Inmateriales
Ver a través del cristal
La Fundación Mapfre presenta
en Madrid una magnífica exposición de la fotógrafa estadounidense Imogen
Cunningham (1883-1976). Con 187 fotografías, muchas de ellas impresiones de época (vintage), es sin duda una de las muestras más importantes que se
han presentado no ya sólo en España, sino en Europa, de una de las grandes
pioneras de la fotografía artística. Impresiona, de verdad, poder apreciar en
estos destellos de luz y sombra la manera en que esta gran mujer independiente
y activa durante toda su larga vida es capaz de apropiarse con su mirada y su
cámara del flujo temporal retenido en el instante para ir más allá de su
carácter fugaz y convertirlo en imagen que perdura.
Imogen Cunningham: Tres bailarinas, Mills College [Three Dancers, Mills College] (1929).
Gelatina de plata, copia posterior, 17,8 x 21,8 cm.
Imogen Cunningham Trust, Lopez Island, Washington.
Como es sabido, hubo de pasar
casi un siglo hasta que la fotografía comenzó a ser aceptada como una más entre
las artes. Probablemente, la razón teórica más fuerte para ello fue su uso
generalizado en los ámbitos comunicativos y familiares. Según señaló con
lucidez Susan Sontag, fotografiar es un acontecimiento en sí mismo, y de ahí se
produce el paso a que cualquier acontecimiento se considere digno de
fotografiarse. A diferencia de lo que sucede en la tradición artística, en la
que se intenta plasmar y retener en la obra "el instante
privilegiado", en los usos públicos más comunes de la fotografía lo que se
produce es una indiferenciación en la representación de la experiencia: todo se
hace homogéneo, equivalente. Una deriva que se intensifica hasta el paroxismo
en las actuales redes digitales de comunicación social.
Imogen Cunningham orientó su
trabajo como fotógrafa, en los inicios del siglo veinte, justo en la dirección
contraria. Sus fotografías nos dan siempre un ajuste de la mirada en la imagen,
un alto grado de abstracción. Y con una plena consciencia de lo que buscaba. Ya
hacia el final de su vida, en 1968, y frente al reclamo comercial bastante
común entonces de "usted aprieta un botón y nosotros hacemos el
resto", se preguntaba: "¿Cómo puede luchar el fotógrafo serio contra
la utilización descuidada del medio?"
Imogen Cunningham: Autorretrato [Self-Portrait] (1906).
Platino, copia posterior, 12 x 16,4 cm.
Imogen Cunningham Trust, Lopez Island, Washington.
Uno de los tópicos más
habituales en las aproximaciones a su obra consiste en situar su
"modernidad" en las temáticas que abordó, sobre todo los desnudos y
las flores y plantas, que anticiparían lo que bastantes décadas después
encontramos, por ejemplo, en Robert Mapplethorpe. Pero eso es quedarse en la
superficie. La grandeza de la obra de Imogen Cunningham reside no tanto en el
"qué" sino en el "cómo". Las flores, las plantas, los
cuerpos desnudos, sus retratos, o sus maravillosas fotografías urbanas, son el
resultado de un intenso proceso de abstracción
de la imagen concreta. Un cuerpo, por ejemplo el suyo propio en su Autorretrato (1906) en el que aparece
desnuda sobre la hierba, se convierte en un foco de luz que se contrapone a la
gradación de sombras que lo rodean. El procedimiento de abstracción se hace aún
más intenso en Triángulos (1923), una
fotografía de formato reducido que es para mí una auténtica obra maestra, y en
la que el cuerpo femenino desnudo, en su fragmentación, se transforma en un
conjunto de figuras geométricas de luz y sombra.
Imogen Cunningham: Triángulos [Triangles] (1923).
Gelatina de plata, vintage, 9,5 x 7 cm.
Seattle Art Museum.
Hay que tener en cuenta que,
frente a las fórmulas reduccionistas y en último término banales que en tantas
ocasiones se utilizan como pautas de clasificación de las propuestas
artísticas, aunque no sean en realidad sino meras "etiquetas", todo arte, y no sólo el no figurativo, es abstracto. Y en esa dimensión, en su
fuerza para transcender el momento concreto, la imagen singular, en
representación abstracta, en imagen perdurable en el tiempo, reside el núcleo
de la relevancia artística de Imogen Cunningham. Sus fotografías son arte.
Imogen Cunningham: Autorretrato con Korona View [Self-Portrait with Corona View] (1933).
Gelatina de plata, vintage, 10,2 x 8,4 cm.
Imogen Cunningham Trust, Lopez Island, Washington.
Y lo son porque en ellas
advertimos, una vez y otra, que ver es saber mirar a través. El modo en que se
oculta a sí misma en sus autorretratos, o la manera en que juega con la
presencia de las figuras a través del cristal, las vitrinas de escaparates o
los espejos, nos llevan a la identificación del carácter huidizo y fugaz de las
experiencias vitales. Que, sin embargo, perduran en el universo de la imagen.
Cuando ésta se sitúa, eso sí, más allá de la inmediatez pragmática de la
comunicación y el consumo.
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