domingo, 25 de marzo de 2018

Exposición de Joan Miró en el IVAM:

El poeta de las formas

El Instituto Valenciano de Arte Moderno dedica una interesante exposición a Joan Miró (1893-1983), la primera monográfica de este artista en este Centro desde que abrió sus puertas en 1989. Es, sin duda, algo muy positivo, y un signo más de la vigencia y proyección de la obra de uno de los más grandes nombres de la vanguardia artística, sobre el que en los últimos años se multiplican las muestras y reconsideraciones de su trabajo.


Aviat l'instant (1919). Colección IVAM.   

La exposición se articula en cinco salas, que no siguen ni un criterio cronológico ni temático en la presentación de las en torno a 200 obras reunidas. Lo que sí se puede apreciar de inmediato es la variedad de las mismas: pinturas, esculturas, dibujos, cerámicas, carteles y piezas vinculadas con las artes escénicas. Esto nos da ya una clave importante: la intención es ir más allá del Miró pintor o escultor, transmitir su carácter de artista total, abierto a los más diversos géneros y registros expresivos.
En definitiva, estamos así ante una exposición «de tesis». El título: «orden y desorden», expresa el núcleo de dicha tesis, que supone una consideración de la obra de Joan Miró caracterizada por su orden interior, y a la vez por su apertura hacia el exterior, que puede ser percibida como desorden.


Pintura (sobre masonita) (1936). Colección Carmen Thyseen, Museo Thyssen. 

Siendo ésta una tesis sin duda interesante, el problema surge por el modo concreto de presentar las obras reunidas, al mezclar y superponer fechas y épocas: no hay orden cronológico, ni temático. Por lo que se hace difícil, si no se dispone de datos e informaciones previos, apreciar la escala de momentos y transiciones a lo largo de la trayectoria de Joan Miró. E igualmente difícil es identificar los ejes temáticos recurrentes en la misma, y sus sentidos.
Aun así, estamos ante Miró, ante un Miró «abierto», que sigue deslumbrando por la intensidad plástica de sus propuestas en todos los registros que aborda. Podemos ver cómo en las pinturas de su primera exposición individual, en 1918, que parece que fue un gran fracaso, ya se abre, desde su formación académica, a los nuevos lenguajes de las vanguardias artísticas. Tras ello, decidió marcharse a París en 1920, donde acabaría por convertirse en uno de los artistas centrales en el ámbito del surrealismo.


Sin título (Diseño para estarcido) (ca. 1946). Fundació Joan Miró.  

Eso sí, sin encerrar su trabajo en un marco de grupo, de disciplina colectiva. Miró fue desarrollando a lo largo de toda su trayectoria un lenguaje plástico distinto, diferenciado, específicamente propio. Con una articulación muy elaborada, precisa, de temas y formas de representación. El dinamismo plástico y expresivo de las figuras humanas en su contraste con los animales y la naturaleza, la dispersión en el mundo fabricado por los hombres, las mujeres y los pájaros, los sueños. Desde una expresión figurativa poética, en la que las líneas y el color desempeñan un papel fundamental.
Todo ello puede apreciarse en las obras reunidas. Pinturas que destellan como relámpagos, dibujos que transitan desde lo que está fuera a lo más interior. Pequeñas, hermosas, llenas de poesía plástica, las piezas de cerámica. Y también otros aspectos, que habitualmente se dejan en segundo plano. Por ejemplo, el compromiso político y social de Miró. Primero, en 1937, con la República, tal y como se expresa en su conocido cartel, editado en Francia, «Ayudad a España». Y después, con la democracia, a lo largo de toda su trayectoria.


Pintura (1973) y Pintura (1973)

El sugestivo documental de Pere Portabella «Miró, l’altre» [«Miró, el otro»] (1969), nos permite ver a Miró en acción, sacando su obra a la calle, y después tachándola con una densa capa de pintura negra, con una escoba, con una brocha. Los carteles también expresan su voluntad de acción, de intervenir en la vida pública. Y de gran alcance son las figuras para la obra teatral «Mori el Merma», en la que Miró empezó a trabajar en 1976, y que se estrenó en 1978. Inspirándose en la figura de Ubú Rey, de Alfred Jarry, representación satírica del poder despótico, Miró expresaba en ella el deseo del final definitivo de la dictadura franquista.


Paisaje (1974). Fundació Joan Miró.

Frente al tópico, tan extendido en algunos momentos, que comparaba las obras de Miró con lo que dibujan o pintan los niños, hay que oír directamente la profundidad de su voz, en 1968: “Naturalmente, no he necesitado más que un instante para trazar con el pincel esta línea. Pero he necesitado meses, quizá años de reflexión, para concebirla”. Nada más difícil que pintar como un niño. Miró sigue aquí. Está vivo. La obra de este gran poeta de las formas nos permite pasar de lo meramente exterior a los ecos y registros más profundos de la existencia.  



* Joan Miró, orden y desorden; IVAM, Valencia. Comisario: Joan Maria Minguet Batllori. Del 15 de febrero al 17 de junio de 2018.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.322, 24 de marzo de 2018, pg. 20.


domingo, 11 de marzo de 2018

Exposición en la Fundación Juan March, Madrid:


Asia también está aquí
  
Tras un proceso de investigación de cinco años, la Fundación Juan March presenta en Madrid una sugestiva exposición centrada en la presencia de la cultura estética de Asia, en concreto: de India, Japón y China, en el arte contemporáneo de España. Se muestran obras, en diálogo con Asia, de más de sesenta artistas junto a pequeñas esculturas, cerámicas, estampas y dibujos asiáticos, que permiten apreciar los ecos y contrastes. No se la pierdan.

Fernando Zóbel: El río IV (1976). 
Óleo sobre lienzo, 190,5 x 240,6 cm. Museo de Arte Abstracto Español,  Cuenca.

Como punto de partida se sitúa a los artistas de los años cincuenta, que trabajaron en una línea de no figuración, así como a los nacidos en torno a la mitad de los sesenta, recordando  el momento en que se crea el Museo de Arte Abstracto de Cuenca. En relación con ello, tiene especial relieve la atención que se presta a quien fue su fundador: Fernando Zóbel (1924-1984), filipino de nacimiento y sin duda una de las figuras de mayor consistencia en nuestra historia reciente del arte.
La exposición se articula en ocho secciones temáticas: «Casas, templo, jardines», «Paisajes: ritmos de la naturaleza y la ciudad», «Texturas de la tierra», «Espíritu, energía, contemplación», «La fuerza del color», «Signo, gesto, abstracción», « A partir de Japón: nuevas iconografías» y «Poesía: del haiku a la práctica Zaj».

Gustavo Torner: Simulacro XX (1996).
Látex, feldespato y acrílico sobre lienzo y madera, 151,5 x 211 cm. Colección particular,  Madrid.

Sólo con los enunciados de los títulos puede ya apreciarse la variedad temática de las piezas reunidas. El carácter ideográfico de la escritura asiática la sitúa en un plano de comunicación y continuidad con el dibujo. Junto a ello, la representación de la naturaleza, las construcciones humanas, las figuras de dioses, y el ámbito dramático de la representación, configuran un entramado estético polimorfo y abierto que se proyecta en las pinturas, dibujos, cerámicas, fotografías, e instalaciones de nuestros artistas desde el siglo ya pasado hasta ahora mismo.

Buda en dhyana mudra. Tailandia. Estilo Bangkok  (1751-2000).
Bronce sobredorado, 61 x 49 x 23 cm. Museo Nacional de Artes Decorativas,  Madrid.

Además de las secciones mencionadas, el conjunto se complementa con otros dos apartados documentales: «Pintura de luz y línea: Fernando Zóbel, entre Occidente y Asia», e «Iluminaciones en las bibliotecas: Asia leída por los artistas». En el primer caso, se reúnen cuadernos de apuntes, álbumes, fotografías de viajes a Japón, sellos orientales, notas de clase para impartir docencia de arte chino y japonés, que Zóbel desarrolló entre 1956 y 1961 en una universidad de Manila, y algunas cerámicas chinas de la dinastía Ming (1368-1644) que encontró en las excavaciones arqueológicas en una finca familiar situada en la península de Calatagán, en las que trabajó a finales de los años cincuenta. En el segundo caso: el libro como proyección y viaje, se recoge una pequeña representación de las bibliotecas personales de Eduardo Chillida, Pablo Palazuelo, Antoni Tàpies y Fernando Zóbel.

Pamen Pereira: Cuerpo de luz I (1994).
Humo sobre papel, 95 x 127 cm. Monasterio Zen Luz Serena- CSBZ,  Casas del Río.

Obviamente, todo este panorama, tan amplio y complejo, ha exigido desbordar los espacios habituales de las salas de exposición. Y así, las obras salen fuera: a través de los cristales, en la escalera, o en el vestíbulo del auditorio. Y algo más todavía: junto a la presentación espacial de la exposición, un proyecto de historia oral, titulado “Asia y el arte contemporáneo en España”, ha dado lugar a un documental con catorce vídeos basados en entrevistas personales a otros tantos artistas realizadas a lo largo de 2017. Y a ello se suma un portal de contenidos creado al efecto en www.march.es que recoge, junto a otros materiales, una serie de cuestionarios realizados a numerosos artistas, textos, y documentos.

José María Yturralde: Vesper. Serie Enso (2016).
Acrílico sobre lienzo, 190 x 190 cm. Galería Javier López & Fer Francés,  Madrid.

La estética asiática, en la proyección y el contraste, está también aquí. Como subraya el gran escritor japonés Junichiro Tanizaki (1886 – 1965), en su hermosísimo texto El elogio de la sombra (1933), el papel asiático absorbe la luz, a diferencia del papel occidental sobre el que rebotan los rayos luminosos. Y lo mismo sucede en la arquitectura, el teatro, y los demás ámbitos de la experiencia estética. De ahí la importancia de la sombra, en lugar de la luz, como núcleo de la experiencia estética en Asia. Pues, escribe Tanizaki, “eso que generalmente se llama bello no es más que una sublimación de las realidades de la vida”.


* El principio Asia; Fundación Juan March, Madrid. Comisarios: Manuel Fontán del Junco e Inés Vallejo. Del 8 de marzo al 24 de junio de 2018.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.320, 10 de marzo de 2018, pg. 22.