martes, 19 de junio de 2018

Exposición de Victor Vasarely en el Museo Thyssen, Madrid


Las formas en movimiento

El Museo Thyssen presenta una sugestiva muestra de Victor Vasarely (1906-1997), que permite un recorrido bastante completo del conjunto de su trayectoria. Vasarely, sin duda uno de los artistas no figurativos más importantes del siglo veinte, nació en Pécs, Hungría, aunque después de sus años de estudio y formación se trasladó a Francia en 1930, donde residiría el resto de su vida.

Hombre en movimiento (El hombre) (1943). Témpera sobre contrachapado, 117 x 132 cm. Vasarely Múzeum, Budapest.


Articulada en nueve secciones, en orden cronológico, la exposición reúne 88 obras y 2 películas, que proceden en su mayor parte del Museo Vasarely de Budapest y del Museo Victor Vasarely de Pésc, y el resto de otras procedencias. Es también significativo que el comisario es Márton Orosz, conservador del Museo de Bellas Artes de Budapest y director del Museo Vasarely. Así, tanto los fondos húngaros de obras de Vasarely como la mirada húngara sobre los mismos, se han trasladado temporalmente a Madrid.
En sus años de formación en Hungría, el diseño fue una de sus actividades centrales. En 1925 trabajaba en el diseño de escaparates, y entre 1925 y 1930 cursó estudios especializados en gráfica publicitaria, diseño, fotografía, y artes aplicadas al cine y al teatro. Esta dimensión: la potencia creativa del diseño, constituye uno de los aspectos decisivos de la obra de Vasarely a lo largo de toda su trayectoria, como bien puede apreciarse en las obras de esta muestra.

Gixeh II (1955-1962). Óleo sobre lienzo, 170 x 160 cm. Szépmüveszeti Múzeum, Budapest.

Aunque se suele encuadrar a Vasarely como uno de los iniciadores del «Op Art», o arte óptico, y de ahí el título de esta exposición, él prefería situarse en el marco del «arte cinético», un término que empezó a utilizar en 1953, basándose en la descripción del movimiento de los gases de Nicolas Sadi Carnot, ingeniero francés del siglo XIX.

Kroa-MC (1962). Múltiple. Serigrafía sobre metal, 44 x 44 x 5o cm. Vasarely Múzeum, Budapest.

Posteriormente, en 1965, Vasarely concretaba así su concepción del trabajo artístico: “La combinación de las fuerzas creativas es comparable a las moléculas de un gas que se mueve en el continuo del espacio-tiempo.” Cada partícula de esa combinación tendría su propia razón de ser, su individualidad, mientras que al mismo tiempo constituyen una unidad. Lo decisivo es el movimiento: “Algunas vibran más rápidamente, y este movimiento incrementado está cercanamente relacionado con el periodo en que esta individualidad vive.”
Con el título El movimiento [Le Mouvement], tuvo lugar en 1955 en París, en la Galería de Denise René –a quien había conocido en 1939–, la primera gran exposición de arte cinético, con la que Vasarely alcanzó una gran proyección internacional. Para esa ocasión, Vasarely escribió para el catálogo un manifiesto, impreso sobre una hoja de papel amarillo, que se conocería después como el «Manifiesto amarillo».
En él se encuentran algunas claves fundamentales de su obra. Los antecedentes y referencias explícitos que menciona: Manet, Cézanne, Matisse, Picasso, Kandinsky, Mondrian, Le Corbusier, Calder… Junto a la importancia del movimiento, la idea de que la forma y el color constituyen una unidad indisociable: “Forma y color no son sino uno. La forma no puede existir sino una vez señalada por una cualidad coloreada. El color no es cualidad sino una vez delimitado como forma.”

Toro (1973-1974). Acrílico sobre lienzo, 175 x 175 cm. Vasarely Múzeum, Budapest.

Y también la consideración del cambio en los soportes y en la transmisión de las obras de arte, propiciados por el despliegue de nuevas técnicas, algo que será decisivo en su propuesta de obras concebidas como «múltiples», y de las que también hay ejemplos en esta muestra. Según Vasarely: “Si la idea de la obra plástica residía hasta aquí en una acción artesanal y en el mito de la ‘pieza única’, hoy en día se sitúa en la concepción de una posibilidad de recreación, de multiplicación, y de expansión.” Es decir, Vasarely era plenamente consciente de la nueva situación del arte en una época marcada por la reproductibilidad técnica de las obras, como ya había señalado Walter Benjamin veinte años antes.
Como ocurre en todas las dimensiones del diseño, y para Vasarely eran fundamentales el arquitectónico y el gráfico, las obras artísticas se piensan en un registro abierto a la multiplicidad. En ellas, el núcleo expresivo se sitúa en la interacción entre forma y color, que Vasarely concibe, estableciendo una analogía con las matemáticas, con los términos de una ecuación: 1=2 / 2=1, que permite establecer una gramática de las formas, que a su vez –y también de forma explícita– se compara con la notación musical.

Bi-Octans (1979). Acrílico sobre lienzo, 180 x 180 cm. Vasarely Múzeum, Budapest.

Todo ello va desplegándose ante nuestra mirada en las distintas secciones de la muestra. En un caso: El hombre (1953), nos lleva de manera anticipatoria de algo cada vez más evidente, a la integración hombre-máquina, a la figura del cyborg. Y en todas las piezas, el juego de combinación y movimiento nos permite entrar y salir de las formas a partir de las diversas modulaciones de figuras geométricas. Victor Vasarely: las formas en movimiento.      


* Victor Vasarely. El nacimiento del Op Art; Museo Thyssen, Madrid. Comisario: Márton Orosz. Del 7 de junio al 9 de septiembre de 2018.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.334, 16 de junio de 2018, pg. 21. 

domingo, 3 de junio de 2018

Exposición de Brassaï en la Fundación MAPFRE, Madrid


La mirada interior

Tras su presentación en Barcelona, y antes de viajar al San Francisco Museum of Modern Art, se presenta en Madrid una exposición, de verdad excelente, del gran fotógrafo Brassaï (1899-1984). Gyula Halász, su verdadero nombre, había nacido en Brassó (Transilvania, hoy en Rumanía), ciudad de la que tomó su nombre artístico: Brassaï significa “de Brassó”, expresión explícita de su origen.

Montmartre (1930-1931). 29,8 x 39,6 cm. Estate Brassai Succession, Paris.

Sin embargo, su vida, enmarcada en el signo de la modernidad, fue la de un caminante por la ciudad, un viajero por el mundo. Su padre, que había estudiado en París, en la universidad de la Sorbona, fue profesor de literatura francesa en la universidad de su ciudad natal. Tras vivir en Budapest y en Berlín, en las que estudia Bellas Artes, se traslada a París en febrero de 1924. Allí encontrará su asentamiento definitivo, eso sí: para seguir viajando por el mundo.
Y lo más importante: la experiencia urbana de París abrió su sensibilidad hacia la necesidad de fijar los motivos de experiencia que se vivían en la ciudad. Es decir, a su utilización de la fotografía como soporte y medio de expresión, intentando capturar los instantes de vida más allá de su fugacidad.

En casa de Suzy [Chez Suzy] (1931-1932). 30 x 23,8 cm. Estate Brassai Succession, Paris.

El desencadenante fue, sobre todo, la gran seducción que sobre él ejerció “el París nocturno”, como el propio Brassaï indicó, retrospectivamente en 1964, en una entrevista: “Ya no podía aguantar por más tiempo las imágenes dentro de mí; había absorbido tantas, principalmente durante mis caminatas nocturnas, que tenía que expresarlas de una forma diferente, más directa que la que me permitía el pincel.”

Baile de las cuatro estaciones, calle Lappe [Bal des Quatre Saisons, rue de Lappe] (c. 1932). 
49,8 x 40,4 cm. Estate Brassai Succession, Paris.

En su presentación en Madrid, la muestra se articula en doce apartados temáticos, que permiten recorrer el conjunto de su trayectoria a través de más de doscientas piezas, fundamentalmente fotografías, pero también un conjunto de documentos y publicaciones de época, algunos dibujos, y una pequeña escultura de mármol rojo: Ariane (1971), que representa un desnudo femenino, uno de los temas más relevantes y recurrentes en la obra de Brassaï.

Desnudo en la bañera [Nu dans la baignoire] (1938). 23,5 x 17,3 cm. Estate Brassai Succession, Paris.

Vamos así pasando, a través de sus imágenes, por las calles como escenario de la vida, en las que vive, se muere, se duerme, y tal vez se sueña. En ellas aparecen todo tipo de personajes: gente común, con profesiones diversas. Y visitamos también los lugares donde se sitúan las personalidades notorias de la vida parisina. Especialmente interesante es lo que se reúne con el rótulo “Placeres”: ferias, fiestas, bailes, salas de diversión nocturna, cabarets, garitos, bares. En definitiva, espacios de la transgresión, en los que junto a la gente común aparecen la prostitución y la delincuencia.

Amantes en la Estación Saint-Lazare [Aimants à la Gare Saint-Lazare] (1930-1931). 23,6 x 17,3 cm. 
Estate Brassai Succession, Paris.

Lo que impresiona en ese recorrido por la diversidad de la vida moderna es la gran calidad de las imágenes. Brassaï utilizaba una cámara con trípode, buscando la máxima estabilidad posible en la captación. Y junto a ello, la perfección del enfoque, unida a la proyección, el juego de espejos, los reflejos que así suscita el contraste de la mirada.
Se trata, en último término, de forjar la mirada interior, a través de la cámara, y en este aspecto se puede advertir la importancia que tuvo el surrealismo en toda la obra de Brassaï. En 1928, André Breton caracterizó como “la ola de fuerza” del arte de nuestro tiempo “el modelo interior”. Eso vivimos con las imágenes de Brassaï: la necesidad de salir afuera para poder ir dentro de la vida, en su diversidad.


* Brassaï; Fundación MAPFRE, Madrid. Comisario: Peter Galassi. Del 31 de mayo al 2 de septiembre de 2018.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.332, 2 de junio de 2018, pg. 25.