jueves, 24 de diciembre de 2020

Exposición de León Ferrari en Madrid

 

León Ferrari: Arte y activismo

Las obras del gran artista argentino León Ferrari (1920-2013) llegan por tercera vez al Museo Reina Sofía, en el año en el que hace tres meses se cumplía su centenario. Su primera presentación fue en la muestra colectiva Heterotopías, entre diciembre del 2000 y febrero de 2001. La segunda vez fue en una exposición en contraste con la artista brasileña Mira Schendel (1919-1988), con el título El alfabeto enfurecido, entre noviembre de 2009 y marzo de 2010.

Sin título (1963). Acuarela y collage, 30,5 x 23,6. Donación Museo Reina Sofía.

En esta ocasión se trata de una muestra personal, una síntesis de su trayectoria, con un planteamiento no cronológico sino temático. Se trata de un proyecto desarrollado tras un acuerdo con la Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo (FALFAA, Buenos Aires), que junto con la exposición contempla la donación de 15 obras originales y la producción de 219 copias únicas de objetos y series del artista que pasarán a formar parte de la colección del Museo. La muestra viajará después, entre 2021 y 2022, al Van Abbemuseum, Eindhoven y al Centre Pompidou, París.

Augusto (1871-1970), padre de León e italiano de nacimiento, fue arquitecto y pintor, e intervino en la construcción y reconstrucción de varias iglesias en Argentina. La exposición recoge también algunos de sus trabajos. Al ser interpelado si por su carácter laico había una contraposición entre él y su padre, León respondió: “Mi padre era arquitecto y pintor. No era un católico militante. No hay nada que ‘conciliar’, no hace falta. Él hizo su trabajo, yo hago el mío.”

En la presentación en Madrid la muestra se presenta en seis secciones: «La justicia y los juicios», «Laboratorio Ferrari», «Arqueología religiosa de la violencia», «Ideas para infiernos», «Desafiar la impunidad», y «Modos de hacer / Ferrari inmaterial». Como complemento se ha programado también un ciclo cinematográfico, con el título «Iconoclastia ilustrada».

La civilización occidental y cristiana (1965). Ensamblaje de avión de madera pintada y Cristo de Santería. Fundación Augusto y León Ferari Arte y Acervo.

El conjunto resulta de gran interés y permite una visión bastante completa del trabajo artístico, abierto y transgresor, de Ferrari. En él está una de sus obras más relevantes: La civilización occidental y cristiana, a la que luego me vuelvo a referir. También otra pieza de gran relieve: Juicio Final (1994), una obra sobre papel impreso con la reproducción del Juicio Final de Miguel Ángel con excrementos de aves en la superficie, y que es una de las obras donadas. Así como la instalación La Justicia (1992), que posteriormente Ferrari renombró como 1492-1992. Quinto centenario de la Conquista. E igualmente algunas esculturas de alambre, sutiles y de gran transparencia y dinamismo interior, o la escultura Hongo nuclear (2007), con un color rojizo, que con la imagen de la explosión de una bomba nuclear representa el Infierno en la Tierra.

Juicio Final (1994). Collage, Excrementos de palomas sobre reproducción del Juicio Final, de Miguel Ángel. Donación Museo Reina Sofía.

¿Cómo se desarrolló el trabajo de León Ferrari…? El primer factor determinante a tener en cuenta es la profunda relación entre su vida, sus experiencias vitales, y su obra. Entre 1938 y 1947 estudió Ingeniería. Se casó en 1946, y junto a quien fue su mujer a lo largo de toda su vida: Alicia Barros, tuvo tres hijos: María Alicia (conocida como Marialí), Pablo y Ariel. Cuando en 1952 su hija contrae una meningitis tuberculosa, el matrimonio se traslada a Florencia. La madre y la hija regresan a Buenos Aires en 1953. Pero León permanece en Italia, y allí se introduce en el ambiente artístico.

Sus inicios en el arte tienen que ver con su interés por la cerámica, y su despliegue en formas escultóricas. Pero pronto se abre también a otro tipo de soportes: esculturas realizadas con cemento, con escayola, con madera, y con alambres. Acuarelas, collages, motivos pictóricos intervenidos a partir de reproducciones, las escrituras o dibujos caligráficos, las heliografías (fotografías de positivo directo), las performances y escenificaciones.

Y posteriormente los soportes se diversifican aún más. En 1960 conoció a Rafael Alberti, y su interés por la poesía se hace más intenso. Desarrolla trabajos con aves vivas, utiliza utensilios domésticos, baratijas, objetos de santería, y plasma una dimensión musical en sus dibujos-partituras. En definitiva, León Ferrari es un artista transgresor, su objetivo es hacernos pensar a través de todos los signos y soportes de la representación. Y en el trasfondo de su trabajo puede advertirse un eco actualizado de los planteamientos dadaístas y surrealistas.

La espera (1994). Pintura sobre maniquí [Fragmento de "La Espera", de Jorge Luis Borges], 40 x 37 x 17 cm. Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo.

Un momento decisivo en su proceso creativo tiene lugar en 1965, cuando produce un collage escultórico en el que sobre la reproducción de un avión militar estadounidense, cargado con bombas, sitúa la figura de un Cristo crucificado. La obra es la antes mencionada La civilización occidental y cristiana, y su idea le vino por el impacto e intenso rechazo que le produjeron los bombardeos estadounidenses en Vietnam. Lo que así se inicia es un proceso crítico que asocia los sistemas modernos de dominación con los planteamientos de la religión cristiana.

Y hay otro hecho en su vida que marca también profundamente su trayectoria: en los inicios de la dictadura militar abandona Argentina con su familia el 11 de noviembre de 1976, y se establece en Sâo Paulo, Brasil. Pero su hijo Ariel, militante político, decide quedarse en Argentina. Dejó de escribirles en febrero de 1977. Una criminal desaparición, como tantas que se produjeron en aquel proceso. En septiembre de 1978 recibieron la noticia de que lo habían matado.

Sin título [de la serie Nunca más] (1995). Collage [Escuela de Mecánica de la Armada + detalle del Juicio Final, de Hans Memling. Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo. 

La familia se quedó en Brasil hasta 1991, cuando volvieron ya definitivamente a Buenos Aires. En su estancia en Brasil León Ferrari intensificó profundamente su trabajo artístico, y viajó a distintos lugares, lo que poco a poco le hizo ser más reconocido internacionalmente. En las últimas décadas su crítica al Cristianismo como “ejercicio de dominación” se convirtió en un rasgo dominante en sus obras.

Lo que León Ferrari despliega en ellas es todo un alegato en defensa de la civilización laica. Y así, según sus propias palabras sobre lo que él hacía, “si esto no es arte, lo cambiaría de nombre, lo llamaría política, crítica corrosiva, cualquier cosa”. En definitiva, arte. Pero arte comprometido ética y políticamente a través de las formas. Arte transgresor.


León Ferrari: La bondadosa crueldad. Comisariado: Fernanda Carvajal, Javier del Olmo, Andrea Wain, y equipo FALFAA. Museo Reina Sofía. Hasta el 12 de abril de 2021.

* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 18-24 de diciembre de 2020, pgs. 34-35. - Edición online, https://elcultural.com/leon-ferrari-arte-y-activismo 


POR UNA NUEVA HUMANIDAD


Queridas amigas, queridos amigos... En estas fechas de transición quiero transmitiros a todas y todos lo que es mi principal deseo: que avancemos hacia una nueva humanidad. Hacia un sentido de la vida humana que tenga como base el respeto a toda diferencia o diversidad, el cuidado del clima y de la naturaleza (de la que somos parte), y la eliminación de los sistemas opresivos de poder. La vía es el pensamiento crítico, que conduce a la libertad y el conocimiento. Ojalá podamos compartir y hacer cada vez más intensa esa vía hacia una nueva humanidad

viernes, 11 de diciembre de 2020

Exposición de Óscar Domínguez en Madrid

Óscar Domínguez: La explosión de la imagen

Tras su presentación en Barcelona, en la Galería Marc Domènech, llega ahora a Madrid una notable exposición del pintor canario Óscar Domínguez (1906-1957), uno de los artistas más relevantes en el ámbito del Surrealismo. Es oportuno señalar que Guillermo de Osma fue el comisario de una amplia muestra retrospectiva de Domínguez, que se presentó en Madrid, en la Fundación Telefónica, desde noviembre de 2001 a enero de 2002. Y que posteriormente, ya en su Galería, presentó otras dos: una sobre las «decalcomanías» en 2006, y otra que en alguna medida coincide con la actual sobre la última década de trabajo de Domínguez, entre 1947 y 1957, en 2009.

La verdad es que este artista, canario de nacimiento e intensamente ligado a la ciudad de París, donde llegó en 1929, desarrolló todo su itinerario creativo y eligió poner fin a su vida, sigue mereciendo la máxima atención. Y en ese sentido es también importante señalar otra coincidencia: el Museo Picasso de Barcelona ha prorrogado la exposición «JAMAIS» [«JAMÁS»]. En este caso se trata de una muestra centrada en la recuperación de un objeto fundamental en la trayectoria de Domínguez: un fonógrafo en el que se introducen y sobresalen las piernas y una mano de una mujer, y que fue presentado en París en la Exposición Internacional del Surrealismo de 1938.

Jamais (1949)

Ese fonógrafo legendario, objeto de todo tipo de ilustraciones, fotografías, e interpretaciones, se creía perdido. Pero se acaba de recuperar, tras descubrir que Domínguez se lo había regalado a Pablo Picasso, lo que muestra el gran aprecio que le tenía, y así se ha podido reencontrar entre las cosas del artista malagueño. Es realmente una pieza de gran intensidad plástica: en ella vemos una mujer-fonógrafo, vemos cómo el cuerpo (femenino) del deseo se introduce en el sonido, que también se puede tocar para darle principio y duración. Óscar Domínguez pone ante nuestros ojos que la reproducción técnica del sonido permite ampliar, y en algún caso intensificar, la experiencia erótica. En definitiva, el sonido también es eros.

Las primeras obras artísticas de Óscar Domínguez datan de 1929, y ya en 1933, considerándose surrealista, presentó una exposición con ese carácter en Santa Cruz de Tenerife. Hacia finales de 1934 se integra en el grupo surrealista, y en ese ámbito despliega un proceso creativo de amplia intensidad, de la pintura al tratamiento plástico-irónico de los objetos, dando en todo momento libre curso al humor y a la imaginación. 

Aunque había comenzado a experimentar con la técnica algo antes, se sitúa en 1935 su invención de las «decalcomanías», que consiste en ir extendiendo tinta diluida sobre una hoja de papel, que se recubrirá después con otra hoja de papel en la que se presiona con la mano. Y luego se levanta esta segunda hoja hasta que la tinta diluida se va secando, con lo que aparecen formas imprevistas.

Esa técnica, que renueva las búsquedas del automatismo puro en el surrealismo, alcanzó un eco importantísimo. André Breton la valoró muy positivamente y sobre ella escribió que permitía “abrir a voluntad su ventana a los más hermosos paisajes del mundo y de otros lugares”. Se convirtió en un procedimiento que seguirían muchos otros surrealistas, y de un modo especial Max Ernst que la utilizó en pinturas al óleo en muchas ocasiones.

Frutero come-frutas (1949). Óleo s. lienzo, 89 x 116 cm.

La exposición de Madrid se sitúa en la última etapa creativa de Óscar Domínguez, entre 1948 y los años cincuenta, centrada en la pintura, y en la utilización de un procedimiento técnico: el «triple trazo» [«triple trait»]. Consiste en la introducción de un enmarcado con líneas de las formas y los colores en el interior de las pinturas. Con ello se intensifica su relieve y definición, y el resultado es que las figuras sobre el lienzo parecen estar vivas, quietas pero a la vez en movimiento.

Se presentan 19 piezas de una gran calidad: un dibujo, una litografía y 17 pinturas (una de ellas con un esbozo no culminado en el dorso), en las que aparecen sus temas predilectos: revólveres, redes, talleres de artistas, toros, pájaros, mujeres… Y siempre mezclando, superponiendo, las formas de las figuras y objetos representados, con lo que nos introducimos en ellos y a la vez quedan en nuestro interior cuando los vemos.

Rinoceronte (1950). Óleo s. lienzo, 12,5 x 17 cm.

En una carta, fechada en 1951, Óscar Domínguez escribió a su ex mujer Maud: “Ayer por la noche vi la explosión de una bomba atómica en mi sueño”. Una explosión en el sueño, la visión de “una extraña mezcla de todos los colores con una luz celeste en un movimiento espiral”. Este artista de las profundidades, de la visión interior, era capaz de plasmar en sus obras el estallido de la imagen, esa ruptura de los criterios ilusionistas o naturalistas de la representación que en todo momento determinó la deriva plástica del Surrealismo.

El arquero (h. 1950). Óleo s. lienzo, 73 x 92 cm.

Domínguez persigue la explosión de la imagen, dejando fluir la lava del inconsciente en un juego de doble fase, yendo a su encuentro en lo más profundo de sí y haciéndolo brotar luego en un estallido de luz. En el dibujo, en la decalcomanía, en la pintura.

Visto hoy, en la perspectiva que nos da el tiempo, Óscar Domínguez es probablemente una de las personalidades más marcadamente surrealistas de la época heroica del Surrealismo. Y, además, en estado puro, sin las contradicciones, o compromisos, con el orden y el autocontrol burgueses, tan claramente detectables en algunos otros grandes protagonistas de ese agitado espíritu de revuelta, que de forma tan profunda impregnó y aún impregna la sensibilidad contemporánea.

 

Óscar Domínguez: el triple trazo, 1948-1952. Galería Guillermo de Osma, Madrid. Hasta el 19 de febrero de 2021.

* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 4-10 diciembre 2020, pgs. 28-29. - Edición online, https://elcultural.com/oscar-dominguez-la-explosion-de-la-imagen