus
y el Amor dormidos descubiertos por un sátiro (hacia
1525), de Correggio, Venus dormida y
Cupido (1540), de Paris Bordone, y Amor
y Psique (1589), de Jacopo Zucchi. Una auténtica "fiesta" para
los ojos y la mente.
A pesar de que los artistas busquen modular los trazos del "más allá",
en último término, sin embargo, El
Renacimiento y el sueño nos habla en todo momento de nosotros
mismos. Y con gran fuerza. Porque las creencias en el "más
allá" nos llevan, en las representaciones plásticas del sueño, a las
oscilaciones de la vida humana, a la dualidad que nos constituye entre el deseo
y el impulso a la elevación y el vértigo de la inevitable caída. Es decir,
cielo e infierno: visiones de plenitud y pesadillas.
*
El Renacimiento y el sueño, comisarios:
Alessandro Cecchi, Yves Hersant y Chiara Rabbi-Bernard; Museo del Luxemburgo,
París, 9 de octubre de 2013 – 26 de enero de 2014.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.124, 25 de enero de 2014, p. 21.