domingo, 23 de mayo de 2021

Exposición de Ricardo Calero en Zaragoza

 Escultor de palabras

Uno de los aspectos que más impresiona en el trabajo artístico de alcance es su capacidad para interrogar lo que nos rodea y no siempre vemos ni sentimos. La trayectoria de Ricardo Calero (Villanueva del Arzobispo, Jaén, 1955; aunque desde 1956 reside en Zaragoza) ha tenido y tiene en todo momento su núcleo en esa capacidad de interrogación. Ricardo Calero es escultor, pero como artista de nuestro tiempo su dinámica creativa se despliega en un proceso multimedia, que integra además de la obra de tres dimensiones el dibujo, el collage, la fotografía, el vídeo, las acciones documentadas, y las instalaciones.

Horadados - Más allá de la pared (1986-2011). Tríptico.
Fotografía, horadado y gofrado sobre papel [De la serie Acción de luna]

A todo ello podemos acceder en esta excelente muestra que recoge un conjunto de sus obras que va desde 1984 a 2019. La presentación no tiene un orden cronológico, sino que se articula poética y conceptualmente en siete estancias con los rótulos: Ausencias, Vacíos del silencio, Pulsiones de luz, Al alba, Sueños en el mar, Memoria del natural, y Pensar el sentir.

Lo que vamos viendo en el recorrido nos lleva desde fuera a dentro, de lo externo al interior de nuestra sensibilidad y nuestra mente. Los distintos soportes nos conducen a través de la materialidad, las palabras inscritas y el silencio. Nos desplazamos sintiendo aquello que nos falta: las ausencias, las palabras, la luz, el amanecer, los sueños acuáticos, la naturaleza viva y lo sensible.

De la siembra... (2005-2007). Fotografía de la acción, 50 x 40 x 1 cm. 
[De la serie Pensar el sentir].

Reflejos de la vida de hoy, en la que el ruido incesante y absorbente casi no deja espacio para la significación del sonido y el habla de lo sensible. Ricardo Calero nos lleva, haciendo pensar las imágenes, al contraste con una naturaleza devastada, o a esos flujos de migraciones humanas contenidos por fronteras no siempre visibles pero de una efectividad plena.

Sueños azules (2007-2008). Fotografía sobre lona, lágrimas de vidrio y anzuelos, 
de instalación escultórica, 360 x 260 x 30 cm. [Del proyecto Sueños en el mar].

Vemos las letras caídas en la tierra o en los suelos urbanos, sin capacidad para formar palabras. Los pasaportes sobrevolando el mar, yendo de una mano a otra, o plenamente deteriorados, así como el barco fragmentado, caído en un mar de letras, las mochilas y las maletas del viaje a ninguna parte. Y también las imágenes de flores, ramas y trozos de árbol caídos, así como las huellas vegetales que el curso del tiempo fija en los papeles. Todo ello, un flujo abierto, entre la memoria y el olvido. Y no faltan las imágenes de las sillas, que son para Ricardo Calero símbolos del diálogo: situándonos en ellas podemos oír y hablar, intercambiar palabras vivas.

Construcción del diálogo (2013-2019). Imagen de vídeo, de instalación con sillas 
de hierro, bronce y madera. Medidas variables [De la serie Espacios del sentir].

En todo ese recorrido por sus obras es obvio el eco de Las ensoñaciones del paseante solitario, de Jean-Jacques Rousseau, en las que se modula un andar a solas en la naturaleza que permite establecer un diálogo con ella. Y también el del paseante en la ciudad sin rumbo fijo, el flâneur de Charles Baudelaire, quien puede ver ante sus ojos lo maravilloso allí donde los que van apresurados no son capaces de ver nada. Un trasfondo que nos conduce a la filosofía, como el propio Calero reconoce, escuchando así también en sus obras ecos de El ser y la nada, de Jean-Paul Sartre.

Pero, eso sí: lo que queda claro al final, en síntesis, es que Ricardo Calero es un escultor. Pero un escultor bastante especial, pues lo que hace es identificar las palabras que dan sentido, ya que según considera todo escultor analiza las formas, y la palabra es la primera forma de expresión. De eso se trata: de dar forma a las palabras, de rescatar sus formas del silencio para hacerlas pasar a nuestra sensibilidad y nuestra mente. Ricardo Calero, escultor de palabras.

 

* Ricardo Calero: espacios del sentir. Comisariado: Rosina Gómez-Baeza y Lucía Ybarra. La Lonja, Zaragoza. Del 7 de mayo al 4 de julio de 2021.

lunes, 17 de mayo de 2021

Exposición en CaixaForum, Madrid

 

   Somos cuerpos

Estamos ante un acontecimiento muy especial. En él se reúne un conjunto de piezas muy diversas, en una proyección de siglos, y provenientes de los cinco continentes del planeta, que nos muestran la importancia central de la representación del cuerpo para plasmar los múltiples sentidos de la humanidad. Con el comisariado de Brendan Moore, conservador del Departamento de Exposiciones Internacionales del British Museum, se presentan 145 piezas de los fondos de esa institución, junto a 7 obras de la colección de la Fundación “la Caixa”, una instalación del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, y una instalación interactiva del artista Rafael Lozano-Hemmer: Asamblea registrada, que capta en su pantalla las imágenes de aquellos que se sitúan frente a ella, imágenes que se van superponiendo y después desaparecen.

Rafael Lozano Hemmer: Asamblea registrada
Ordenador, pantalla, cámara, software personalizado. Dimensiones variables.

El planteamiento se articula en cinco secciones: Belleza ideal, La expresión de la personalidad, El cuerpo divino, La encarnación del poder, y El cuerpo transformado. Con ellas se transmiten las referencias que diversifican las representaciones de lo humano: lo bello contrapuesto a lo real, la individualidad de las personas, lo divino con registros de humanidad más allá de lo humano, las figuraciones de los poderes políticos, las representaciones de traumas, las figuras funerarias, y las transformaciones contemporáneas de las representaciones corporales.

Los soportes de las piezas son variadísimos: las esculturas, las piezas en relieve, las tallas en madera, los retratos de moneda romanos, las medallas con rostros, dialogan con los formatos y soportes artísticos, desde los tradicionales hasta los de ahora mismo. Entre todas ellas hay un flujo continuo de interrelaciones, porque lo que vamos viendo son los distintos registros, en la variedad de ámbitos etnológicos y situaciones históricas, con los que las representaciones corporales activan nuestra forma de ser y estar en el mundo.

Eso sí, somos ante todo cuerpos, cuerpos cambiantes por las distintas articulaciones simbólicas y culturales en las que se despliegan las vidas humanas. Cuerpos que viven en la metamorfosis de los giros de las culturas y de las épocas. Cuerpos y tiempos.

En forma de pregunta: “¿El retrato más antiguo de la historia?”, se presenta la pieza con más años de la muestra, el Cráneo humano modelado, un cráneo humano real, intervenido con yeso y concha, y datado nada menos que hacia el 8.200-7.500 antes de Cristo. Impresiona profundamente esa imagen residual de una cabeza humana, que nos da un retrato directo de nuestro soporte óseo permanente en el curso del tiempo durante el espacio temporal de una vida humana concreta.

Cráneo humano modelado. Tell-es Sultan (antigua Jericó). C. 8.200-7.500 a. C. 
Hueso humano, yeso, concha, 20,3 cm. alt. British Museum, Londres.

Y el contraste que se establece entre ese cráneo y el vídeo del artista colombiano Óscar Muñoz Re/trato (2003-2004) interroga en profundidad nuestros sentidos de la existencia. En el vídeo vemos una mano que dibuja continuamente un rostro humano que una vez y otra se borra: no hay forma de terminar el re/trato, ¿por qué...? Óscar Muñoz utiliza como soporte una losa calentada por el sol y pinta sobre ella con un pincel mojado en agua. Pero luego el calor de la piedra hace desaparecer el rostro. Una obra de gran densidad artística que establece un ejercicio de comparación con la desaparición de las identidades humanas producida por la falta o la pérdida de la memoria, y por el paso del tiempo.

Óscar Muñoz: Re/trato (2003-2004). Vídeo monocanal, color, sin sonido, 28 min. 
Dimensiones variables. Colección la Caixa Arte Contemporáneo, Barcelona.

Particularmente relevante, como algo que nos interroga desde nuestro presente, es la obra fotográfica de la artista yemení Boushra Almutakawel Madre, hija y muñeca (2010), compuesta por nueve imágenes en las que las tres imágenes (de ella misma, de su hija, y de una muñeca) van siendo progresivamente cubiertas por pañuelos y velos, hasta que acaban desapareciendo plenamente en la oscuridad del negro que sirve de fondo desde la primera imagen. Lo que vemos: un proceso de ocultación de la identidad femenina.

Boushra Almutakawel: Madre, hija y muñeca (2010). 
Copias fotográficas, 60 x 40 cm. British Museum, Londres.

La línea de articulación en esa amplísima y densa diversidad de representaciones corporales es el retrato humano, núcleo expresivo de todas las piezas. En este punto es interesante retrotraerse a la genealogía de la palabra retrato, proveniente de la palabra latina «retractus», que significa alejado o retraído, y que asocia su sentido a sacar algo de nuevo, a hacerlo revivir.

Vamos así pasando ante una gran diversidad de imágenes de cuerpos, de retratos de la humanidad, que van desde las etapas más remotas de la Prehistoria hasta ahora mismo, desde figuras utilizadas en prácticas ceremoniales, en ámbitos religiosos, o en articulación con la política y los medios de comunicación social, a propuestas que despliega el arte a través de sus siglos de existencia. Una mirada crítica nos debe llevar a diferenciar las imágenes artísticas de las no artísticas. Pues los retratos de la humanidad tienen una existencia en el tiempo más larga que la del arte, que en un sentido propio es un descubrimiento cultural, un proceso que se abre en la Grecia clásica cuando a partir del s. VI a. C. comienza a darse un sentido plenamente positivo a lo que entonces se llamó «mímesis artística», la producción autónoma de imágenes.

La obra más relevante en la muestra de aquel momento histórico es una estatua de Eros, copia romana de un original griego (c. 360-330 a. C.) que se sitúa en la Acrópolis de Atenas. La estatua está profundamente dañada: sin cabeza, con los dos brazos y el órgano sexual cortados, así como con desperfectos en el pecho y en el estómago. Se dice que todo ello pudiera deberse a las agresiones de los primeros cristianos, en oposición intensa a las creencias y representaciones religiosas de la Antigüedad clásica.

Estatua de Eros de la Acrópolis de Atenas. Adaptación romana de un original 
griego de c. 360-330 a. C. Mármol, 142 cm. alt. British Museum, Londres.

En conclusión, el punto al que llegamos es que, más allá del fondo biológico común a toda la especie, lo que llamamos «naturaleza humana» suele desplegarse habitualmente en proyectos concretos, culturales, sociales o políticos, no siempre suficientemente explícitos, de articulación de la vida. Los retratos de la humanidad, las imágenes del hombre así producidas estéticamente, articulando tanto las dimensiones conceptuales como las sensibles, fijan nuestros criterios de la vida, dónde nos situamos. Imágenes de la humanidad: retratos de cuerpos humanos investidos de sentidos de permanencia. 


La imagen humana. Arte, identidades y simbolismo. Comisario: Brendan Moore. CaixaForum, Madrid. Del 28 de abril al 16 de enero de 2022.

* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 14-20 de mayo, pgs. 36-37. Edición online, https://elcultural.com/somos-cuerpos