domingo, 17 de marzo de 2019

Martín Chirino:


La espiral de la memoria 

Un gran creador se nos fue… Nacido en 1925, Martín Chirino falleció el pasado día 11, a los 94 años. Pude ver, con gran emoción, su última exposición en Madrid, en la Galería Marlborough, en 2018, hace ahora un año, en la que el vuelo dinámico de sus esculturas seguía desafiando las miradas estáticas. Su escultura y sus dibujos: curvas, espirales, líneas que se proyectan más allá de los límites intentando dar expresión visual al viento, son toda una referencia en el arte de nuestro tiempo.


La espiral es, sin duda, el núcleo del pensamiento plástico de Martín Chirino. En el catálogo de su exposición en Marlborough en 1998, le decía al crítico de arte francés Serge Fauchereau que existen espirales en muchísimas otras culturas universales, pero que la de Canarias tendría un sentido especial: “Estas esculturas mías, estas espirales, tienen, en relación con las de otros artistas contemporáneos que también han hecho interpretaciones de esta misma forma, una diferencia: por la situación histórica en que nos encontramos, esta obra mía asume una personalidad y se convierte en un símbolo, en un emblema para Canarias, en un símbolo representativo de la zona.” Ahí están sus raíces: la espiral de Chirino como símbolo de la insularidad canaria.

El viento (14). Hierro forjado, 56 x 56 x 15 cm.

Pero no sólo eso. Además de su gran obra artística, Chirino desplegó también una importantísima actividad en los movimientos e instituciones culturales y artísticas en España. Estuvo en la fundación de “El Paso”, que marcó todo un nuevo horizonte para el arte en nuestro país. En su Manifiesto de 1958 se indicaba: “Creemos que nuestro arte no será válido mientras no contenga una inquietud coincidente con los signos de la época, realizando una apasionada toma de contacto con las más renovadoras corrientes artísticas.” Abrirse al presente, más allá de cualquier tradicionalismo y de toda tendencia cerrada o excluyente.
Muchos años después, fue también importantísima su función durante diez años, de 1982 a 1992, como Presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, que con él alcanzó un rango de verdadera proyección cultural, tanto dentro como fuera de España. Y de allí pasaría, como Director fundador del Centro Atlántico de Arte Moderno, en Las Palmas, a proyectar el vuelo de las islas al planeta, al mundo entero, estableciendo como línea programática la idea de tricontinentalidad, sustentada en el diálogo entre Europa, África y América.
En 2015, abrió en el Castillo de la Luz, en Las Palmas, una fortaleza del siglo XV, la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino, depositando en ella 25 obras fundamentales. Así, mundo abierto, en despliegue, en consonancia con sus dibujos y sus esculturas.

Lady Harimaguada (1996). Escultura pública en Las Palmas.

Estuvo activo en la fragua de forma constante: “Mi fragua está siempre ardiente”, indicaba en 2013 con ocasión de una exposición de su obra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La escultura de hierro fue el eje central de toda su trayectoria, con ecos no figurativos del arte africano y el surrealismo, a través de una representación continua de la espiral, línea plegada del viento sobre sí mismo, y a la vez símbolo cósmico, representación del disco solar, que apareció por primera vez entre sus obras en 1958.
A lo largo de los años sus motivos temáticos, sus vías para hacer hablar al hierro a través de las formas, fueron múltiples. Además de la espiral, Vientos, Raíces, Inquisidores, Mediterráneos, Ladies, Paisajes, Aeróvoros, Afrocanes, Penetracanes, Árboles, Cabezas, Homenajes, Atlánticas, Alfaguaras, e Iberias: títulos, todos ellos de sus diversas series, que muestran el diálogo abierto del pensamiento plástico de Chirino con la naturaleza y las diversas formas de vida.

El sueño de Canarias (2003). Hierro forjado, 134 x 46,5 x 46,5 cm.

En ese flujo irradiante de sus obras siempre he encontrado un eco de lo que Mircea Eliade planteaba en su libro Herreros y alquimistas (1956) acerca de la importancia del trabajo con los metales, desde épocas remotas de la historia de la humanidad, para fijar plasmaciones básicas, ancestrales, de la vida, y en concreto la relación entre cultura y naturaleza.
Algo que resuena en la presentación de su exposición Memoria, Martín Chirino en Silos (2003), donde él mismo escribió: “La espiral, gesto inquietante de origen oscuro, referente mítico que emerge de la memoria de civilizaciones, hoy olvidadas, para convertirse en enseña de la antigua patria de estos pueblos y razas, quedando como legado misterioso para la interpretación y conocimiento de su historia.”

El viento solano I (2007). Hierro forjado, 240 x 195 x 168 cm.

De ahí, de los orígenes ancestrales, al flujo del viento que sigue soplando en el hierro modulado incluso hoy. Y el trazo más intenso de ese flujo, Chirino lo sitúa en la espiral registro de la memoria ancestral, conexión visual, huella en hierro, de todo aquello por lo que han tenido que vivir y representar los distintos grupos humanos.
Martín Chirino ha sido siempre un forjador de los tiempos modernos, que a través de una plena libertad expresiva, con la intensa calidad técnica y la búsqueda de la plena excelencia formal en sus esculturas, consigue hacer hablar al hierro. Y siempre, de los dibujos al volumen, modulando la escala para así dar plenitud a las obras. En definitiva, Martín Chirino: un gran forjador de las formas, a través de la espiral de la memoria.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.369, 16 de marzo de 2019, pp. 20-21.

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