Inmateriales
El triunfo de lo local
A pesar de ser relativamente pequeña, con una extensión de tan sólo 41.290 Km2, y una población de 7.725.200 habitantes, Suiza es, como todos sabemos, una de las naciones más ricas del planeta. En ella reside un tercio de la riqueza en manos privadas de todo el mundo. Bice Curiger, la Comisaria de la recién inaugurada 54 Bienal Internacional de Arte de Venecia, una de las citas de mayor relieve del arte contemporáneo, es precisamente suiza. Conservadora de la Kunsthaus de Zurich desde 1993, y fundadora y redactora jefe de Parkett, una de las revistas de referencia para el conocimiento y la difusión del arte de nuestro tiempo, Curiger es una personalidad internacionalmente reconocida y respetada.
Había las mejores expectativas hacia su propuesta que, sin embargo, ha causado una decepción prácticamente general entre todos los especialistas presentes en la cita. Se supone que, a diferencia del carácter comercial de las ferias, las bienales deben presentar una articulación conceptual para así transmitir al público, a los públicos del arte, un cierto estado de la cuestión. Naturalmente, a estas alturas nadie piensa ya en una exposición-panorama que agrupe y ordene "todo lo que hay". Pero sí en un registro parcial, en una mirada selectiva, capaz de transmitir algunas líneas o planteamientos de actuación relevantes sobre la dinámica del arte. Sin embargo, para decirlo lisa y llanamente, la muestra de Bice Curiger es un desastre. El concepto que utiliza: IllumiNAZIONI, que juega incluso tipográficamente con un doble plano de sentido: iluminaciones, por un lado, y naciones, por otro, ha dado paso a una selección de obras y artistas que parece completamente ocasional. Igual que están los que están, podrían estar muchos otros.
James Turrell - Skyspace Zuoz (Espacio celeste Zuoz, 2005).
Instalación. Fotografía de Florian Holzherr. Cortesía del artista.
No sirve, como hace Curiger, remitirse al sentido, poético o filosófico, que el término iluminaciones tiene en Rimbaud o en Walter Benjamin si luego las propuestas resultan deslavazadas y, en no pocas ocasiones, transmiten oscuridad en lugar de luz. Sin intensidad, sin brillo. Se oscila entre artistas muy jóvenes para una convocatoria de este tipo: de un total de 89, hay 32 nacidos después de 1975, y algunos grandes nombres, como Sigmar Polke, Franz West, James Turrell o Fischli y Weiss, pero sin presentar de ellos propuestas nuevas o suficientemente intensas. O, peor aún, se incluye, de manera meramente oportunista, a un clásico como Tintoretto.
Uno de los casos más patéticos de la falta de intensidad de esta Bienal es la repetición, porque de eso se trata, de la obra del italiano Maurizio Cattelan, que ya en 1997 situó en los espacios expositivos de la Bienal a 200 palomas disecadas con el título Tourists (Turistas). Ahora el número de animales disecados (¿con qué finalidad…?) ha aumentado, y la pieza se llama Others (Otros). Pero nada ha cambiado, sigue siendo la misma banalidad vacía que, además rompe vidas. Claro está, hay también alguna obra de interés, y una excepcional: The Clock (El reloj, 2010), del californiano Christian Marclay, un extraordinario ejercicio de montaje fílmico, con una duración de 24 horas, en la que se va siguiendo la sucesión temporal en escenas de películas diversas en las que aparece una cuenta del tiempo que coincide con la que el espectador tiene en su propio reloj. Es obvio, sin embargo, que se trata de una obra producida antes y al margen de los planteamientos de la Bienal.
Christian Marclay - Imagen de The Clock (El Reloj, 2010).
Vídeo monocanal, edición de 6. Duración 24 horas.
White Cube, Londres y Paula Cooper Gallery, Nueva York.
Comenzaba el artículo escribiendo sobre Suiza. He tenido que molestarme en hacer el recuento, pero un dato significativo es que entre todos los artistas presentes hay nada menos que 12 que han desarrollado o desarrollan su trabajo, o han nacido en Suiza. El grupo más numeroso entre las distintas nacionalidades presentes en la selección de Curiger. De modo que, a pesar de que, según el Presidente de la Bienal, se había pedido a la Comisaria una muestra "sin fronteras", el resultado real ha sido una muestra limitada, probablemente construida con sus contactos personales. En la que lo mejor se encuentra en algunos pabellones nacionales, fuera de su responsabilidad. En fin, esta Bienal supone el triunfo de lo local. Eso sí, de lo local bien situado, influyente, por su posición de poder en el mundo.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1003, 25 de junio de 2011, p. 24.
Hola a todos:
ResponderEliminarCuando sobra poder y falta vocación, la responsabilidad brilla por su ausencia...
Buenas críticas pueden servir para reflexionar
y denunciar errores.
Cuanto más alto se está, más responsable se es socialmente. El mundo que vivimos cambia muy despacio.., pero, cambia.
Un saludo.