domingo, 20 de enero de 2013

El coleccionista de obsesiones


En la Fundación Lázaro Galdiano

Exposición
Bernardí Roig:
El coleccionista de obsesiones

La exposición estará abierta al público entre el 25 de enero y el 20 de mayo de 2013.



Síntesis y concepto de la exposición

“Hay muchas especies de coleccionistas; y además, en cada uno de ellos opera una profusión de impulsos”, escribió Walter Benjamin. Esa profusión de impulsos: pluralidad, dispersión, intensidad… que busca adquirir, conservar, atesorar, caracteriza de modo singular la trayectoria de José Lázaro Galdiano. Las colecciones que hoy guarda la Fundación que lleva su nombre, afortunadamente de titularidad pública, constituyen un ejemplo particularmente significativo de hasta qué punto el impulso a coleccionar abre todo tipo de vías de enriquecimiento de la experiencia.
Pero hay un núcleo central en la pasión de coleccionar que no es otro que su vínculo con la memoria. El coleccionista intenta guardar en los objetos que atesora el hilo rojo de experiencias vividas. Lo que se desvela a través de ellos es, en el fondo, una voluntad de recobrar el tiempo que pasó. Podría así decirse que coleccionar es una lucha contra el tiempo, un impulso a permanecer materialmente en los objetos, de todo tipo, en los que en un momento de vida se demoró la mirada, el tacto, la apropiación corporal y sensible. Hay concepto, desde luego, pero el coleccionismo implica una intensa inmersión sensible y sentimental en las piezas que forman la colección.
Esa lucha, pasional, con el tiempo es también, sin duda, la clave última del trabajo de Bernardí Roig, uno de nuestros artistas actuales que goza del más amplio reconocimiento internacional, y que a lo largo de su trayectoria artística ha tenido en todo momento como referentes esenciales la memoria y el deseo. El concepto que sustenta esta exposición tiene que ver con el descubrimiento de una imagen inadvertida en el espejo: el artista, él también, es un coleccionista, aunque no de piezas u objetos, sino de representaciones plásticas, de ideas, emociones y sentimientos que se plasman en obras. Y, en ese sentido, el artista es también un coleccionista, pero un coleccionista de obsesiones, aquellas que va plasmando en su trabajo en busca de la realización de la obra.
Todas las piezas de la exposición: los dibujos, el libro de luz, las esculturas, el molde que se confronta con las armaduras, la película rodada especialmente para esta muestra en los espacios de la Fundación, incluso el tablero de imágenes, giran en torno a una misma modulación: alcanzar la luz. En sus obras, Bernardí Roig bucea en un depósito abigarrado de imágenes: del arte a la vida cotidiana, de las raíces familiares a lo desconocido, para impulsar su búsqueda desde la memoria a la luz del deseo. Algo que tiene su reflejo en el Tablero de imágenes, que vive en una pared de su estudio, donde va fijando recortes de imágenes tomadas de aquí y de allá, y que se presenta al público por vez primera en esta exposición. Es un registro íntimo de cómo la obsesión gira, se expande y se eleva hasta acabar convirtiéndose en obra.
En definitiva, coleccionar obsesiones hasta convertirlas en obras artísticas. El trabajo de Bernardí Roig, en el espejo diseminado de los espacios de la Fundación Lázaro Galdiano: las salas, el jardín, incluso el sótano, permite a nuestra mirada y a nuestra sensibilidad introducirse en la amplitud de registros que implica el coleccionismo, del deseo a la memoria, de la lucha humana con el tiempo a su plasmación en obra de arte.

José Jiménez
Comisario de la exposición

sábado, 19 de enero de 2013

El arte en la guerra



El arte en la guerra

Una de las exposiciones más interesantes de los últimos meses en París es la que el Museo de Arte Moderno de la Ciudad presenta con el título "El Arte en guerra. Francia 1938-1947", y que puede todavía verse hasta el próximo 17 de febrero. Con cerca de 400 obras de más de 100 artistas y un buen número de documentos de todo tipo: objetos diversos, impresos y material fílmico, la muestra es ante todo un gran fresco histórico que nos permite sumergirnos en uno de los periodos más convulsos de la historia reciente de Europa. Un periodo en el que la guerra, exacerbación extrema de la violencia, expande su huella siniestra propiciando no sólo muerte y destrucción sino también intenso dolor, desgarramiento e incertidumbre entre quienes sobrevivieron.
Articulada en diez apartados, y con un enfoque marcadamente historicista, la exposición es irregular desde un punto de vista específicamente artístico: las obras, objetos y documentos no han sido seleccionados atendiendo a su calidad estética, sino sobre todo a su importancia informativa. Más que una muestra de grandes obras de arte, lo que tenemos ante los ojos es una especie de "documental", una mirada retrospectiva sobre un tiempo terrible y lleno de zozobras.

Victor Brauner: Sufrimiento, sufrimiento 
[Souffrance, souffrance] (1941). 
Ó. s. l., 46 x 38 cm. Musée d'Art Moderne de la Ville de Paris.

Me parece un acierto haber situado en el inicio una pequeña reconstrucción de la Exposición Internacional del Surrealismo, que abrió sus puertas en París en enero de 1938, y que fue concebida como una respuesta a las exacerbaciones nacionalistas de la Exposición Internacional de 1937. En ella se respiraba ya, de forma anticipatoria, el "aroma" de esa guerra que habría de venir y que, como tristemente sabemos, había de hecho comenzado ya en España. Los campos de internamiento, el exilio y la clandestinidad se convirtieron en situaciones forzadas para muchísimos seres humanos. Entre 1938 y 1946, 600.000 hombres, mujeres y niños fueron internados en los campos franceses: primero, republicanos españoles y después, a partir del desencadenamiento de la guerra, alemanes anti-nazis, residentes en Francia de las entonces llamadas "potencias enemigas", o comunistas franceses. Después de la derrota de Francia, y bajo el régimen colaboracionista de Vichy, los campos franceses se convertirían para los judíos en una siniestra antesala de la muerte: 75.000 serían deportados a Alemania, en particular al campo de exterminio de Auschwitz.

Pablo Picasso: Naturaleza muerta con lechuza y erizos 
[Nature morte à la chouette et aux oursins](1946). Ó. y resina s. madera (haya),  81,5 x 79 cm. Musée Picasso, Antibes.

Artistas extranjeros, como Max Ernst o Hans Bellmer, fueron internados. Otros marcharon al exilio. Picasso, que en 1937 había presentado el Guernica en la Exposición Internacional, continuó trabajando en silencio en París, vigilado por la Gestapo, y realizando obras de una calidad excepcional. Las que se presentan en la exposición, en una sala dedicada sólo a su obra, constituyen, sin duda, lo mejor desde un punto de vista artístico que podemos encontrar en la misma. Y contrastan, en cambio, con la impresionante "caída" de calidad de las que contemporáneamente hizo Georges Braque, también presentes. Otros grandes nombres de la vanguardia: Henri Matisse, Pierre Bonnard y Georges Rouault, por ejemplo, de quienes se presentan igualmente magníficas piezas, continuaron trabajando en los ambientes más tranquilos del sur de Francia.

Pablo Picasso: La alborada [L'Aubade] (1942). 
Ó. s. l., 195 x 265 cm. Centre Pompidou, París.

La muestra pasa revista al proyecto, impulsado por las autoridades de Vichy, de propiciar un arte estrictamente "francés", expurgado de Picasso, artistas extranjeros, surrealistas y abstractos, y también a las plataformas de continuidad, con un alto grado de riesgo, de las propuestas de la vanguardia. Y después al nuevo ambiente que despunta con la "liberación", el retorno a la abstracción, el interés por el cuerpo y la gestualidad, para culminar con las búsquedas "primitivistas" de los llamados "anartistas", entre ellos Jean Dubuffet o Wols.
"El Arte en guerra" permite, en definitiva, apreciar las respuestas, diversas y siempre difíciles, de los artistas ante una situación que suponía un gran signo de interrogación sobre el sentido de su propio trabajo. ¿Qué puede hacer el arte, de qué sirve, cuando la experiencia de la guerra lo destruye todo? Quizás una de las consecuencias más relevantes que uno puede extraer del material reunido en la exposición es, precisamente, el valor afirmativo del arte, de todas las artes, claro: también la literatura y la música, en esas situaciones extremas que niegan el núcleo central de la vida humana. En esas situaciones extremas, la educación, la cultura, las artes, vías intensas de afirmación de la dignidad humana, son más imprescindibles que nunca.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1076, 19 de enero de 2013, p. 20.