jueves, 18 de octubre de 2012

Crítica del libro de Iria Candela


Iria Candela: Contraposiciones. Arte contemporáneo en Latinoamérica 1990-2010; Alianza Forma, Madrid, 2012. 199 pgs.


Un arte que politiza 


Para quienes venimos siguiendo con interés y atención la cultura y el arte de América Latina desde hace ya bastante tiempo este interesante libro de Iria Candela (Santiago de Compostela, 1976), conservadora asistente en la Tate Modern de Londres, es una grata noticia. Superados ya los tiempos en que se hablaba del "arte latinoamericano", como si éste constituyera una realidad homogénea, y también los discursos sobre "la identidad" que tanto lastraron las prácticas artísticas en las distintas naciones latinoamericanas, se ha impuesto definitivamente el reconocimiento de su pluralidad. Ése es, desde luego, el planteamiento de Contraposiciones, concebido como una aproximación a las obras de veinte artistas latinoamericanos, de diversas nacionalidades, que tienen actualmente entre 37 y 57 años.
En lugar de aplicar un marco de agrupamiento genérico, o de intentar hacer una selección de "los mejores artistas", Iria Candela orienta su enfoque a la comprensión de "las obras desde sí mismas", teniendo en cuenta rasgos estilísticos y temáticos comunes, que serían especialmente relevantes en la situación artística actual. Indica también que su método de trabajo sería una "combinación de historia del arte y práctica comisarial", aunque la lectura atenta del libro desvela que sus referencias teóricas de fondo remiten al pensamiento filosófico francés contemporáneo: Gilles Deleuze, Michel Foucault, Guy Debord y a la Escuela de Frankfurt: Walter Benjamin, Herbert Marcuse (a quien, por cierto, llama "sociólogo"?) pero sobre todo a la Teoría estética de T. W. Adorno, todos ellos habitualmente citados de traducciones al inglés.


Escrito con un estilo claro y transparente, que sin duda todo lector agradecerá, sin jerga, Contraposiciones proporciona una magnífica vía de acceso a algunas cuestiones decisivas en las líneas de fuerza del arte de nuestro tiempo. Lástima que la brillantez de la escritura se empañe a veces por la reiteradísima utilización de la expresión "a nivel" y las no pocas erratas que se han deslizado. Hay también alguna imprecisión, como por ejemplo hablar de El final del eclipse, como si fuera una exposición personal del artista argentino Jorge Macchi ("su exposición", se dice, pg. 114), cuando se trata de una exposición colectiva que presentaba obras de más de cuarenta artistas. Pero se trata, como es obvio, de objeciones menores, de problemas que pueden ser fácilmente subsanados en una nueva edición del libro.
Lo realmente interesante es la frescura y profundidad en el análisis de las obras y propuestas. Si lo que da unidad a su planteamiento, y justifica las obras y artistas seleccionados, es la idea de que desde comienzos de la década de 1990 se habría generado "una producción artística que ha recuperado ciertas estrategias de la tradición del arte político" (pg. 165), eso no conduce a interpretaciones apriorísticas. Al contrario, Iria Candela muestra en sus aproximaciones a las obras cómo éstas adquieren "carácter político a través de su compleja configuración formal" (pg. 21). Ésta es, en mi opinión, una cuestión central, pues pone el acento en el carácter central de la construcción plástica para que podamos hablar propiamente de arte, en lugar de las confusiones que cada vez más propician la identificación reductiva de las propuestas artísticas con el documentalismo o el activismo social.
A través de tácticas estéticas muy diversas, utilizando distintos materiales y soportes, los artistas seleccionados plantean con sus trabajos y actitudes una crítica tanto del objeto artístico tradicional, como de su propio estatus como artistas. El eje de toda la argumentación de Iria Candela se sustenta en la categoría contraposiciones, en plural, que lógicamente da título al libro. Esa categoría nos habla del contexto social y cultural en el que se sitúan las prácticas artísticas en América Latina, con las importantes diferencias sociales que allí podemos encontrar: la coexistencia de grandes fortunas y de la pobreza extrema. En el libro se nos recuerda que, según datos de la CEPAL de 2009, uno de cada 3 latinoamericanos vive en la pobreza (un total de 190 millones de personas), y el 13,4 por ciento (unos 76 millones) en condiciones de pobreza extrema.
A eso se enfrentan los artistas, lo que hace inevitable un posicionamiento de carácter moral y político, que implica plasmar en las obras y propuestas el desvelamiento y la toma en consideración de esas grandes diferencias sociales, lo que se concretaría, subraya Iria Candela, en que para ellos "toda idea de consenso social que no contemple la diferencia carece de sentido" (pg. 19). Pero lo decisivo es que en todos los casos analizados: todos ellos artistas de gran interés en su trayectoria, sus actitudes de contraposición se formulan a través de rigurosos procesos de construcción plástica, en sí mismos también diversos y plurales. De ahí la conclusión: "el arte de la contraposición ofrece no tanto un arte político como un arte que politiza" (pgs. 170-171). Estamos en las antípodas del "arte de tendencia" y, desde luego, del mero panfleto. La acción moral y política del artista sólo es efectiva y tiene auténtico alcance si se hace desde la especificidad de la construcción plástica.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1062, 13 de octubre de 2012, p. 19.

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