viernes, 12 de noviembre de 2010

Los ojos de Eros (Picasso ante Degas)


Inmateriales
Los ojos de Eros
José Jiménez

La hermosa exposición Picasso ante Degas, que puede verse en el Museo Picasso de Barcelona hasta el próximo 16 de enero, es todo un acontecimiento. Coproducida por el Clark Institute de Massachusetts, donde ha podido verse antes, y nuestro Museo, donde tendrá su única presentación en Europa, la muestra aborda por vez primera la intensa relación que Picasso estableció, prácticamente a lo largo de toda su trayectoria, con la obra de Degas. A través de 108 piezas y 17 documentos, la exposición examina a Degas a través de los ojos de Picasso. Y la verdad es que ese: los ojos, es el núcleo de la cuestión. El hilo secreto que une a Picasso y Degas es su forma ensimismada de mirar, de forma particular y central de mirar a las mujeres. Sus ojos, los de uno y otro, son los ojos de Eros.
Edgar Degas (1834-1917) ha sufrido un cierto purgatorio crítico del que sólo en los últimos años empieza a salir, quizás por su voluntad de situarse al margen del Impresionismo y también al ser identificado con una temática un tanto cursi como pintor y escultor de bailarinas. Esto último denota una gran incomprensión del alcance revolucionario de su trabajo, como ya hicieron notar figuras contemporáneas suyas como Paul Valéry o Joris-Karl Huysmans. Su amigo, el novelista y crítico de arte Edmond Duranty lo describió como alguien dotado "de una rara inteligencia", ocupado con ideas, lo que le hacía resultar extraño ante no pocos de sus colegas. El propio Degas decía de sí mismo: "Mi arte no tiene nada de espontáneo; es todo reflexión". Interesado en la fotografía y en la cronofotografía, Degas concebía el arte como una "convención", y de ahí su interés en el proceso de construcción de la representación visual, la perspectiva y el movimiento. Su voluntad de ir más allá del Impresionismo tiene que ver con su voluntad de superar una plasmación meramente física ("retiniana", diría después Marcel Duchamp) de la pintura y la escultura.
Es relativamente conocida, la introducción de Degas como un personaje en escenas de burdel en la obra gráfica tardía de Picasso, representado casi siempre como una figura pasiva, entre el viejo verde y el mirón. Pero lo que la exposición reconstruye ejemplarmente es la confrontación continua de Picasso, a lo largo de toda su trayectoria, con Degas. De su descubrimiento, al poco de llegar a París, que lo lleva a emular las escenas de music hall y de café, a su interés paralelo por la representación del mundo íntimo de las mujeres, la danza, el desnudo femenino o las escenas de burdel. Este ejemplar rastreo de paralelismos alcanza una impresionante intensidad artística en las esculturas y cuadros de mujeres peinándose.
Edgar Degas El Peinado c. 1896 Óleo sobre lienzo 114,3 x 146,7 cm The National Gallery, Londres. Adquisición 1937 © The National Gallery, London.



 Pablo Picasso Desnudo peinándose 7 de octubre de 1952 Óleo sobre contraplacado 150,5 x 119,4 cm Colección particular © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid 2010.

A pesar de que sus biografías nos llevan a personalidades muy diferentes: Degas fue un solitario que no llegó a casarse ni a mantener relación estable alguna con una mujer, mientras que Picasso hizo de sí mismo una especie de héroe amatorio, a ambos los unía una inteligencia visual profunda que volcaron en sus obras respectivas, más contenida la de Degas, muchísimo más abierta y expansiva la de Picasso. Y, sobre todo, ese hilo secreto que implicaba el deseo de poseer a la mujer atrapándola visualmente en la desnudez de su intimidad, cuando queda completamente inerme ante la mirada apropiadora del macho. No es extraño, por todo ello, que en cierto modo Picasso considerara a Degas como su semejante, y a esa luz hay que interpretar el hecho de que en sus últimos años comprara nueve de los monotipos de burdeles que Degas había creado a finales de 1870, reconvirtiendo algunos de ellos en grabados propios. En realidad, en las escenas de burdel Degas es una contraimagen, o variación en sentido musical, del propio Picasso. Uno y otro fascinados, y a la vez con no poco temor, ante la fuerza y el dinamismo de la mujer que tienen ante sus ojos.


     PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 970, 6 de noviembre de 2010, p. 32.

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