lunes, 27 de junio de 2011

El triunfo de lo local (sobre la 54 Bienal de Arte de Venecia)

Inmateriales
El triunfo de lo local
A pesar de ser relativamente pequeña, con una extensión de tan sólo 41.290 Km2, y una población de 7.725.200 habitantes, Suiza es, como todos sabemos, una de las naciones más ricas del planeta. En ella reside un tercio de la riqueza en manos privadas de todo el mundo. Bice Curiger, la Comisaria de la recién inaugurada 54 Bienal Internacional de Arte de Venecia, una de las citas de mayor relieve del arte contemporáneo, es precisamente suiza. Conservadora de la Kunsthaus de Zurich desde 1993, y fundadora y redactora jefe de Parkett, una de las revistas de referencia para el conocimiento y la difusión del arte de nuestro tiempo, Curiger es una personalidad internacionalmente reconocida y respetada.
Había las mejores expectativas hacia su propuesta que, sin embargo, ha causado una decepción prácticamente general entre todos los especialistas presentes en la cita. Se supone que, a diferencia del carácter comercial de las ferias, las bienales deben presentar una articulación conceptual para así transmitir al público, a los públicos del arte, un cierto estado de la cuestión. Naturalmente, a estas alturas nadie piensa ya en una exposición-panorama que agrupe y ordene "todo lo que hay". Pero sí en un registro parcial, en una mirada selectiva, capaz de transmitir algunas líneas o planteamientos de actuación relevantes sobre la dinámica del arte. Sin embargo, para decirlo lisa y llanamente, la muestra de Bice Curiger es un desastre. El concepto que utiliza: IllumiNAZIONI, que juega incluso tipográficamente con un doble plano de sentido: iluminaciones, por un lado, y naciones, por otro, ha dado paso a una selección de obras y artistas que parece completamente ocasional. Igual que están los que están, podrían estar muchos otros.

James Turrell - Skyspace Zuoz (Espacio celeste Zuoz, 2005).
Instalación. Fotografía de Florian Holzherr. Cortesía del artista.

No sirve, como hace Curiger, remitirse al sentido, poético o filosófico, que el término iluminaciones tiene en Rimbaud o en Walter Benjamin si luego las propuestas resultan deslavazadas y, en no pocas ocasiones, transmiten oscuridad en lugar de luz. Sin intensidad, sin brillo. Se oscila entre artistas muy jóvenes para una convocatoria de este tipo: de un total de 89, hay 32 nacidos después de 1975, y algunos grandes nombres, como Sigmar Polke, Franz West, James Turrell o Fischli y Weiss, pero sin presentar de ellos propuestas nuevas o suficientemente intensas. O, peor aún, se incluye, de manera meramente oportunista, a un clásico como Tintoretto.
Uno de los casos más patéticos de la falta de intensidad de esta Bienal es la repetición, porque de eso se trata, de la obra del italiano Maurizio Cattelan, que ya en 1997 situó en los espacios expositivos de la Bienal a 200 palomas disecadas con el título Tourists (Turistas). Ahora el número de animales disecados (¿con qué finalidad…?) ha aumentado, y la pieza se llama Others (Otros). Pero nada ha cambiado, sigue siendo la misma banalidad vacía que, además rompe vidas. Claro está, hay también alguna obra de interés, y una excepcional: The Clock (El reloj, 2010), del californiano Christian Marclay, un extraordinario ejercicio de montaje fílmico, con una duración de 24 horas, en la que se va siguiendo la sucesión temporal en escenas de películas diversas en las que aparece una cuenta del tiempo que coincide con la que el espectador tiene en su propio reloj. Es obvio, sin embargo, que se trata de una obra producida antes y al margen de los planteamientos de la Bienal.


Christian Marclay - Imagen de The Clock (El Reloj, 2010).
Vídeo monocanal, edición de 6. Duración 24 horas.
White Cube, Londres y Paula Cooper Gallery, Nueva York.

Comenzaba el artículo escribiendo sobre Suiza. He tenido que molestarme en hacer el recuento, pero un dato significativo es que entre todos los artistas presentes hay nada menos que 12 que han desarrollado o desarrollan su trabajo, o han nacido en Suiza. El grupo más numeroso entre las distintas nacionalidades presentes en la selección de Curiger. De modo que, a pesar de que, según el Presidente de la Bienal, se había pedido a la Comisaria una muestra "sin fronteras", el resultado real ha sido una muestra limitada, probablemente construida con sus contactos personales. En la que lo mejor se encuentra en algunos pabellones nacionales, fuera de su responsabilidad. En fin, esta Bienal supone el triunfo de lo local. Eso sí, de lo local bien situado, influyente, por su posición de poder en el mundo.



PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/),  nº 1003, 25 de junio de 2011, p. 24.

martes, 21 de junio de 2011

Uno es dos (nota sobre la exposición "Soy-oír", de Alex Francés)

Uno es dos

Hermosa, sugestiva exposición, de Alex Francés (Valencia, 1962) en el nuevo espacio Centro de Arte Complutense en Madrid. Con el título Soy-oír presenta un conjunto de vídeo-instalaciones, fotografías, piezas escultóricas y dibujos, complementado con tomas de sonido, que gira, todo él, en torno a la experiencia del esquí. Esquiar supone modular el cuerpo, imprimir en la figura una capacidad de deslizamiento que lleva a una experiencia diferente de uno mismo. Por eso, resultan especialmente significativos los vídeos y las fotografías en los que Francés presenta a esquiadores con pérdida de visión que para esquiar han de contar con el apoyo de un guía: para los primeros, ver es oír. La visión es sustituida por las indicaciones que les permiten orientarse en el deslizamiento sobre la nieve.


Interesante ver cómo el esquiador invidente y su guía enlazan su mano para trazar una línea sinuosa y abierta, imagen metonímica del deslizamiento en la montaña. E inteligente la disociación de las tomas de sonido, tanto para los vídeos como para las fotografías, que no es descriptiva, y con ello nos lleva a sentir el referente auditivo como algo que se explica desde una experiencia interior. En estos casos, la relación sensorial implica un desdoblamiento, un sentirse apoyado en la voz del otro, gracias a la cual se modula el movimiento del cuerpo.


Si la representación del cuerpo y el desdoblamiento son referentes constantes en la trayectoria de Alex Francés, en esta exposición ha abierto una nueva frontera de sentido. Deslizándose, como en el esquí, de la visión al oído, nos llama la atención sobre el papel que desempeña el sonido en la configuración del yo: somos no sólo un yo que se configura como imagen en el espejo de la cultura, sino también el resultado de un sonido, ese que nos es dado en la palabra del otro. En definitiva, somos lo que oímos.

martes, 14 de junio de 2011

Tejer sueños (sobre la artista brasileña Lygia Pape)

Inmateriales
Tejer sueños

José Jiménez.-

Hay un juego infantil, conocido en multitud de culturas, y que en español recibe nombres diversos: "hacer cunas", o jugar a la cuna, al hilo, al cordel, o a la hamaca. En Portugal y Brasil se llama "cama de gato". Consiste en ir entrelazando un hilo o un cordel con los dedos de las manos hasta formar una pequeña red que, eventualmente, se pasa luego a los dedos y manos del siguiente jugador que, a su vez, construye otra cuna, cama, o figura. El juego expresa no tanto la habilidad manual del niño como la construcción inmaterial, el tejido, de un espacio acogedor, una cuna o pequeña cama, que es tan íntima e inaprehensible como para caber entre las manos. Allí soñamos con resguardarnos, nos sentimos acogidos, a salvo de peligros.

El huevo (O ovo) - Acción, 1968.
Fotografía b/n, 12 x 18 cm.
Projeto Lygia Pape, Rio de Janeiro.

Evoco el juego para referirme a la magnífica exposición que el Museo Reina Sofía dedica a la artista brasileña Lygia Pape (1927-2004), una de las grandes figuras del arte de nuestro tiempo, y sin embargo no suficientemente conocida por el público. La exposición de nuestro Museo, que recoge unas 250 obras: pinturas, relieves, xilografías, acciones documentadas, collages, películas y libros, a la vez que muestra la impresionante diversidad expresiva, el carácter de "artista total" de Lygia Pape, tiene también algo de restitución. Nos da una primera propuesta de visión integral de la obra de una de las artistas centrales del constructivismo y del movimiento "neo-concreto" brasileño, que por distintos "avatares", personales e históricos, había quedado hasta ahora un tanto postergada frente a la de sus más conocidos compañeros Lygia Clark o Helio Oiticica. Tiene un carácter de primicia la presentación en la muestra, por vez primera en un espacio expositivo, de las películas de Lygia Pape: cine experimental, películas de artista, como todo su trabajo de una gran intensidad conceptual y lírica.

Sin título (1954-1956).
Témpera/óleo sobre madera, 40x40x3,3 cm.
Projeto Lygia Pape, Rio de Janeiro.

Resulta emocionante percibir en sus obras la fuerza extraordinaria que esta mujer menuda y de mirada penetrante llevaba dentro de sí. Desde sus inicios, el rigor formal del constructivismo europeo se transforma en su obra con un giro sensual y dinámico, en el que se expresan Brasil y América Latina. Un ejemplo más de la "voracidad incorporativa" del latinoamericano de la que hablaba José Lezama Lima, esa forma específica de apropiarse de cualquier registro universal de cultura estableciendo una nueva síntesis que le da nueva vida y alcance. Una nueva síntesis que se despliega en sus colaboraciones con el Cinema Novo, o en sus acciones en espacios cotidianos, en las que se vincula lo íntimo con la reivindicación política y social. En el despliegue de toda la obra de Lygia Pape, yo identifico un núcleo expansivo: un conceptualismo lírico, una voluntad de transferir el vuelo del pensamiento al espacio poético de la representación sensible. Se expresa así la intención de dar sentido humano, íntimo, a las formas plásticas, haciendo de ellas un ámbito de resonancia de la sensibilidad, estableciendo cauces de comunicación entre el yo y el tú, el nosotros, la naturaleza y todo el cosmos.

Ttéia, en la exposición Espacio imantado,
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid (2011).
Fotografía Joaquín Cortés/Román Lores.

En toda su obra. Y de un modo especial en esas piezas construidas con hilos tendidos en el espacio, para las que inventó un nombre nuevo: "Ttéias", que varían según el tipo de espacio en que se construyen, según el tipo de luz (natural o artificial), y de hilo (de cobre, plateado, o transparente) que emplean. Teia, en portugués, significa tela. De modo que estas obras son tejidos, tejidos en el espacio. Lygia Pape las relacionaba con algo "mágico", y las ponía en relación con el juego infantil de la "cama de gato", al que me refería más arriba. Sobre ellas también decía que eran como "una red donde las arañas tejen planos de vida o muerte". Piezas memorables: hilos de luz tendidos en el espacio, filamentos de lo visible tejidos por la araña del tiempo y del destino. Se construye así un ámbito inaprehensible, inmaterial, que se abre ante nuestros ojos invitándonos a tocar, a hacer vibrar, el sonido y la irradiación de la luz en el espacio. Un espacio lleno de resonancias, a la vez exterior e interior. Allí donde gravitan nuestros sueños.


PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/),  nº 1001, 11 de junio de 2011, p. 26.