lunes, 14 de marzo de 2011

La vida de los otros (Para una crítica de la imagen mediática)

Inmateriales
La vida de los otros
José Jiménez

No me refiero, con el título, a la excelente película de Florian Henckel-Donnersmarck que describe el espionaje al que la "Stasi", la temida policía política de la desaparecida República Democrática Alemana, sometía a los sospechosos de disidencia, con sus terribles y dramáticas consecuencias para la vida de las personas. Me refiero a otra cuestión, que tenemos cada día ante nuestros ojos, y que solemos dejar pasar sin decir nada, entre la indiferencia y la sensación de impotencia. Hablo de la proliferación, del crecimiento vertiginoso que hace que incluso cada vez sea más difícil evitar que una vez y otra te salga al paso, eso que con un hipócrita eufemismo se llama información (?) o prensa "del corazón".
En esta España tan llena de dinamismo y vitalidad, a pesar de los índices negativos que reflejan la dureza de una crisis que arrebata la esperanza a los que ni siquiera pueden trabajar y a los jóvenes que son el futuro, tenemos en cambio el dudoso honor de ocupar el primer lugar en plataformas y espacios dedicados a ese tipo de información (?) entre las naciones de nuestras características y cultura. No sólo hay programas "especializados" en televisiones y radios, junto a publicaciones enteramente dedicadas a ello: todos conocemos sus nombres, sino que en los medios de información general se han introducido secciones dedicadas a esas cuestiones, que cada vez ocupan más espacio y se les da más importancia, con la edición incluso de suplementos "especializados". Términos como "gente", "estilo", "famosos", "lujo", "glamour" y, sobre todo, "corazón", este último con todo tipo de repeticiones y combinaciones con otras palabras que refuerzan su intención, proliferan hoy en todos los soportes de nuestras industrias de la información. Piensen, en cambio, en la incesante reducción en todos los medios, también sin excepciones, de los espacios dedicados a la educación, la ciencia y la cultura, rúbrica, esta última, que cada vez se confunde más, a su vez con la "cartelera de espectáculos" y con la vida social de la gente del espectáculo, subgénero chic en el planeta de los "famosos".
Aun a costa de resultar ingenuo, debo confesar mi desilusión ante todas las empresas y cadenas, lamentablemente sin ninguna excepción, que permiten este estado de cosas. Ya sé, naturalmente, la respuesta inmediata que me darían, si es que quisieran hacerlo: las empresas dan lo que la gente pide, si no hubiera demanda social, nunca se le daría ese espacio a las noticias (?) sobre el corazón. Pero ese tipo de respuesta es tan sólo una falacia. Además de que, desde un punto de vista moral, no hay justificación para aceptar cualquier tipo de demanda social, sabemos de sobra que son los propios medios de comunicación de masas los que en nuestro mundo intensifican y canalizan las necesidades de la gente. Mi desilusión se extiende también a los propios periodistas, quienes entiendo que debieran establecer un código deontológico que evitara ese tipo de situaciones, a través de sus consejos de redacciones y demás vías de participación en empresas que son de interés público.
Porque la cuestión central es esa: en una sociedad democrática, los medios de comunicación deben servir al interés público, transmitiendo información y contrastando la pluralidad de opiniones acerca de las cuestiones que afectan a la vida de la comunidad y a la marcha del mundo. Convertir acontecimientos de la vida privada de ciertas personas en fenómenos de interés público (?) es una auténtica tergiversación de los nobles fines que deberían siempre inspirar la estructura y la tarea de los medios. Mucha gente sencilla, sin defensas, acaba viviendo en la exaltación o en la compasión, meramente reflejos, de acontecimientos privados de las vidas de esos que se llaman "famosos", sin que en la gran mayoría de los casos haya el más mínimo motivo para darles ningún valor de ejemplaridad social. De modo que mucha, muchísima gente, vive en un auténtico estado de alienación, sin vías para pensar, para poder formar un pensamiento crítico. Viven en un mundo de fantasmas, de sombras, en el universo del espectáculo, la vida de los otros.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/),  nº 988, 12 de marzo de 2011, p. 26.


6 comentarios:

  1. A veces pienso que habría que pelear de alguna manera por los medios de comunicación. Hay un grupo de personas a las que les gusta esa televisión, que desearía salir en esa televisión y a los que como consuelo les sirve con ser fan de un programa o de un/a famosillo/a. Estas personas mandan sms a los programas, crean páginas en redes sociales, opinan, compran revistas, protestan o apoyan... Asi acaban copando los medios de comunicación.
    Y a los que nos gustaria otros contenidos y otras formas ¿qué hacemos? ¿Es una cuestión de mayorias y minorias?

    Un saludo.

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  2. Muchas gracias por el comentario.
    En el fondo, se trata de una cuestión de educación y de formación cultural. ¿Cómo incidir en el desarollo de un pensamiento y una sensibilidad libres cuando nuestro mundo está dominado por la obtención del beneficio económico y la expansión del consumo...?
    A pesar de todo, la única vía que nos queda es seguir insistiendo en el trabajo para fomentar un pensamiento crítico, que poco a poco ponga de relieve cómo actúan las instancias de poder diseminadas en estas sociedades complejas en las que vivimos.
    Saludos.

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  3. Podría empezar así: « des parfums délicats qui l'exaspèrent, mais des ordures soigneusement choisies » o « Varius multiplex multiformes » Pero prefiero quedarme en algo que me es mas afín. Desde que Heisenberg enunció su principio de incertidumbre, nos hizo conscientes de que la naturaleza, y la sociedad con ella, ya no tiene una unidad de medida propia, para lo bueno y para lo malo (sobretodo), no existe más el justo medio, nos agradan los excesos y el éxito sin esfuerzo esta bien visto, queremos ídolos de quita y pon. Ja!
    Una vez un amigo me dijo que nos hacíamos mayores cuando empezábamos a decir “es que los adolescentes ahora”… Me he hecho viejo de repente, y me preocupa, como vosotros, el porqué de esa falta de curiosidad de los jóvenes en la época con más acceso a la información de nuestra historia.
    Quizás sea eso, cuando sobra no se valora. A ver si a cierto punto empiezan a sobrar farándula y alienación.
    Un abrazo: Rodrigo Pérez

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  4. Hola José, Juan y polyhedra, buenos y primaverales días,

    Pienso que asistimos a un cambio muy radical en el ambito de comunicación. Hay espacios en los que se maneja que internet y las redes sociales en particular, van a provocar la debacle de los medios de comunicacón de masas tal y como la conocemos hasta ahora.

    La desaparición de la idea de crear o producir para las masas en la comunicación, dinamita la aparición de mediocres de medio pelo sin fondo ni contenido.

    En este momento en que no adivino que va a suceder, quiero ser optimista militante. Pensar que tener sistemas de comunicación y enlace entre todos y todas, al margen de corporaciones empresariales de comunicación, nos vuelve responsables, curiosos, sujetos morales y que nos devuelve el orgullo de ser ciudadanos y agentes políticos y culturales de nuestra comunidad.
    ( Ay... que inocente me he despertado hoy)

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  5. Hola a todos:
    Me gustaría comentar que cuando dedicamos demasiado tiempo a las vidas de los demás suele ser, principalmente, porque no tenemos vida propia. Nuestro vacío es sustituido por las vidas de los demás.., y, lo peor de todo, es que las instancias que se supone deberían intentar ayudarnos a salir de semejante situación (instituciones, periódicos, tv ,etc)
    parece que les agrade que sigamos dormidos ante sus propuestas alienantes y anestésicas...
    Así es como estar muerto en vida: "dormido"
    Pero ni el sueño nos pertenece ya, soñamos las imágenes que otros desean que hay que ver...
    En fin, ¡un desastre!
    Otra cosa es incluir a los demás en nuestras propias vidas y pensar con ellos y de ellos, pero para que sea así habrá que estar despierto.
    Un abrazo.

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  6. Se trata de eso: de no dejarse llevar, de no aceptar dejarse dormir por el brillo de la banalidad, por el ruido envolvente que te deja sordo.
    Pensar, pensar libremente. Mirar, mirar con los ojos bien abiertos.
    Abrazos,
    José

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