domingo, 26 de junio de 2016

Exposición de José Manuel Ballester en el Museo Lázaro Galdiano, Madrid

Presencias desveladas


Continuando la línea de exposiciones en diálogo con su magnífica colección, el Museo Lázaro Galdiano presenta en esta ocasión una sugestiva muestra “de cámara” de José Manuel Ballester (Madrid, 1960), Premio Nacional de Fotografía 2010. Pintor y fotógrafo, Ballester inició en 2007 una serie de obras con el título “Espacios ocultos”, de la que forman parte las piezas que ahora podemos ver en esta muestra.
“Espacios ocultos” se caracteriza por una acción de eliminación y de desvelamiento. Utilizando la tecnología digital, Ballester interviene en reproducciones de obras maestras de la pintura en las que elimina toda una serie de elementos, y de modo especial las figuras de seres vivos. Con ello, se llevan al primer plano los espacios en que éstas se inscriben, ya sean paisajes naturales o ambientes construidos, que de este modo aparecen a una nueva luz, resultan desvelados.

El jardín deshabitado (2008) [a partir de El Bosco: El jardín de las delicias].
Impresión digital sobre lienzo, 204 x 384,2 cm.

En Paisajes encontrados se reúnen ocho impresiones digitales, datadas entre 2013 y 2016, todas ellas con las mismas medidas y formato de las pinturas originales de El Bosco, El Greco y Goya con las que Ballester dialoga, y situadas en los mismos espacios del Museo donde éstas se presentan habitualmente. A ellas se unen otra impresión que interviene sobre las tres tablas frontales de El jardín de las delicias de El Bosco, con el título El jardín deshabitado (2008), y un vídeo en alta definición: Concealed Garden [Jardín oculto] (2007-2014), en el que accedemos dinámicamente a los procedimientos de inserción de líneas y planos utilizados para alcanzar otra visión del gran tríptico de El Bosco.

Visión surrealista (2015-2016) [a partir de Taller de El Bosco: La visión de Tondal].
Impresión Vitra, 54 x 72 cm. (sin marco).

Es obvio que en esta muestra el acento central se pone en la mirada sobre El Bosco, en reflejo y contraste con la excelente exposición del Museo del Prado con motivo del quinto centenario de su muerte: una mirada “de hoy” sobre las obras de un artista de “siempre”. Además del desvelamiento de El jardín de las delicias, Ballester interviene sobre dos obras de la colección del Lázaro Galdiano. La obra del taller de El Bosco La Visión de Tondal (1501-1550) se convierte en Visión surrealista (2015-2016), y así podemos apreciar toda una serie de elementos extraños, fuera de escala, y de modo central una cara humana de huecos ojos negros convertida en una especie de edificio. La otra obra de El Bosco: San Juan Bautista en meditación (1485-1510), se encuentra en estos momentos en la exposición del Prado, pero de ella Ballester ofrece tres réplicas: una inalterada, otra en la que han desaparecido San Juan y el cordero del original, dejando así en primer plano la mandrágora gigante, y una tercera en la que junto a San Juan y el cordero vemos la figura del donante, oculto en el original por la mandrágora, pero cuya presencia detectan las radiografías de la pintura.

Vanitas (2015-2016) [a partir de El Greco: San Francisco en éxtasis].
Impresión digital sobre tela, 89 x 57 cm. (sin marco).

El diálogo con El Greco convierte San Francisco en éxtasis (1577-1580) en una Vanitas (2015-2016), y el Cristo agonizante con Toledo al fondo (1604-1614), prestado para la ocasión por el Banco Santander a cuya colección pertenece, se transforma en Lugar para la crucifixión (2013), donde el cuerpo de Cristo desaparece, quedando en primer plano la cruz, los rastros en el cielo nocturno y con el paisaje de Toledo al fondo. En el caso de Goya, El conjuro o Las Brujas (1797-1798) y El Aquelarre (1797-1798) se convierten en paisajes nocturnos deshabitados, mientras que La era o El verano (1786), despojado de todas las figuras humanas y animales del original, se transforma en un espacio de contraste entre los fajos de heno y el castillo del fondo.

Lugar para el aquelarre (2015-2016) [a partir de Goya: El Aquelarre].
Impresión Vitra, 43 x 30 cm. (sin marco).

En definitiva, lo que José Manuel Ballester pone en pie en esta exposición es un viaje en el tiempo: a través de sus impresiones digitales el diálogo con la pintura clásica nos permite reconstruir presencias latentes a través de las ausencias. La suya, en todo caso, sigue siendo una mirada “de pintor”. En sentido propio, podríamos hablar de picto/fotografía, de un intenso proceso de mantenimiento de la densidad pictórica a través de los nuevos giros y ecos de la imagen que la tecnología de nuestro tiempo hace viables.



* José Manuel Ballester: Paisajes encontrados: El Bosco, El Greco, Goya. Comisaria, Elisa Hernando. Museo Lázaro Galdiano, Madrid, del 20 de mayo al 11 de septiembre de 2016.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.240, 25 de junio de 2016, p. 21. 

domingo, 5 de junio de 2016

Joaquín Torres-García en la Fundación Telefónica, Madrid

La escritura de la imagen

Después de su presentación en el MoMA de Nueva York, y antes de que viaje al Museo Picasso de Málaga, podemos ver en Madrid una magnífica exposición del pintor uruguayo Joaquín Torres-García (1874-1949). Pintor entre dos mundos: América y Europa, Torres-García va mucho más allá del tópico reductivo que tantas veces se aplica a las culturas latinoamericanas. Es, sin fronteras, una de las figuras centrales de la primera mitad del arte del siglo XX, algo que se plasma en su concepción del universalismo constructivo, con la que él mismo caracterizó el sentido y los objetivos de su trayectoria.

Joaquín Torres-García en Montevideo (c. 1945-1946).
Foto: Rosell Cardoz. Sucesión Joaquín Torres-García, Montevideo.

En la muestra se presentan 175 piezas, principalmente pinturas, pero también dibujos, collages, esculturas de madera pintada, juguetes y documentos, que permiten recorrer en plenitud todas las dimensiones del proceso creativo de Torres-García, desde sus inicios en Cataluña, adonde llegó en 1891, hasta sus últimos años en Montevideo, su ciudad natal, a la que volvió en 1934, después de haber pasado por Nueva York, Italia, París y Madrid.

Composición vibracionista (1918).
Óleo sobre lienzo, 50 x 35 cm. Colección particular.

En “Lo que yo sé y lo que hago por mí mismo”, una publicación de 1930 con texto en francés y dibujos, Torres-García indica que el itinerario de la expresión exige mirar en el interior de cada ser, de cada cosa y de nosotros mismos. Y subraya que se trata de algo universal, ya que todo el mundo puede expresarse, en mayor o menor medida, a través del grafismo geométrico, que implica una misma vía ya se utilicen las palabras, la escritura, o el dibujo. Se trataría, por tanto, de “una geometría que nos es propia, que es nuestro alfabeto.”

Estructura (1931).
Óleo sobre lienzo, 72,5 x 52,5 cm. Museo Juan Manuel Blanes,  Montevideo.

Ésta es, en síntesis, la idea del universalismo constructivo, que tiene su raíz en la interioridad de todos los seres humanos, y que Torres-García despliega de forma deslumbrante en sus obras. En ellas, los planos de color, las estructuras geométricas y las líneas negras de grueso trazado superpuestas se articulan como un lenguaje que dialoga con las letras convertidas en figuras, en poesía visual inscrita en la obra plástica. Buscando un reflejo especular, desde el interior de sí mismo, de Torres-García, hasta el interior de todos los que miramos sus obras.

Arte universal (1943).
Óleo sobre lienzo, 106 x 75 cm. Museo Nacional de Artes Visuales,  Montevideo.

Esta idea del universalismo constructivo antropológico se vincula, como se subraya en el planteamiento expositivo de Luis Pérez-Oramas, con la búsqueda en Torres-García de lo originario, del enclave donde se situaría el sueño de la Arcadia feliz. Pero, claro, si para Torres-García toda representación: lingüística, sonora, o visual, es una construcción, ello implica que el resultado que se alcanza depende del punto donde se sitúa el arranque de la misma. Y no se trata, sin más, del llamado “punto de vista”, sino de que en la medida en que toda representación constructiva fluye siempre desde la interioridad, ésta presenta todo tipo de variaciones y de registros alternativos.

América invertida (1943).
Tinta sobre papel, 19,5 x 15,5 cm. Museo Torres-García,  Montevideo.

Es ahí donde se sitúa el alcance específicamente moral, y en consecuencia también político, del universalismo constructivo, que tanto preocupó a Torres-García. Y que se proyecta en sus propuestas de inversión de las representaciones que encubren posiciones de poder, como puede apreciarse en la versión que nos dió en 1943 del mapa invertido de América: el Polo Sur se sitúa en el Norte, lo que habitualmente se pone debajo queda arriba. En definitiva, en Torres-García encontramos un arte que busca y propicia la mejora del género humano a través de la escritura de la imagen que todos podemos compartir.


* Joaquín Torres-García. Un moderno en la Arcadia. Comisario: Luis Pérez-Oramas. Fundación Telefónica, Madrid. Del 19 de mayo al 11 de septiembre de 2016. 

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.237, 9 de junio de 2016, p. 24.