martes, 26 de marzo de 2019

Exposición de Guillermo Kuitca en la Galería Elba Benítez, Madrid


Errantes en la ópera

Llega a Madrid una sugestiva muestra de uno de los artistas argentinos actuales más relevantes: Guillermo Kuitca (1961), de quien ya pudo verse en Madrid una amplia exposición personal en 2003, programada por el Reina Sofía en el Palacio de Velázquez del Retiro. Se presentan ahora 18 piezas, datadas entre 2010 y 2018: pinturas, dibujos, y una suite sobre seda de nueve partes, en las que alienta el flujo abierto, la búsqueda de ecos y resonancias, que caracterizan su obra.

El holandés errante (2011). Técnica mixta sobre seda (x 9), 68,5 x 91 cm. c. u.

En un sentido metafórico, podría decirse que Kuitca pinta “partituras”, registros visuales de la experiencia, que permitan orientarse en el ir y venir de los humanos en el mundo. De dentro a fuera, y de fuera a dentro: lo exterior y lo interior. Algo que se manifiesta en su interés por los mapas, por la cartografía, que en diversas obras recubren el colchón de una cama. El mapa también está en los sueños.
En una entrevista reciente, a la que se puede acceder libremente en internet (YouTube), el propio Kuitca indica que en su trabajo ha habido “siempre muchos fantasmas no pictóricos: teatrales, musicales, arquitectónicos”. Es importante señalar que, junto a su trabajo como pintor, Guillermo Kuitca ha desarrollado también, desde 1982, una importante actividad teatral. Es ese registro, o “fantasma” para usar el término que él emplea, el que predomina en esta muestra.

Teatro Colón [Buenos Aires] (2018). Técnica mixta sobre papel fotográfico, 27,9 x 42 cm.

Y en particular un género teatral concreto, a la vez dramático y musical: la ópera. La suite de nueve partes, que lleva por título El holandés errante (2011), evocación de la ópera de Richard Wagner cuyo estreno tuvo lugar en 1843, nos da el tono dominante. En las imágenes pictóricas del teatro se insertan las cintas de entrega de equipajes características de los aeropuertos. Si los protagonistas de la ópera de Wagner van del mar al cielo, en los “fantasmas” pictóricos de Kuitca viajamos en el teatro de ayer a hoy.

Teatro Real [Madrid] (2018). Técnica mixta sobre papel fotográfico, 27,9 x 42 cm.

Y el viaje, la errancia, se proyecta también en los dibujos de escenarios teatrales, todos realizados en 2018, que en lugar de parecer estáticos transmiten la impresión de estar en movimiento. Las dos versiones del Teatro Real de Madrid se dibujan ante nuestros ojos como grandes aves con las alas abiertas. Hacia el cielo. Como si errar en la ópera fuera volar.
Es oportuno recordar que Guillermo Kuitca se encargó de la coreografía de El holandés errante, de la ópera de Wagner, en su presentación en el Teatro Colón, de Buenos Aires, en 2003, otro de los dibujos de escenarios que vemos en la muestra. Pintura abierta, en la que sin duda resuenan los ecos musicales de la voluntad wagneriana de alcanzar la “obra de arte total”.

Teatro Real [Madrid] (2018). Técnica mixta sobre papel fotográfico, 92 x 91,5 cm.

Parece que fue un acontecimiento casual en el Covent Garden, de Londres, también otro de los dibujos que ahora vemos, lo que produjo un desplazamiento en las aproximaciones pictóricas de Kuitca al teatro, desplazando su centro de interés desde lo que sucede en el escenario a los asientos de los espectadores.
De este modo, los dibujos se convierten en una especie de mapas. Pero mapas abiertos, en movimiento. A través de la diseminación, de la disgregación de las formas, Guillermo Kuitca proyecta ecos y resonancias. “Fantasmas” que nos permiten ir de lo cerrado a lo abierto, formas errantes que parecen volar.

* Guillermo Kuitca; comisaria: Sonia Becce. Galería Elba Benítez, Madrid. Febrero – Abril de 2019.

* Publicado  en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.370, 23 de marzo de 2019, p. 20.

domingo, 17 de marzo de 2019

Martín Chirino:


La espiral de la memoria 

Un gran creador se nos fue… Nacido en 1925, Martín Chirino falleció el pasado día 11, a los 94 años. Pude ver, con gran emoción, su última exposición en Madrid, en la Galería Marlborough, en 2018, hace ahora un año, en la que el vuelo dinámico de sus esculturas seguía desafiando las miradas estáticas. Su escultura y sus dibujos: curvas, espirales, líneas que se proyectan más allá de los límites intentando dar expresión visual al viento, son toda una referencia en el arte de nuestro tiempo.


La espiral es, sin duda, el núcleo del pensamiento plástico de Martín Chirino. En el catálogo de su exposición en Marlborough en 1998, le decía al crítico de arte francés Serge Fauchereau que existen espirales en muchísimas otras culturas universales, pero que la de Canarias tendría un sentido especial: “Estas esculturas mías, estas espirales, tienen, en relación con las de otros artistas contemporáneos que también han hecho interpretaciones de esta misma forma, una diferencia: por la situación histórica en que nos encontramos, esta obra mía asume una personalidad y se convierte en un símbolo, en un emblema para Canarias, en un símbolo representativo de la zona.” Ahí están sus raíces: la espiral de Chirino como símbolo de la insularidad canaria.

El viento (14). Hierro forjado, 56 x 56 x 15 cm.

Pero no sólo eso. Además de su gran obra artística, Chirino desplegó también una importantísima actividad en los movimientos e instituciones culturales y artísticas en España. Estuvo en la fundación de “El Paso”, que marcó todo un nuevo horizonte para el arte en nuestro país. En su Manifiesto de 1958 se indicaba: “Creemos que nuestro arte no será válido mientras no contenga una inquietud coincidente con los signos de la época, realizando una apasionada toma de contacto con las más renovadoras corrientes artísticas.” Abrirse al presente, más allá de cualquier tradicionalismo y de toda tendencia cerrada o excluyente.
Muchos años después, fue también importantísima su función durante diez años, de 1982 a 1992, como Presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, que con él alcanzó un rango de verdadera proyección cultural, tanto dentro como fuera de España. Y de allí pasaría, como Director fundador del Centro Atlántico de Arte Moderno, en Las Palmas, a proyectar el vuelo de las islas al planeta, al mundo entero, estableciendo como línea programática la idea de tricontinentalidad, sustentada en el diálogo entre Europa, África y América.
En 2015, abrió en el Castillo de la Luz, en Las Palmas, una fortaleza del siglo XV, la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino, depositando en ella 25 obras fundamentales. Así, mundo abierto, en despliegue, en consonancia con sus dibujos y sus esculturas.

Lady Harimaguada (1996). Escultura pública en Las Palmas.

Estuvo activo en la fragua de forma constante: “Mi fragua está siempre ardiente”, indicaba en 2013 con ocasión de una exposición de su obra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La escultura de hierro fue el eje central de toda su trayectoria, con ecos no figurativos del arte africano y el surrealismo, a través de una representación continua de la espiral, línea plegada del viento sobre sí mismo, y a la vez símbolo cósmico, representación del disco solar, que apareció por primera vez entre sus obras en 1958.
A lo largo de los años sus motivos temáticos, sus vías para hacer hablar al hierro a través de las formas, fueron múltiples. Además de la espiral, Vientos, Raíces, Inquisidores, Mediterráneos, Ladies, Paisajes, Aeróvoros, Afrocanes, Penetracanes, Árboles, Cabezas, Homenajes, Atlánticas, Alfaguaras, e Iberias: títulos, todos ellos de sus diversas series, que muestran el diálogo abierto del pensamiento plástico de Chirino con la naturaleza y las diversas formas de vida.

El sueño de Canarias (2003). Hierro forjado, 134 x 46,5 x 46,5 cm.

En ese flujo irradiante de sus obras siempre he encontrado un eco de lo que Mircea Eliade planteaba en su libro Herreros y alquimistas (1956) acerca de la importancia del trabajo con los metales, desde épocas remotas de la historia de la humanidad, para fijar plasmaciones básicas, ancestrales, de la vida, y en concreto la relación entre cultura y naturaleza.
Algo que resuena en la presentación de su exposición Memoria, Martín Chirino en Silos (2003), donde él mismo escribió: “La espiral, gesto inquietante de origen oscuro, referente mítico que emerge de la memoria de civilizaciones, hoy olvidadas, para convertirse en enseña de la antigua patria de estos pueblos y razas, quedando como legado misterioso para la interpretación y conocimiento de su historia.”

El viento solano I (2007). Hierro forjado, 240 x 195 x 168 cm.

De ahí, de los orígenes ancestrales, al flujo del viento que sigue soplando en el hierro modulado incluso hoy. Y el trazo más intenso de ese flujo, Chirino lo sitúa en la espiral registro de la memoria ancestral, conexión visual, huella en hierro, de todo aquello por lo que han tenido que vivir y representar los distintos grupos humanos.
Martín Chirino ha sido siempre un forjador de los tiempos modernos, que a través de una plena libertad expresiva, con la intensa calidad técnica y la búsqueda de la plena excelencia formal en sus esculturas, consigue hacer hablar al hierro. Y siempre, de los dibujos al volumen, modulando la escala para así dar plenitud a las obras. En definitiva, Martín Chirino: un gran forjador de las formas, a través de la espiral de la memoria.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.369, 16 de marzo de 2019, pp. 20-21.

domingo, 3 de marzo de 2019

Colección de Luiz Augusto Teixeira de Freitas


Un laberinto abierto

En 2010 la Fundación Banco Santander inició un programa de exposiciones de colecciones privadas de arte, de ámbito internacional, que con ésta que llega ahora alcanza ya diez presentaciones, una por año. La iniciativa tiene un doble plano de interés. Por un lado, porque permite el conocimiento directo de obras artísticas situadas más allá de nuestras fronteras. Y por otro, porque permite apreciar la importancia del coleccionismo más allá de las connotaciones particulares de cada caso.

Marcel Broodthaers: Museo de Arte Moderno, Sección Siglo XIX, Departamento de las Águilas (1969).
Acrílico sobre plástico, 84 x 120 cm. Edición: 3/7.

Coleccionar es una pasión acumulativa, un deseo de reunir objetos o materiales. Si las piezas reunidas son bienes culturales, como es el caso de las obras de arte, y llegan a conseguir calidad y buen nivel, independientemente de su raíz: individual, familiar, institucional, o empresarial, acaban convirtiéndose en patrimonio cultural.
Ahora bien, para que esto último sea posible es importante el acceso de los públicos a las colecciones, que no estén encerradas en ámbitos privados, que tengan sus puertas abiertas. Y esto es lo que sucede con esta exposición de obras de la Colección de Luiz Augusto Teixeira de Freitas, a la que se le ha puesto el título: «No habrá nunca una puerta. Estás adentro.»

Rosângela Rennó: Brazo c / pareja / beso (1996). Fotografía, 82 x 59 cm.

El título es el primer verso del poema de Jorge Luis Borges Laberinto, recogido en su libro Elogio de la sombra (1969). Aparte de la dimensión conceptual sobre el acceso al patrimonio, es también importante tener en cuenta que subraya el interés del coleccionista por la literatura, y la síntesis que de ésta y las artes visuales ofrecen los libros de artista.
Abogado, nacido en Brasil y viviendo en Portugal, Luiz Augusto Teixeira de Freitas comenzó a formar su colección en la segunda mitad de los años noventa. Según él mismo indica, dos impulsos guiaron y guían su actividad como coleccionista: la obsesión y la pasión. Fue paso a paso, sin una dirección concreta, hasta que en un determinado momento su interés se centró en la arquitectura, o más bien, según precisa, en “obras de arte conceptual que guardaban alguna relación con la arquitectura”. Aunque después, dice también, se dio cuenta de que lo que más le interesaba "eran las obras conceptuales radicales."

Pedro Cabrita Reis: Ciudades ciegas 4 (El poema) (1998). Aluminio, cartón, contrachapado, alambre, pintura acrílica sobre cartón, esmalte sobre cristal, y fotocopia, 205 x 150 x 105 cm.

Con el comisariado de su hija, la muestra reúne una selección de piezas que nos transmite el amplio registro de intereses de Luiz Augusto Teixeira de Freitas: instalaciones, esculturas, pinturas, fotografías y libros de artistas. Impresiona, además, su tamaño: 352 obras y 192 artistas, lo que según la comisaria constituye en torno al 20% de la Colección, y esto da una idea de su dimensión. Entre los artistas presentes, sólo dos nacidas en España: Esther Ferrer y Belén Uriel, que en ambos casos han desarrollado la mayor parte de su actividad profesional fuera de nuestro país.
Eso sí, con toda su variedad, las obras reunidas deslumbran por su calidad. Y ello, sin un registro uniforme: vemos todo tipo de tendencias y de líneas plásticas, siempre en el arte de nuestro tiempo. No hay canon, ni academicismo, y así apreciamos la universalidad en la pluralidad, que constituye uno de los rasgos centrales del arte actual. El montaje es limpio y sugestivo, las piezas no están agrupadas en apartados o secciones, lo que te permite ir y venir de forma abierta, dialogando con cada una de las obras según sus características y soportes diversos.

Damián Ortega: Miracolo italiano (Milagro italiano) (2005). Alambre y tres Vespas, dimensiones variables.

La Colección de Luiz Augusto Teixeira de Freitas nos muestra, en definitiva, el camino abierto de las artes. Y así, como síntesis final, parece adecuado volver al poema de Borges, cuando cuatro versos después del inicial escribe: “No esperes que el rigor de tu camino / Que tercamente se bifurca en otro, / Que tercamente se bifurca en otro, / Tendrá fin.” La vida, como el arte, es un laberinto abierto. En el que construimos sentido.


* Obras de la Colección de Luiz Augusto Teixeira de Freitas; comisaria: Luiza Teixeira de Freitas. Sala de Arte Santander, Boadilla del Monte, Madrid. Del 26 de febrero al 9 de junio de 2019.

* Publicado (en versión reducida) en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.367, 2 de marzo de 2019, p. 18.