miércoles, 30 de diciembre de 2015

Para 2016

A través

No creo en estas fiestas, supuestamente religiosas, vorágine del hiperconsumismo. Me preocupa, en cambio, cuándo podrá fijarse por fin el comienzo de la verdadera historia de la humanidad. Que sólo podrá llegar en un mundo plenamente laico: sin dioses, sin reyes, sin patrias.

Por eso quiero desearos a todos, queridas amigas, queridos amigos, lo mejor para el ya "inminente" 2016. Y que ojalá consigamos ir yendo A TRAVÉS, no sólo con la mirada y la visión, como permite... el vidrio, sino también con el pensamiento y la acción.

Marcel Duchamp: La Mariée mise à nu par ses célibatires, même (Le Grand verre) 
[La novia desnudada por sus solteros, mismamente (El gran vidrio)]. 

Hacia un mundo plenamente laico, de verdad humano.

En respuesta a una cuestión, que identifica espiritualidad con la creencia religiosa:

Siempre he tenido, y sigo teniendo, el máximo respeto por las creencias y opiniones personales. Dicho esto, para mí la verdadera espiritualidad reside en el reconocimiento de la dignidad de los seres humanos, fines en sí mismos, nunca medios, como ya hizo notar Immanuel Kant. Es en los seres humanos donde verdaderamente reside LA ESPIRITUALIDAD. Por tanto, es importante no relegarla en entidades externas, ni siquiera en dioses. La espiritualidad está en nosotros.




domingo, 27 de diciembre de 2015

Exposición de Joan Fontcuberta en Madrid

La ficción de la imagen

En lugar de “Pienso, luego existo” [Cogito, ergo sum], “Imagen, luego existo” [Imago, ergo sum]. ¡Si el pobre René Descartes levantara la cabeza…! Él, que en su Discurso del método (1637), creyó haber encontrado en el argumento antes mencionado el principio de certeza que hoy podemos situar como el impulso inicial, la primera formulación, de lo que luego constituiría el despliegue del racionalismo moderno, ¿qué diría ahora, sumidos como estamos en el remolino que nos absorbe de la imagen envolvente…?
Son éstas las cuestiones que vienen a la mente, a nuestra sensibilidad, cuando recorremos la vibrante, sugestiva exposición, de Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955), uno de los fotógrafos y teóricos de la imagen actuales de más profunda consistencia y relieve en un plano internacional. Esta muestra es una magnífica ocasión para tener una visión de síntesis de su obra, porque está articulada en un itinerario transversal y retrospectivo de un amplio conjunto de sus series de trabajo.

Instalación serie Herbarium (1982-85)

El comisario, Sema D’Acosta, aclara que la exposición sigue el planteamiento de Fontcuberta, para quien la disposición de las obras en espacios expositivos o en publicaciones es equivalente. En consecuencia nos encontramos ante fotografías, maquetas, objetos, vídeos y publicaciones, que van desgranando una gran diversidad de registros, todos ellos en torno al lenguaje y los sentidos del universo de la imagen en que hoy vivimos.
En el Canal de Isabel II, se nos presentan materiales de las siguientes series, que enumero en un orden cronológico: “Herbarium” (1984) “Sputnik” (1997), “Securitas” (2001), “Milagros” (2002), “Pin Zhuang” (2004), “Deconstructing Osama” (2007), y “Trepat” (2014), que incluye el vídeo de una conferencia sobre “la fotografía moderna” de Slavoj Fried. En los Museos de Ciencias Naturales y de Antropología, con los mismos formato y lenguaje de las colecciones de ambos, se presentan en el primero “Fauna secreta”, de la serie “Fauna” (1985-1989), y en el segundo “La sirena del Tormes” (2006).

Instalación serie Fauna (1985-89)

¿Qué es lo que vemos…? El espectador desprevenido tiene ante sus ojos toda una serie de imágenes y documentos que se apoyan entre sí y que, utilizando el lenguaje y los protocolos habituales de los medios de comunicación o de las instituciones científicas, le trasladan, con una retórica que se impone como verdad, la existencia de unas especies botánicas imaginarias, de un astronauta soviético eliminado de los registros oficiales por el fracaso de su misión, de unas llaves de seguridad con el perfil quebrado de las sierras de montaña, los milagros de un monje iluminado en un monasterio ortodoxo, los dibujos y maquetas de un prototipo de avión construido por el gobierno de China a partir de los restos de un avión espía norteamericano derribado en aquel país, la figura de Osama Bin Laden en proximidad, un conferenciante hablando sobre fotografía que podríamos confundir con el intensamente mediático Slavoj Žižek, un supuesto empresario de maquinaria agrícola coleccionista e impulsor como mecenas de la fotografía de vanguardia, los registros fósiles y documentales de una fauna antes desconocida, y los registros también fósiles y documentales que atestiguarían la existencia de sirenas en el río Tormes.

Serie Sputnik (1997).

El espectador desprevenido no puede sino creer que todo ello es verdad, sin ningún tipo de duda: las imágenes y los documentos así lo confirman. Pero, sin embargo, todo es ficción. Lo que Joan Fontcuberta construye, como si fuera verdad, con residuos de experiencias verdaderas y con la más sofisticada retórica de persuasión, es enteramente imaginario. Él mismo se sitúa como actor en algunas de las escenas elaboradas, interpretando el papel de astronauta, o el de monje, o el de Osama Bin Laden, o el de científico, con una caracterización que en todos los casos lo hace creíble. Alcanzamos así la clave central del trabajo de Fontcuberta, y que se expresa también con el título de la exposición: en el mundo en que vivimos aquello que se transmite como imagen y se apoya en documentos y registros de autoridad se recibe como algo que es, aunque no sea, aunque se trate de una construcción, de una ficción, de una mentira.
Todo esto se apoya en un proceso que tiene su punto de origen en la invención de la fotografía que, al tomarse como la plasmación visual de “algo que ha sido”, acaba concibiéndose como prueba de algo que pasó o que existió, como una especie de prueba notarial que supuestamente nos llevaría como a estar allí directamente, como a poderlo ver con nuestros propios ojos.

Serie Milagros (2002).

Joan Fontcuberta ha tratado con profundidad esta cuestión en sus escritos teóricos. En uno de ellos, en su hermoso libro de 1997 El beso de Judas, que lleva como subtítulo Fotografía y verdad, Fontcuberta escribió: “Toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera. Contra lo que nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miente por instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable. Lo importante es cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El buen fotógrafo es el que miente bien la verdad.”

Fotolibro, Trepat [edición de artista] (2014).

En conclusión: el fotógrafo es un fingidor. Y si esto es siempre uno de los aspectos característicos de las artes, consideradas y aceptadas como espacios de ficción, no debería serlo en cambio en el plano de la recepción pública de la imagen. Aquí, la cuestión de la verdad se enlaza con la dimensión moral y política: ¿quién o quiénes detentan el poder de las imágenes, la capacidad para transmitir como verdad, lo que responde a intereses casi siempre ocultos, que no se dejan ver…?
Lo que la obra de Joan Fontcuberta transmite va en esa dirección: en la sociedad de la imagen, en la que las relaciones públicas y sociales entre los seres humanos se configuran a través de la escenificación en la imagen, es necesario aprender a ver críticamente. Hay que saber que la imagen es siempre ficción, y por ello descifrar qué intención la modula en cada caso. Es así, a través del ejercicio del pensamiento crítico, como podemos aspirar realmente a alcanzar la libertad que como seres humanos anhelamos. 


* Joan Fontcuberta. Imago, ergo sum; Sala Canal Isabel II, Museo Nacional de Antropología y Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. Comisario: Sema D’Acosta. Hasta el 27 de marzo de 2016. 

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.214, 26 de diciembre de 2015, pp. 20-21.