miércoles, 29 de mayo de 2019

Publicación de mi nuevo libro


Crítica del mundo imagen

Mi nuevo libro, un estudio filosófico sobre el proceso de despliegue de la modernidad. Vivimos, hoy, en un mundo convertido en pantalla global. De ahí la necesidad de replantear el lema de Immanuel Kant: atrévete a saber, proyectándolo en una nueva formulación: diferencia la imagen.






lunes, 27 de mayo de 2019

Exposición de Luis Gordillo en la Galería Marlborough, Madrid



Esta nueva exposición del más joven de nuestros artistas, que en unos meses cumplirá 85 años, es de verdad impresionante, maravillosa. No se la pierdan. El foco de la muestra podría situarse en una pregunta: ¿Miramos un cuadro, o algo en él nos mira a nosotros…? Luis Gordillo despliega una puesta en escena de los colores, los objetos, las figuras, en secuencias de reflejos y movimientos. Con ello, la pintura se despliega no como una representación plana, sino “como interrogación corporal”, según la expresión que él mismo formuló en 2014.

Una cara nos mira (2018). Acrílico sobre lienzo,116,5 x 100 cm.

Las obras reunidas: un conjunto de cuadros de grandes dimensiones junto a otras piezas de formato medio, siguen avanzando en el mismo curso que caracteriza su trayectoria, pero sin repetición, abriéndose a nuevos registros de la mirada. En todas ellas, podemos ver cómo Luis Gordillo utiliza el collage y la mezcla del lenguaje pictórico, en su más alta intensidad, con los soportes técnicos de la representación: fotografía, estampación gráfica, recursos digitales.

Refracciones-refractivas (2019). Tríptico. Impresión digital, papel baritado Hahnemuhle y dibond, ed. 1 de 3, 150 x 386 cm.

En su libro de 2014 Mecánico visceral-Visceral mecánico, escribió: “Mi apetito devorador es amplio; todo puede ser deglutido y asimilado para una densificación última del cuadro: colección obsesiva de fotos de prensa y de objetos baratos, técnicas de transformación como la foto, la imprenta, la fotocopia, el collage y todas estas fuentes reciclándose y trabajando en espiral.”

Quién mira a quién (2019). Acrilico y collage sobre madera, 124,5 x 223 cm.

Lo que Luis Gordillo alcanza es admirable. A través de esa actitud de intensificación y síntesis nos situamos en el registro de lo que Richard Wagner llamó “la obra de arte total”, aunque en este caso en el universo de la pintura, de la imagen plástica. Y todo ello en el escenario de la sensibilidad actual, en el mundo de hoy. Ya que por un lado, esa superposición de planos de representación y de escenarios plásticos nos habla de la proliferación y mezcla de las imágenes en las redes digitales de nuestros días. Y por otro, al introducir un giro de cuestionamiento, de interrogación, acerca de lo que vemos, plantea la necesidad de una mirada emancipada, de una visión abierta.
Entre las obras aquí reunidas podemos, por ejemplo, seguir el curso de la interrogación pictórica: Una cara nos mira (2018), Refracciones-refractivas (2019), Quién mira a quién (2019), Visión-dispersión-destrucción (2019), que nos lleva a interrogarnos acerca de los cauces de nuestra mirada. ¿Llegamos a ver cuando miramos…?

Visión-dispersión-destrucción (2019). Acrílico sobre lienzo, 134 x 190 cm.

La pintura de Luis Gordillo nos da una melodía de notas visuales para llegar a ver. A través del vuelo, del aleteo, de la mirada. Mirando sus cuadros construimos orbes con los objetos y figuras que nos rodean, “ready-mades” óptico-emocionales a los que Gordillo hace actuar, pone en escena. Y así, vemos. En su libro de 2009 Little Memories, Luis Gordillo escribió: “para saber hay que pasar a través del cuerpo”. Esa es la clave última de su pintura excepcional: los cuerpos en el teatro de la vida.


* Luis Gordillo: Escenografía corporal. Galería Marlborough, Madrid. Del 9 de mayo al 15 de junio de 2019.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.379, 25 de mayo de 2019, p. 20.

domingo, 12 de mayo de 2019

Exposición de Tetsuya Ishida, en el Palacio de Velázquez, Madrid



¿Con qué imagen, con qué figura, puede el arte representar hoy a los seres humanos…? Esta cuestión abierta, en tiempos de incertidumbre e indeterminación, constituye el núcleo de la exposición del artista japonés Tetsuya Ishida (1973-2005). Ishida falleció poco antes de cumplir 32 años, y su actividad artística se desarrolló básicamente entre 1995 y 2005, en un período de unos diez años. Su obra empezó a alcanzar proyección internacional con su inclusión en la Bienal de Venecia de 2015, comisariada por Okwui Enwezor.

Cochinilla durmiendo (1995). Acrílico sobre tabla, 72,8 x 103 cm. Colección particular.

En esta interesante muestra se reúnen 70 pinturas y dibujos, que se complementan con 8 cuadernos, a través de los cuales podemos apreciar su sensibilidad directa y desgarrada. El propio Tetsuya Ishida indicó: “Retratos de otros. Al principio era un autorretrato. Intenté reflejarme a mí mismo –mi fragilidad, mi tristeza, mi ansiedad– como una broma o algo divertido sobre lo que reír. Transformarme en objeto de risa, o de más tristeza.”
Su punto de partida es, en efecto, la imagen propia, el autorretrato, pero esa imagen se proyecta y distorsiona en el espejo de los otros, y también en las máquinas, los insectos, y las cosas que nos rodean. E incluso va y viene en el curso del tiempo, desde lo que se es a lo que se fue en la infancia, en la adolescencia.

Despertar (1998). Acrílico sobre tabla, 145,6 x 206 x 5,8 cm. Shizuoka Prefectural Museum of Art. 

Ishida plasma una vida joven envuelta en recubrimientos e incertidumbres, y lo hace pintando, en cuadros en los que predominan los colores vivos del acrílico, a los que lleva el lenguaje inmediato y actual de la ilustración gráfica, en un eco directo del “anime” japonés. Es una plástica “naíf”, ingenua, que lleva dentro de sí una interrogación profunda sobre la identidad humana en la época del capitalismo y de las máquinas envolventes.

Invernadero (2003). Acrílico y óleo sobre lienzo, 72,7 x 91 cm. Colección particular.

Lo que vemos en sus obras es un toque de campana visual que nos habla del carácter evanescente de nuestros cuerpos. Todo se rige por un sistema de dominación: capitalismo + máquinas, que nos convierte en signos de marcas comerciales, en meros resortes de producción y consumo masivos. Lo que “somos” lo vemos a través de sueños-pesadillas, o a través de los giros del recuerdo: nuestros cuerpos se fragmentan y dispersan.
El resultado es una hibridación continua: nos vemos en las imágenes del hombre-insecto, en las del hombre-máquina… Y nuestros cuerpos a veces se convierten en cosas, en objetos, de uso material, como el cuerpo-lavabo, o el cuerpo-calefactor. Este último aspecto es relevante desde el punto de vista de la memoria artística: los cuerpos en la pintura de Tetsuya Ishida nos hablan también de una hibridación con los “ready-mades”, con los objetos e imágenes ya hechos, que nos rodean y prolongan.

Viaje de regreso (2003). Acrílico y óleo sobre lienzo, 45,5 x 38 cm. Colección particular. 

Todo esto empezó hace ya tiempo. La hibridación envolvente de Ishida me lleva, inevitablemente, al inicio de «La metamorfosis», de Kafka (1915), cuando al despertar de un sueño terrible Gregorio Samsa se encuentra convertido en un monstruoso insecto.
En el caso de Tetsuya Ishida estamos ante una obra que brota de la ilustración gráfica para establecer un diálogo con la pintura. Más allá de lo narrativo, Ishida nos habla en un lenguaje visual directo, en un lenguaje de hoy, sobre problemas y cuestiones centrales también de hoy. El núcleo es la pregunta sobre la identidad: ¿quiénes somos…? Para intentar desplegar en las respuestas visuales lo que se nos oculta y no vemos.


* Tetsuya Ishida: Autorretrato de otro. Comisarios: Manuel Borja-Villel, Teresa Velázquez. Palacio de Velázquez, Museo Reina Sofía. Del 11 de abril al 6 de septiembre de 2019.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.377, 11 de mayo de 2019, p. 19.