El arte en la guerra
Una de las exposiciones más
interesantes de los últimos meses en París es la que el Museo de Arte Moderno
de la Ciudad presenta con el título "El Arte en guerra. Francia
1938-1947", y que puede todavía verse hasta el próximo 17 de febrero. Con
cerca de 400 obras de más de 100 artistas y un buen número de documentos de
todo tipo: objetos diversos, impresos y material fílmico, la muestra es ante
todo un gran fresco histórico que nos permite sumergirnos en uno de los
periodos más convulsos de la historia reciente de Europa. Un periodo en el que
la guerra, exacerbación extrema de la violencia, expande su huella siniestra propiciando
no sólo muerte y destrucción sino también intenso dolor, desgarramiento e
incertidumbre entre quienes sobrevivieron.
Articulada en diez apartados,
y con un enfoque marcadamente historicista, la exposición es irregular desde un
punto de vista específicamente artístico: las obras, objetos y documentos no
han sido seleccionados atendiendo a su calidad estética, sino sobre todo a su
importancia informativa. Más que una muestra de grandes obras de arte, lo que
tenemos ante los ojos es una especie de "documental", una mirada
retrospectiva sobre un tiempo terrible y lleno de zozobras.
Victor Brauner: Sufrimiento, sufrimiento
[Souffrance,
souffrance] (1941).
Ó. s. l., 46 x 38 cm. Musée d'Art
Moderne de la Ville de Paris.
Me parece un acierto haber
situado en el inicio una pequeña reconstrucción de la Exposición Internacional
del Surrealismo, que abrió sus puertas en París en enero de 1938, y que fue
concebida como una respuesta a las exacerbaciones nacionalistas de la Exposición
Internacional de 1937. En ella se respiraba ya, de forma anticipatoria, el
"aroma" de esa guerra que habría de venir y que, como tristemente
sabemos, había de hecho comenzado ya en España. Los campos de internamiento, el
exilio y la clandestinidad se convirtieron en situaciones forzadas para
muchísimos seres humanos. Entre 1938 y 1946, 600.000 hombres, mujeres y niños
fueron internados en los campos franceses: primero, republicanos españoles y
después, a partir del desencadenamiento de la guerra, alemanes anti-nazis,
residentes en Francia de las entonces llamadas "potencias enemigas",
o comunistas franceses. Después de la derrota de Francia, y bajo el régimen
colaboracionista de Vichy, los campos franceses se convertirían para los judíos
en una siniestra antesala de la muerte: 75.000 serían deportados a Alemania, en
particular al campo de exterminio de Auschwitz.
Pablo Picasso: Naturaleza muerta con lechuza y erizos
[Nature morte à la chouette et aux oursins](1946). Ó. y resina s. madera (haya), 81,5 x 79 cm. Musée Picasso, Antibes.
Artistas extranjeros, como
Max Ernst o Hans Bellmer, fueron internados. Otros marcharon al exilio.
Picasso, que en 1937 había presentado el Guernica
en la Exposición Internacional, continuó trabajando en silencio en París,
vigilado por la Gestapo, y realizando obras de una calidad excepcional. Las que
se presentan en la exposición, en una sala dedicada sólo a su obra,
constituyen, sin duda, lo mejor desde un punto de vista artístico que podemos
encontrar en la misma. Y contrastan, en cambio, con la impresionante
"caída" de calidad de las que contemporáneamente hizo Georges Braque,
también presentes. Otros grandes nombres de la vanguardia: Henri Matisse,
Pierre Bonnard y Georges Rouault, por ejemplo, de quienes se presentan igualmente
magníficas piezas, continuaron trabajando en los ambientes más tranquilos del
sur de Francia.
Pablo Picasso: La alborada [L'Aubade] (1942).
Ó. s. l., 195 x 265 cm. Centre Pompidou, París.
La muestra pasa revista al
proyecto, impulsado por las autoridades de Vichy, de propiciar un arte
estrictamente "francés", expurgado de Picasso, artistas extranjeros,
surrealistas y abstractos, y también a las plataformas de continuidad, con un
alto grado de riesgo, de las propuestas de la vanguardia. Y después al nuevo ambiente
que despunta con la "liberación", el retorno a la abstracción, el
interés por el cuerpo y la gestualidad, para culminar con las búsquedas
"primitivistas" de los llamados "anartistas", entre ellos
Jean Dubuffet o Wols.
"El Arte en guerra"
permite, en definitiva, apreciar las respuestas, diversas y siempre difíciles,
de los artistas ante una situación que suponía un gran signo de interrogación
sobre el sentido de su propio trabajo. ¿Qué puede hacer el arte, de qué sirve,
cuando la experiencia de la guerra lo destruye todo? Quizás una de las
consecuencias más relevantes que uno puede extraer del material reunido en la
exposición es, precisamente, el valor afirmativo del arte, de todas las artes,
claro: también la literatura y la música, en esas situaciones extremas que
niegan el núcleo central de la vida humana. En esas situaciones extremas, la
educación, la cultura, las artes, vías intensas de afirmación de la dignidad humana, son más
imprescindibles que nunca.
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