Inmateriales
Amor y tiempo
El Centro México Madrid
presenta, hasta el próximo 4 de noviembre, "El amor es eterno mientras
dure", una incitante muestra del artista mexicano, por más de un motivo
ligado a España, César Martínez (1962). Concebida como una especie de
"celebración" de sus cincuenta años, y por ello como una mirada
introspectiva hacia el paso del tiempo y el curso de la vida, Martínez ha
reunido una serie de obras, todas ellas realizadas durante este año, con una
insólita fuerza de evocación: se trata de un conjunto de lápidas con
inscripciones.
César Martínez: AMORtiguar
el dolor.
Mármol beige maya, 18 x 60 x 2 cm.
Para quienes puedan
sorprenderse por el soporte elegido,
conviene señalar que este artista ha utilizado materiales y formas de expresión
sumamente variados durante sus casi tres décadas de trayectoria profesional. De
sus dibujos iniciales pasó a utilizar fotomontajes de fuerte impregnación
irónica y de crítica política, propuso esculturas de cera que ardían,
consumiéndose durante el tiempo de exposición al público, y figuras también
escultóricas, realizadas en goma, que se inflaban y desinflaban ante la vista,
utilizando para ello un temporizador. Hay que mencionar también sus acciones o performances, casi siempre ligadas a
celebraciones rituales en las que el público reunido es invitado a comerse al otro, a comer figuras
elaboradas con gelatina o chocolate, por ejemplo.
Esta sumaria enumeración de
los registros del trabajo de César Martínez permite apreciar hasta qué punto la experiencia del tiempo y la
meditación en torno al mismo constituye una de sus preocupaciones centrales. De
modo que esta muestra, que él caracteriza como "una proApuesta de cementerio romántico apocalíptico pero sin
inquilinos", sigue incidiendo en el cuestionamiento de la duración, en una
consideración cargada de melancolía acerca de la inevitable fugacidad de la
vida humana y de todos los acontecimientos y procesos en los que ésta se
despliega. Eso sí, su " proApuesta"
está, a la vez cargada de humor e ironía.
César Martínez: El capital
del amor.
Mármol blanco de Carrara, 30 x 80 x 2 cm.
Las lápidas son piedras de
superficie plana que llevan inscripciones. Tienen que ver con la evocación de
personas fallecidas, y ése es su uso habitual en los cementerios, pero también
con el deseo de mantener en la memoria pública el recuerdo de personalidades o
acontecimientos relevantes para una comunidad. Es indudable que la utilización
de la piedra, con su dureza y consistencia, está relacionada con el deseo de
que la evocación y el recuerdo duren, permanezcan en el tiempo. La ironía de
César Martínez fluye a través de lo que inscribe en sus lápidas: por ejemplo,
elementos de crítica de la actualidad política, que desvelan lo pasajero de las
distintas cristalizaciones del poder humano, a pesar de las pretensiones
ilimitadas de quienes lo detentan. Crítica de la situación y de los partidos
mexicanos: "MÉXICO LINDO Y QUÉ HERIDO TE HAN CONVERTIDO EN UN
(PAN)TEÓN", "A(PRI)CALIPSIS NEVER AGAIN", pero también del
Tratado de Libre Comercio: "Tratado del libre comerse en América del Norte", o de la problemática situación
europea: "NE € UROSIS". Crítica, así
mismo, del racionalismo filosófico: "SIENTO LUEGO EXISTO - NO ME DESCARTES
DE TU VIDA".
César Martínez: Neurosis.
Mármol Travertino naranja, 30 x 65 x 2 cm.
Como
puede apreciarse, las inscripciones de César Martínez son juegos de lenguaje, en el sentido de apertura de los sentidos lingüísticos
que dio a esta categoría el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein. Pero, con
toda su carga alusiva, al estar grabadas en lápidas, sus inscripciones son ante
todo juegos de lenguaje con la muerte,
a la que, por su carácter inevitable, se despoja de toda solemnidad, en una
línea intensamente presente en la cultura mexicana, y desde luego en el arte y
en la literatura. Pensemos, por ejemplo, en la celebración del Día de los Muertos,
en la obra del gran grabador José Guadalupe Posada, o en Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
César Martínez: La eternidad provisoria.
Ónix blanco, 40 x 50 x 2 cm.
Humor,
crítica e ironía. Pero también melancolía. Porque el aliento que más
intensamente desvela el carácter apasionado de este artista de las palabras y
los flujos temporales es su invocación del amor, el desgarramiento entre el
deseo de un amor eterno y la
consciencia de su inevitable, humana, fugacidad. Es algo que puede apreciarse
en el título de la exposición, ya mencionado, pero también en inscripciones
como "LA VIDA ES AMORTAL"
o "AMORTIGUAR
EL DOLOR". La invocación del amor es así el verdadero núcleo de estos
"Epitadesafíos y Lapidiarios". Y aquí encontramos la huella de
Octavio Paz, al que el propio César Martínez recuerda. Pues si, como Paz
escribió, "no hay remedio contra el tiempo", el amor es precisamente
una respuesta al mismo, al ser "simultáneamente consciencia de la muerte y
tentativa por hacer del instante una eternidad".
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