La vitalidad de la pintura
Uno de los tópicos más vacíos y carentes
de sentido es el que habla de la muerte o desaparición de la pintura como
género artístico por los avances y desarrollos de la técnica en el proceso de
producción de formas e imágenes. Desde la segunda mitad del siglo veinte hasta
la actualidad es algo que se viene repitiendo, una vez y otra, a pesar de su
inconsistencia. Porque a partir de la configuración de la «mímesis»: en sentido
preciso «representación sensible» (aunque reducida siglos después a imitación),
que implica el descubrimiento cultural de lo que seguimos llamando «arte», se fue
desplegando un sentido específico de práctica artística: la pintura, a través
de la producción de formas visuales y colores que abren un horizonte intenso de
sentidos diversos. Cambian los soportes y los procedimientos, pero la pintura
sigue viva.
Y de ello nos habla esta densa y
relevante exposición, en la que se presentan obras diversas de 56 artistas, con
las que se quiere trazar un mapa del desarrollo y presencia vital de la pintura
en España desde los años setenta del siglo pasado hasta la actualidad. Queda
fuera la década de los ochenta, que aunque algunos consideran el periodo de
mayor esplendor de la pintura española contemporánea, Mariano Navarro piensa
que se trata sobre todo de una fase de gran impacto económico y comercial.
El proyecto ahora planteado subraya dos
tendencias en la pintura española contemporánea. En primer lugar, la que se
sitúa en la década de los setenta, “inscrita en el tardofranquismo”, que
despliega un proceso de investigación sobre el arte conceptual, y que lleva a
una “indistinción” progresiva entre abstracción y figuración. Y posteriormente,
ya a finales de los noventa y a comienzos del siglo en el que ahora estamos, la
que abre “un nuevo impulso de la pintura”. Es algo que conoce a fondo Mariano
Navarro, quien lleva bastantes décadas analizando, y trabajando crítica y
teóricamente sobre la cuestión.
La
muestra, con un excelente montaje y un estimulante diálogo entre las obras y
los espacios en los que se presentan, se articula en cinco secciones básicas,
más un espacio/taller complementario, y tres intervenciones en ámbitos
distintos del Museo.
Estas intervenciones son intensamente
significativas, porque nos muestran directamente hasta qué punto la pintura no
puede reducirse sin más al formato tradicional del cuadro. Ignasi Aballí
oscurece con sombras pictóricas los cristales del claustro de la planta baja.
En una de sus dos intervenciones, Carlos Maciá impregna con masas de distintos
colores: verde, negro, azul, rojo y naranja, los vidrios de las grandes
ventanas de una de las secciones del Museo, que pueden verse así tanto desde
dentro como desde fuera del mismo. Y también Maciá interviene con líneas de
trazados que acompañan dos cuadros de gran formato, de 1980, de Soledad Sevilla
(reciente Premio Velázquez), cuya obra está también presente ahora en el Museo,
fuera de esta exposición, con una deslumbrante instalación realizada con hilos
de algodón y una sala de síntesis de su manera de pintar.
Situadas en distintas salas del Museo,
encontramos las cinco secciones que conceptualmente agrupan las más de ochenta
obras que se presentan en la muestra. En la Sala 3, centrada en “la pintura
expandida”, encontramos un conjunto de obras que exceden los límites del lienzo
tradicional, la pintura se expande en formas y soportes escultóricos. Obras
recientes, de artistas en su mayoría jóvenes, pero donde también están tres
grandes obras pictóricas tridimensionales de Mitsuo Miura, que parecen estar
volando en las paredes.
La Sala 4 nos lleva a “la pintura
desmaterializada”, que tendría su inicio en el despliegue del arte conceptual,
y en la que se desplazaría la materia para llevar la propia pintura y sus
materiales a la reflexión. Aquí están, entre otras, ya desde 1970, las obras de
Nacho Criado, Ignasi Aballí, Miquel Mont e Irma Álvarez-Laviada. La Sala 6 está
dedicada a “la pintura fluida”, protagonizada por artistas que desarrollan un
ejercicio continuo de reflexión en torno a la abstracción. Entre otras, con
piezas de Joan Hernández Pijuan, Carlos León, Sabine Finkenauer y Elvira Amor.
La amplísima Sala 7 reúne obras que
responderían a una “figuración narrativa”, entendida como crítica y despliegue
de una figuración que narra sin contar historias. Con piezas de Ángeles Agrela,
Carlos Franco, Patricia Gadea, Juan Ugalde, y José Miguel Pereñíguez... La Sala
8 se centra en la “figuración a-representativa”, entendida en el sentido de una
marcada ambigüedad iconográfica y en la ausencia de la necesidad de contar. Y
aquí están, entre otros, Luis Gordillo, Miki Leal, y Abraham Lacalle. Y todo
este intenso conjunto se completa, en la Sala 5, con lo que se denomina “el
taller de pensar”, que recoge materiales que muestran el proceso de
investigación y desarrollo de algunas de las obras presentes en la exposición.
Frente a la uniformidad repetitiva y
reduccionista de las imágenes hipermediáticas que nos rodean y asedian en la
actualidad, esta magnífica exposición, en su significativa amplitud y
diversidad, nos muestra el aliento de singularidad al que nos lleva siempre la
pintura cuando alcanza un grado de altura. Nuestros ojos permanecen abiertos en
la interrogación de los sentidos y ámbitos de la experiencia. La pintura nos da
vida.
* Pintura: renovación permanente. Comisario: Mariano Navarro. Patio Herreriano, Valladolid. Del 6 de marzo al 29 de agosto de 2021.
* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 12-18 de marzo de 2021, pgs. 24-25. Edición online, https://elcultural.com/la-vitalidad-de-la-pintura
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