Iria Candela: Contraposiciones. Arte contemporáneo en
Latinoamérica 1990-2010; Alianza Forma, Madrid, 2012. 199 pgs.
Un arte que politiza
Para quienes venimos
siguiendo con interés y atención la cultura y el arte de América Latina desde
hace ya bastante tiempo este interesante libro de Iria Candela (Santiago de
Compostela, 1976), conservadora asistente en la Tate Modern de Londres, es una
grata noticia. Superados ya los tiempos en que se hablaba del "arte
latinoamericano", como si éste constituyera una realidad homogénea, y
también los discursos sobre "la identidad" que tanto lastraron las
prácticas artísticas en las distintas naciones latinoamericanas, se ha impuesto
definitivamente el reconocimiento de su pluralidad. Ése es, desde luego, el
planteamiento de Contraposiciones,
concebido como una aproximación a las obras de veinte artistas
latinoamericanos, de diversas nacionalidades, que tienen actualmente entre 37 y
57 años.
En lugar de aplicar un marco
de agrupamiento genérico, o de intentar hacer una selección de "los
mejores artistas", Iria Candela orienta su enfoque a la comprensión de
"las obras desde sí mismas",
teniendo en cuenta rasgos estilísticos y temáticos comunes, que serían
especialmente relevantes en la situación artística actual. Indica también que
su método de trabajo sería una "combinación de historia del arte y
práctica comisarial", aunque la lectura atenta del libro desvela que sus
referencias teóricas de fondo remiten al pensamiento filosófico francés
contemporáneo: Gilles Deleuze, Michel Foucault, Guy Debord y a la Escuela de
Frankfurt: Walter Benjamin, Herbert Marcuse (a quien, por cierto, llama
"sociólogo"?) pero sobre todo a la Teoría estética de T. W. Adorno, todos ellos habitualmente citados
de traducciones al inglés.
Escrito con un estilo claro y
transparente, que sin duda todo lector agradecerá, sin jerga, Contraposiciones proporciona una
magnífica vía de acceso a algunas cuestiones decisivas en las líneas de fuerza
del arte de nuestro tiempo. Lástima que la brillantez de la escritura se empañe
a veces por la reiteradísima utilización de la expresión "a nivel" y
las no pocas erratas que se han deslizado. Hay también alguna imprecisión, como
por ejemplo hablar de El final del
eclipse, como si fuera una exposición personal del artista argentino Jorge
Macchi ("su exposición", se dice, pg. 114), cuando se trata de una
exposición colectiva que presentaba obras de más de cuarenta artistas. Pero se
trata, como es obvio, de objeciones menores, de problemas que pueden ser fácilmente
subsanados en una nueva edición del libro.
Lo realmente interesante es
la frescura y profundidad en el análisis de las obras y propuestas. Si lo que
da unidad a su planteamiento, y justifica las obras y artistas seleccionados,
es la idea de que desde comienzos de la década de 1990 se habría generado
"una producción artística que ha recuperado ciertas estrategias de la
tradición del arte político" (pg. 165), eso no conduce a interpretaciones apriorísticas.
Al contrario, Iria Candela muestra en sus aproximaciones a las obras cómo éstas
adquieren "carácter político a través de su compleja configuración
formal" (pg. 21). Ésta es, en mi opinión, una cuestión central, pues pone
el acento en el carácter central de la
construcción plástica para que podamos hablar propiamente de arte, en lugar de las confusiones que
cada vez más propician la identificación reductiva de las propuestas artísticas
con el documentalismo o el activismo social.
A través de tácticas
estéticas muy diversas, utilizando distintos materiales y soportes, los
artistas seleccionados plantean con sus trabajos y actitudes una crítica tanto
del objeto artístico tradicional, como de su propio estatus como artistas. El
eje de toda la argumentación de Iria Candela se sustenta en la categoría contraposiciones, en plural, que
lógicamente da título al libro. Esa categoría nos habla del contexto social y
cultural en el que se sitúan las prácticas artísticas en América Latina, con
las importantes diferencias sociales que allí podemos encontrar: la coexistencia
de grandes fortunas y de la pobreza extrema. En el libro se nos recuerda que,
según datos de la CEPAL de 2009, uno de cada 3 latinoamericanos vive en la
pobreza (un total de 190 millones de personas), y el 13,4 por ciento (unos 76
millones) en condiciones de pobreza extrema.
A eso se enfrentan los
artistas, lo que hace inevitable un posicionamiento de carácter moral y
político, que implica plasmar en las obras y propuestas el desvelamiento y la
toma en consideración de esas grandes diferencias sociales, lo que se
concretaría, subraya Iria Candela, en que para ellos "toda idea de
consenso social que no contemple la diferencia carece de sentido" (pg.
19). Pero lo decisivo es que en todos los casos analizados: todos ellos
artistas de gran interés en su trayectoria, sus actitudes de contraposición se formulan a través de
rigurosos procesos de construcción plástica, en sí mismos también diversos y
plurales. De ahí la conclusión: "el arte de la contraposición ofrece no
tanto un arte político como un arte que
politiza" (pgs. 170-171). Estamos en las antípodas del "arte de
tendencia" y, desde luego, del mero panfleto. La acción moral y política
del artista sólo es efectiva y tiene auténtico alcance si se hace desde la
especificidad de la construcción plástica.
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