La plena libertad interior
El Centro Pompidou posee una de las
colecciones más completas en todo el mundo de obras del gran Vassily Kandinsky
(1866-1944), uno de los nombres referenciales del arte. Un conjunto sustantivo
de esos fondos se han trasladado ahora a Madrid para configurar en una muestra,
excelente y sugestiva, una visión de síntesis del itinerario, fases y líneas de
trabajo, de este artista desencadenante, que dio inicio a tantas cosas.
Improvisación III [Improvisation III] (1909).
Óleo sobre lienzo, 94 x 130 cm.
La
exposición se articula en orden cronológico, en cuatro secciones distribuidas
en ocho salas. Esas cuatro secciones llevan los rótulos: “Munich, 1896-1914”; “Regreso
a Rusia, 1914-1921”; “Los años de la Bauhaus, 1921-1933” y “París, 1933-1944”.
Se presentan, en total, 101 obras: pinturas, dibujos y grabados, todas ellas de
una gran calidad e interés. Rusia, donde nació, Alemania, donde se formó como
artista y alcanzó su maduración creativa, y Francia, donde también trabajó y
donde finalmente fallecería, son los puntos centrales del ir y venir de
Kandinsky. Ir y venir en un periodo de una Europa intensamente convulsa,
desgarrada por guerras y revoluciones, y en el que en todo momento Kandinsky busca
alcanzar un ámbito humano de elevación y espiritualidad a través del arte.
En el gris [Im Grau] (1919).
Óleo sobre lienzo, 129 x 176 cm.
Fue
en 1896 cuando Kandinsky abandonó una carrera universitaria en derecho y
economía para dedicarse al arte. En Munich, que acabaría siendo uno de los
centros principales de la vanguardia artística, estudia pintura y va
gradualmente derivando hacia un tipo de expresión plástica basada en la
intensidad y plena libertad de los colores y en la descomposición sintética de
las figuras. Se suele considerar ese proceso, que culmina en 1909, como el
inicio de la “abstracción” en pintura, un término que terminó por consolidarse
en los manuales de historia del arte y, en general, en no pocos textos críticos
y descriptivos sobre la pintura contemporánea.
Un
término éste, sin embargo, que en mi opinión es completamente desacertado: la
pintura ha sido siempre abstracta.
Pocas obras puede haber, por ejemplo, que alcancen un grado tan intenso de
abstracción como el que encontramos en Las
Meninas, de Velázquez. En lugar de “abstracción” sería mucho más apropiado
y preciso hablar de ausencia de figuración,
o de no figuración. Y esa es la gran
cima que Kandinsky alcanza en 1909.
Trama negra [Schwarzer Raster] (1922).
Óleo sobre lienzo, 96 x 106 cm.
El
trabajo plástico de composición se articula, dinámica, rítmicamente, en
correspondencia con los ritmos del sonido, con la música, en busca de la
afirmación plena y libre de la espiritualidad. Todo ese proceso, que Kandinsky
fue registrando en anotaciones, daría lugar a un texto decisivo en la
literatura artística: De lo espiritual en
el arte, publicado en 1911. En el “Epílogo” de este libro seminal,
Kandinsky escribe: “nos acercamos cada vez más a la época de la composición
consciente y racional”, “pronto el pintor estará orgulloso de poder declarar
‘composicionales’ sus obras (a diferencia de los impresionistas puros que
estaban orgullosos de no declarar nada)”.
En
ese mismo año de 1911 se produce el encuentro de Kandinsky con Franz Marc y con
Paul Klee. Junto al primero, Kandinsky forjaría en Munich el grupo “El jinete
azul”, uno de los dos núcleos principales del expresionismo en Alemania.
Después de un agitado periodo en Rusia, Kandinsky vuelve a Alemania en 1922, y
es invitado por Walter Gropius a trabajar en la Bauhaus. Siempre en una línea
de composición libre, Kandinsky alcanza otra fase de gran intensidad plástica
situando en el núcleo de su pintura todo un despliegue de formas geométricas
que reverberan rítmicamente en planos de color.
Amarillo-rojo-azul [Gelb-Rot-Blau] (1925).
Óleo sobre lienzo, 128 x 201,5 cm.
Una
nueva síntesis teórica de ese proceso da lugar a la publicación en 1926 de Punto y línea sobre el plano, otro de
los libros referenciales en la literatura artística del siglo veinte, y del que
pueden verse en la exposición algunos dibujos originales elaborados para el
mismo y una primera edición. En él, Kandinsky afirma que se propone llevar el
aumento de tamaño del punto, al que
caracteriza como “la mínima forma temporal”, “hasta su límite extremo,
traspasándolo incluso, para alcanzar un momento en que la visión del punto como
tal desaparece y en su lugar comienza a vivir el plano en estado embrionario.”
La composición pictórica, plenamente libre, se despliega, dinámica y
rítmicamente, a partir de su núcleo mínimo: el punto, y su desenvolvimiento en
el plano.
Azul de cielo [Bleu de ciel] (1940).
Óleo sobre lienzo, 100 x 73 cm.
En
diciembre de 1933, tras el ascenso al poder de los nazis en Alemania y el
cierre definitivo de la Bauhaus, Kandinsky se instala en Francia, en Neuilly,
cerca de París, donde residiría hasta el final de su vida en diciembre de 1944.
En esta fase frecuenta al principio los círculos surrealistas, aunque poco a
poco, con los avatares que se viven en Francia, de donde no quiere desplazarse,
va estando cada vez más aislado. En esta fase, sus dibujos y composiciones
pictóricas van introduciendo signos y elementos biomorfos, en algunos casos
imágenes virtuales de lo que podría ser el magma o líquido originario de la
vida.
Todas
estas fases y puntos de inflexión están magníficamente recogidos en esta muestra.
Vassily Kandinsky: el impulso espiritual y la energía de estructuración formal
de la pintura, en el despliegue de la plena libertad
interior. En respuesta a un cuestionario de la revista surrealista Minotaure planteado a escritores y
artistas sobre cuál había sido el encuentro decisivo en sus vidas, Kandinsky, a
partir de un relato previo sobre un caso concreto, respondió que para él ese
encuentro decisivo fue el de la “ley de la libertad
interior. Esta mismísima ley que es verdaderamente la única fiable en el arte.”
*
Kandinsky. Una retrospectiva; comisaria: Angela
Lampe.
CentroCentro Cibeles, Madrid, del 20 de octubre de 2015 al 28 de febrero
de 2016.
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