domingo, 18 de noviembre de 2018

Exposición «El Cubismo» en el Centro Pompidou, París


La vida de las formas

Desde luego, hay exposiciones y exposiciones. Y ésta supone todo un punto de inflexión, una excelente nueva síntesis: en aportación de datos, planteamientos teóricos, y obras reunidas, sobre uno de los movimientos artísticos iniciales y de mayor proyección en el periodo histórico de las vanguardias artísticas, el Cubismo. Se trata de un proyecto conjunto del Centro Pompidou y del Kunstmuseum de Basilea, adonde la muestra viajará del 31 de marzo al 5 de agosto de 2019. En París, se presentan 300 obras, con una excelente presentación y montaje, articuladas en las salas en 13 secciones siguiendo un orden cronológico.
El objetivo es trazar un panorama lo más completo posible del Cubismo desde sus inicios en 1907 hasta su fase final en 1917, coincidiendo con la Primera Guerra Mundial, y apuntando su proyección e influencia en los movimientos artísticos posteriores.

Pablo Picasso: Autorretrato [Autoportrait] (1907).Óleo sobre lienzo, 56 x 46 cm. Národní Galerie, Praga.

En sus inicios, se sitúan un conjunto de factores desencadenantes. En primer lugar, la obra de Paul Cézanne, fallecido el 22 de octubre de 1906, y a quien se dedica una exposición retrospectiva, en París, en el Salón de Otoño de 1907. Junto a ello, están también la irrupción de formas de representación no tradicionales en síntesis con otras culturas, como es el caso de las obras de Paul Gauguin, o de lo que entonces se llamó “arte primitivo”.

Georges Braque: Desnudo [Nu(1907-1908).Óleo sobre lienzo, 140 x 100 cm. Centre Pompidou, París.

En ese ambiente, de búsqueda artística de lo nuevo, como había ya anticipado literariamente Charles Baudelaire, Pablo Picasso y Georges Braque pondrán en pie el lenguaje plástico del Cubismo. De la representación “ilusionista”, con pretensiones de reproducir la realidad, algo a lo que en aquellos momentos se podía acceder con facilidad mediante la fotografía, se pasa a un planteamiento conceptual que transfiere la visión, en todos sus registros plurales, a las estructuras y formas geométricas.
Es importante señalar que, a diferencia de otros movimientos artísticos vanguardistas, el Cubismo no fue inicialmente un proyecto de grupo, y que sus planteamientos no estuvieron fijados previamente en manifiestos. Y así, el nombre Cubismo proviene de una manifestación polémica de Henri Matisse contra los “pequeños cubos” que configuran los paisajes de L’Estaque, un pequeño pueblo francés al oeste de Marsella, pintados por Braque en 1907. En ese mismo año tiene también lugar la gran culminación pictórica del Cubismo: Las señoritas de Aviñón, de Pablo Picasso.

Fernand Léger: La boda [La Noce] (1911). Óleo sobre lienzo, 257 x 206 cm. Centre Pompidou, París.

Poco a poco se van incorporando otros nombres, y entre 1911 y 1914 la celebración de los Salones Cubistas da una gran proyección pública al movimiento, abriendo incluso la participación de artistas que no vivían en Francia en los mismos. En 1913, el gran poeta Guillaume Apollinaire, uno de los más importantes interlocutores del movimiento, en su texto “La pintura moderna” señalaba: “El Cubismo auténtico (…) sería el arte de pintar nuevas constelaciones con elementos formales tomados no de la realidad de visión, sino de la concepción.” Conceptualismo plástico, por tanto. Una dimensión que, más allá de las fechas históricas del Cubismo, tiene una presencia central en todas las fases y momentos del arte contemporáneo.
Las obras y documentos reunidos nos transmiten el modo profundo en que los cubistas recogen y transmiten el dinamismo de la vida moderna: las formas nunca son estáticas, se desplazan, se mueven, giran, se invierten… Y, a la vez, utilizando materiales cotidianos, abrieron la vía para técnicas y soportes hasta entonces inéditos, como los collages, los papeles pegados, las construcciones, o los ensamblajes.

Georges Braque: La guitarra estatua de espanto [La Guitarre statue d'épouuvante] (1913). Papeles pegados, carboncillo y gouache sobre papel, 73 x 100 cm. Musée Picasso, París.

Temáticamente, se produce también por vez primera la plena incorporación de los lenguajes comunicativos de la modernidad: la escritura del diseño, de la publicidad, y de los periódicos, las nuevas formas de la vida, en las obras artísticas. Decisiva resulta igualmente la atención a la música, con la intensa presencia de instrumentos musicales, sobre todo la guitarra, pero también el violín, la mandolina, o el clarinete, e incluso la partitura. Son signos claros de la voluntad de intercomunicación del Cubismo, que a la vez están en la raíz de su proyección en las diversas variantes de la literatura, la música, o el cine.

Pablo Picasso: Instrumentos de música sobre un velador [Instruments de musique sur un guéridon] (1914). Óleo y arena sobre lienzo, 128,5 x 85 cm. Fondation Pierre Bergé-Yves Saint-Laurent, París.

Lo cotidiano, las estructuras con las que vivimos, pasan a ser motivos de representación. E igualmente relevante es el gran número de desnudos femeninos, desde el antecedente de las Cinco bañistas (1885-1887) de Cézanne, donde se alumbra el eco de las formas en los cuerpos del deseo. Ciertamente, el estallido de la Guerra en 1914 supuso también no ya un estallido, pero sí un proceso de irradiación intenso del Cubismo y la aparición de nuevos planteamientos.
Pero como síntesis final del significado y alcance del Cubismo, siempre he considerado especialmente preciso y revelador lo que Pablo Picasso le dijo a Marius de Zayas en 1923. Frente a los que lo consideraban “un arte de transición”, Picasso sostenía: "El Cubismo no es semilla ni feto, sino un arte que trata fundamentalmente de las formas; y cuando se crea una forma, ésta adquiere vida propia. " Esto es lo que nos dio y nos da el Cubismo: la vida de las formas en el arte.



* «Le cubisme»; Centre Pompidou, París. Comisarios: Brigitte Leal, Christian Briend, Ariane Coulondre. Del 17 de octubre al 25 de febrero de 2019.

* Publicado, en versión reducida, en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.352, 17 de noviembre de 2018, p. 20-21.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Exposición en la Galería Juana de Aizpuru, Madrid


Los leopardos de Jiri Dokoupil

Una nueva, y excelente, exposición de Jiri Georg Dokoupil (Krnov, República Checa, 1954) llega a Madrid. Con 36 años de trayectoria artística a sus espaldas, desde su primera muestra en Colonia en 1982, Dokoupil es, sin duda, una de las figuras de mayor relieve en la escena internacional del arte. Siempre en itinerario, se caracteriza por una experiencia abierta a la pluralidad del mundo y de las tradiciones culturales. Dejó su Checoslovaquia natal, junto con su familia, en 1968, tras la invasión soviética, y actualmente vive y trabaja entre Berlín, Madrid, Rio de Janeiro, Praga, Plovdiv (Bulgaria), y Las Palmas. Su relación con España, su presencia aquí, ha sido siempre de gran importancia.

Pensando (2018). Acrílico y hollín sobre lienzo, 145 x 200 cm.

El núcleo de su trabajo artístico es la pintura, concebida desde una posición abierta, experimental, que se proyecta también en dibujos, esculturas, fotos, y algunas instalaciones. En diálogo con rasgos y procedimientos de diversos movimientos artísticos: neoexpresionismo, surrealismo, pintura de acción…, Dokoupil ha sido siempre un artista autónomo y original, individualista, independiente. Los títulos de sus obras nunca son descriptivos, plantean una dimensión mental, poética, que en ocasiones se conjuga con el humor, o la ironía.

Memoria (2018). Acrílico y hollín sobre lienzo, 145 x 200 cm.

Un rasgo continuo de su trabajo es desarrollarlo en series. Y en esta muestra se presentan 13 pinturas, de gran formato, pertenecientes a la serie «cuadros de vela». El nombre indica la utilización de una vela sobre el lienzo para dejar marcas de hollín sobre el mismo, un procedimiento utilizado por los artistas del Renacimiento. El propio Dokoupil señaló: “El primer cuadro de humo lo realicé en Madrid, en el otoño de 1988.” 

Melancolía (2018). Acrílico y hollín sobre lienzo, 200 x 300 cm.

En esta ocasión, los cuadros tienen una unidad temática, pues se nos presenta en todos los casos al leopardo como signo de la vibración de la vida en la pintura. El interés por el leopardo es el resultado de una metamorfosis, pues Dokoupil sentía desde los inicios de su trabajo una identificación personal con la figura del caballo, y la asociaba con su nacimiento en el año del caballo, según el calendario chino. Pero a partir del año 2000, en el que realiza el primero de los cuadros de vela con leopardo, la figura de este animal pasa al primer plano.
En las obras que podemos ver en la exposición, todas ellas realizadas en 2018, Dokoupil combina las marcas de hollín con la utilización de una gama plural de colores fluorescentes, con lo que alcanza una intensidad plástica de gran alcance. Al coincidir con él le pregunté por qué asociaba las manchas de la vela con el leopardo, y me respondió: “Cada vela tiene un leopardo.” Palabras que nos remiten a su búsqueda de una pintura orgánica, inmediatamente derivada de la naturaleza. Y así, en los cuadros de vela de Dokoupil, el leopardo vibra como un espejo de la vida natural ante nuestros ojos.


* Jiri Dokoupil: «Nuevos cuadros de vela»; Galería Juana de Aizpuru, Madrid. Del 27 de octubre al 12 de diciembre de 2018.

* Publicado, en versión reducida, en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.350, 3 de noviembre de 2018, p. 20.