Inmateriales
Sueños líquidos
José Jiménez
Apenas cinco meses después de la inauguración de Constelaciones, sobre los puentes del río Manzanares, una dinámica y poética integración de las imágenes de los habitantes de la ciudad en los espacios públicos, Daniel Canogar presenta en Madrid simultáneamente tres exposiciones de un gran interés. En la Sala Canal de Isabel II, se muestra Travesías, una gran instalación en la que imágenes de seres humanos en movimiento se deslizan sobre una pantalla de leds de 30 metros de largo por 1,65 de ancho. Concebida para ser ubicada en la parte superior del atrio del edificio Justus Lipsius del Consejo de la Unión Europea en Bruselas durante la Presidencia de España, entre enero y junio de 2010, podemos verla ahora en Madrid con un nuevo montaje, que aprovecha el espacio de la torre del antiguo depósito del canal articulándose como en una cascada en la que la luz y las imágenes se desplazan con una fluidez similar a la del agua.
En la Galería Max Estrella podemos ver, también en un nuevo montaje, Spin [Girar], una instalación presentada el pasado año en el espacio de arte El Tanque, de Santa Cruz de Tenerife, en la que las imágenes y los sonidos de dvds encontrados en la basura se proyectan y reverberan sobre sus propias superficies, produciendo un flujo sinuoso y abierto de destellos y sonidos. Reflejo del ritmo vertiginoso de caducidad de los soportes tecnológicos que la publicidad del consumo vende como eternos, Spin me parece sobre todo una lúcida desconstrucción de los brillos hipnóticos y oscilantes de las imágenes repetitivas y alienantes que estructuran el mundo en el que hoy vivimos y adormecen nuestra sensibilidad. Luces y sombras de ilusión proyectadas en la cortina icónica de nuestro tiempo, similares a las que eran forzados a ver los inmovilizados prisioneros de la caverna en la alegoría que Platón relata en su República.
Por último, la Fundación Canal ha programado Vórtices, una muestra compuesta por seis nuevas instalaciones, y cuyo título hace referencia a una mancha de unos 20 millones de km2, situada en el Pacífico Norte, producida por una grandísima acumulación de desechos marinos, que flotan en el agua o bien se mantienen justo por debajo de la superficie y forman un cuerpo que no es enteramente sólido ni líquido. Las instalaciones poseen una gran intensidad plástica, una belleza de tinte melancólico. Todas ellas giran en torno a la voracidad destructiva de los circuitos de consumo, y se abren poéticamente hacia la voluntad de reutilizar, reciclar y readaptar tantos materiales y soportes que, habitualmente, usamos y tiramos: de plásticos y envases a piezas sanitarias, que Canogar recoge en los vertederos y a los que llena de imágenes, luz, proyecciones y, en definitiva, de una nueva vida.
Daniel Canogar: imagen de la instalación Tajo (2011)
Excelente, en su madurez y potencia artística, esta mirada crítica de Daniel Canogar sobre las derivas destructivas de nuestro mundo. Recoge los desechos, los detritos de la civilización urbana y tecnológica, y los rearticula, recicla, en el plano de la significación y de la imagen. Su proceso de trabajo sigue la estela que en su momento abrieron en Francia los llamados nuevos realistas, en una fase todavía incipiente del consumismo vertiginoso que no hace sino crecer y crecer. La gran diferencia con ellos se sitúa, sin embargo, en el uso plástico que Canogar propone de la tecnología misma en un juego de espejos con todo lo que se tira. Desde ese punto de vista, sus obras nos hablan de esa asimilación de la figura del poeta con la del trapero que Walter Benjamin identificó en Baudelaire, y que a él le llevó a concebir su proyecto de elaborar una arqueología de la modernidad a partir de lo que se revela en la basura, en lo que tiramos por la noche cuando nos vamos a dormir. De sueños, precisamente, habla Canogar en sus obras, como señala en la sugestiva película sobre su proceso de trabajo incluida en la exposición de la Fundación Canal. Sueños que fluyen, sueños líquidos, que desde el arte cuestionan tantos rasgos sin sentido de las sociedades modernas.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 986, 26 de febrero de 2011, p. 26.
Hola a todos:
ResponderEliminarHace mucho tiempo leí una leyenda oriental que contaba que había tres tipos de personas:
a) Unos, amaban tanto la vida(afortunados) que no les gustaba perder tiempo durmiendo. De modo que procuraban dormir lo justo para reponer fuerzas y así volver, lo antes posible, a la vida(acción).
b) Otros, odiaban tanto la vida(desheredados) que preferían estar la mayor parte del tiempo dormidos(eran felices en sus sueños),,, y procuraban estar despiertos el mínimo imprescindible para realizar las funciones biológicas necesarias del cuerpo.
c) Los últimos, se decía que no dormían jamás y se les llamaba "despiertos".
Sé que este último tipo de personas no llego a entenderlo bien. La libertad metafórica del poeta puede tener varias interpretaciones...
Pero, si acaso fuesen aquéllos que salieron de la cueva platónica y, entonces, estar despierto signifique algo que no es interior ni exterior (sentidos, mundo sensible). No está claro que tal analogía haga coincidir ambas narraciones.
Lo que sí que puedo decir, desde mi ignorancia,
es que llevo toda mi vida soñando despierto, y soñando dormido. Mis sueños son grandes gotas de energía, que me ayudan a vivir y a luchar por unas metas "ideales".
Quizás, como D. Quijote, veo cosas que los demás no quieren ver; y me niego a ver otras cosas que se supone hay que ver; y que lo llaman mundo real (cuando no deja de ser mundo fabricado, interesado...)
Sin embargo, no haber estado fuera de la caverna no nos imposibilita para saber distinguir lo que podría ser libérrimo para todos, del sucedáneo actual con falso envoltorio.
Un abrazo.