martes, 22 de enero de 2019

Exposición póstuma de Eduardo Arroyo en el Jardín Botánico, Madrid


La luz de la memoria


En la muestra se presentan 38 obras: pinturas y esculturas, datadas entre los años 2000 y 2018, lo que constituye una estela luminosa de su última etapa. En ellas podemos apreciar el carácter abierto de su trabajo, con referencias directas a referentes y personajes literarios: Don Juan Tenorio, Doña Inés, Moby Dick, Fausto, Dorian Grey, Fantômas. Musicales: el holandés errante (Richard Wagner), Falstaff (Verdi), Madame Butterfly (Puccini). A escritores: Miguel de Unamuno, James Joyce. O a cineastas: Orson Welles.

Doña Inés (2007). © Eduardo Arroyo, A+V Agencia de Creadores Visuales, 20182019.

Algo que constituye una constante en su trayectoria, en la que se encuentran muchos más nombres y referencias de obras literarias, artísticas, y musicales. En realidad, en línea con el flâneur (paseante) parisino que diseñó Charles Baudelaire, Arroyo siempre fue un paseante con los ojos plenamente abiertos hacia las luces y sombras de la vida, hacia el ritmo de los tiempos. 
Eso sí, todo se mezcla. Cortar y pegar: el collage, ha sido una constante del itinerario de Arroyo. En estas obras este procedimiento alcanza una gran intensidad, tanto en las pinturas como en las esculturas, dispuestas como en un juego de síntesis de fragmentos y partes, como si fueran mosaicos plurales, abiertos a la variación de temas, colores, y materiales.

El divorcio de Fantômas (2016). © Eduardo Arroyo, A+V Agencia de Creadores Visuales, 20182019.

El mundo se configura como un cruce de humanos (hay uno invisible), y animales: caballos, vacas, peces, murciélagos. Y ahí destella la mirada crítica al casticismo hispano: monjas, frailes, tenorios, caballeros andantes. Como en la pintura de 2017 El retorno de las cruzadas, en la que un picador a caballo se desplaza a través de un interior con un entramado al fondo de mosaicos de paisajes diversos.
En ese ir y venir plástico, destellan continuamente la interrogación y la ironía. La pregunta punzante acerca de lo que vemos cuando miramos: Arroyo introduce en todo momento un distanciamiento que lleva a la reflexión. Algunas cuestiones son centrales, sobre todo el cuestionamiento de la identidad: nada es lo que parece. Y de ahí todo un repertorio de imágenes en el que el rostro aparece cubierto: con la máscara, el antifaz, o las gafas con cristales opacos. Yo no soy yo, tú no eres tú.

Moby Dick (2018). © Eduardo Arroyo, A+V Agencia de Creadores Visuales, 20182019.

Además de artista plástico, también escritor, Arroyo publicó en 2016 un libro: Bambalinas, en el que plasma un relato de su existencia a través de las máscaras que tuvo que ir adoptando. Pero Arroyo puntualiza que si antes las máscaras protegían la libertad, en la actualidad todo el mundo estaría enmascarado, para no dejarse ver, por miedo a la identificación.
Y junto a la máscara y la ironía, el pastiche: la superposición de imágenes que entran en nosotros y se quedan. En el catálogo de su exposición Los bigotes de la Gioconda (2009), Arroyo escribió: “No se nos escapa que las imágenes que hemos visto una sola vez, y de refilón, en cuadros, fotografías, textos, se han quedado depositadas en el fondo de nosotros mismos, y esta especie de herencia visual nos da derecho a manipularlas, copiarlas y utilizarlas sin ningún complejo de culpa porque nos pertenecen simplemente.”

El buque fantasma (2018). © Eduardo Arroyo, A+V Agencia de Creadores Visuales, 20182019.

Máscara, ironía y pastiche que confluyen en la última pintura de Arroyo, que da título a la muestra: El buque fantasma. En ella, la leyenda wagneriana del holandés errante se sintetiza en una nave, quizás un submarino, entre dos caballitos de mar de color rojo intenso, y en las aguas de lo que sería un mar de máscaras de Fantômas. La significación de esta obra alcanza aún más intensidad porque, a pesar de que se nos dice que fue su última obra, pintada por tanto en 2018, cuando la vemos se lee claramente en el lienzo la inscripción ARROYO 98. ¿Un error de datación…? Según la comisaria, todo empezó por una errata al poner la fecha, pero de ahí Arroyo pasó a jugar con el dato: hizo viajar intencionalmente a la pintura veinte años hacia atrás.
Ahí estamos: el tiempo, la existencia, la vida, son frágiles, dispersos, cambiantes. Por ello es tan necesario comprender que las imágenes y la luz que transmiten no es algo fijo, ni estable. Van y vienen en el curso de la experiencia, a través de lo que fijamos en el recuerdo. Eduardo Arroyo: la luz de la memoria.


* Eduardo Arroyo. El Buque Fantasma. Real Jardín Botánico, Madrid. Comisaria: Fabienne di Rocco. Del 12 de enero al 17 de marzo de 2019.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.361, 19 de enero de 2019, pp. 20-21.

viernes, 11 de enero de 2019

Exposición en el Museo Reina Sofía, Madrid


Aires artísticos de París


Carmen Herrera: Sin título (1949). Acrílico sobre lienzo, 66 x 127 cm. Estrellita B. Brodsky Collection.


En la muestra se presentan más de doscientas obras de más de cien artistas, en un registro muy amplio de soportes: pintura, escultura, cine, música, o fotografía. El recorrido se articula en doce espacios, de manera cronológica, situando en su inicio a Vasili Kandinski, fallecido en Neuilly-sur-Seine muy cerca de París el 13 de diciembre de 1944, y a Pablo Picasso, de quien curiosamente se ha seleccionado  El niño de las palomas, de 1943, una obra anterior a la fecha propuesta en el propio título  de la exposición.

Pablo Palazuelo: Alborada (1952). Óleo sobre lienzo, 101 x 220 cm. Colección La Caixa.


Aunque hay obras de gran calidad, el conjunto es muy desigual. Y el gran problema es que buena parte de las obras se presentan aisladas, agrupadas básicamente por fechas, y sin reconstruir el contexto y las trayectorias de sus creadores, lo que hace bastante difícil su encuadramiento y comprensión por parte de los públicos. De modo que lo que se nos da es una especie de «inventario abierto» de algunas líneas y situaciones del arte en París durante esas dos décadas. Casi diría que lo más destacado en la muestra es la presentación en ella de la maravillosa película Un americano en París (1951), dirigida por Vincente Minnelli, con el deslumbrante trabajo como actor, bailarín, y coreógrafo, del gran Gene Kelly.
El comisario: Serge Guilbaut, historiador del arte nacido en Francia en 1943, desarrolló su carrera académica en EE. UU., y desde 1990 es profesor en la University of British Columbia en Vancouver, Canadá. Su publicación más conocida es De cómo Nueva York robó la idea de arte moderno (1983, traducida al español por vez primera en 1990). Se entiende que Nueva York robó esa idea de París, y su estudio se centraba en el análisis del Expresionismo Abstracto, en relación con la Libertad y la Guerra Fría. Una temática coincidente en fechas con la exposición que ahora se presenta en Madrid, aunque dándole la vuelta en el espejo: ahora desde las fronteras abiertas del mundo a París.

Rafael Canogar: Composición (1956). Óleo sobre lienzo, 80,5 x 117 cm. Colección Alberto Cortina.


En este punto, me parece importante señalar un aspecto que desde distintos medios artísticos se viene señalando desde hace tiempo. En el Museo Reina Sofía no se indica el nombre de los comisarios de las exposiciones temporales ni en los textos situados en los muros de información, ni en los pequeños folletos informativos disponibles para los públicos. Sí se comunica a la prensa, y también aparece en los catálogos. Pero que esa información no esté plenamente disponible para todos los públicos que visitan el Museo y ven las exposiciones, y que en una gran parte no tienen información de prensa sobre las mismas ni adquieren los catálogos, es evidentemente una mala práctica en la actividad artística de una institución pública.

Roberto Matta: La pregunta (1957).Óleo sobre lienzo, 189,9 x 294,6 cm. Collection of Federica Matta.


Es obvio que la producción y presentación de las exposiciones temporales es un complejo trabajo colectivo, pero también lo es que el papel del comisario tiene una importancia central en esa tarea. Y sorprende que no se preste más atención a esta cuestión, precisamente en un Museo que tiene especialmente en cuenta todo lo referente a la documentación, y no sólo a la presentación de las obras.
En todo caso, y a pesar de los problemas señalados, esta «muestra inventario», nos permite respirar un ambiente, los aires artísticos en el París de las décadas mencionadas. En esos aires se advierte una posición libre y abierta de los artistas, que hacen brotar las formas directamente de su mundo interior, rompiendo toda sujeción a normas externas, en una línea que podríamos considerar paralela a lo que significa la utilización del verso libre en la poesía.   

* París pese a todo. Artistas extranjeros, 1944-1968; Museo Reina Sofía, Madrid. Comisario: Serge Guilbaut. Del 21 de noviembre de 2018 al 22 de abril de 2019.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.359, 5 de enero de 2019, pp. 22-23.