Tras pasar en 1961 de la entonces existente República Democrática Alemana a la República Federal, el gran filósofo de la utopía Ernst Bloch pronunció en la Universidad de Tubinga su primera lección con el título "¿Puede resultar fallida la esperanza?" Bloch distinguía entre utopías no mediadas, meras ensoñaciones sin fundamento real, y lo que denominaba docta spes: esperanza sabia, o utopía ilustrada: aquella que se construye con fundamento histórico y conceptual y es, además, consciente de la posibilidad de su frustración. Hacia el final del texto de la conferencia escribió: "Nada es más humano que traspasar lo que es. El que los sueños en flor casi nunca maduran es archiconocido. La esperanza ilustrada sabe esto mejor que cualquiera; tampoco en esto es ella ninguna garantía. Ella sabe sobre todo que el fracaso se pasea por el mundo como función de la nada, que también un en-vano está latente en la posibilidad real objetiva, que lleva en sí sin decidir aún tanto la salvación como el fracaso."
Estas líneas de pensamiento resonaban en mi memoria viendo "Nostalgias ajenas", la estimulante exposición de Daniel Silvo (Cádiz, 1982) en la Galería Marta Cervera, de Madrid. Daniel Silvo construye su propuesta remitiéndonos a las utopías frustradas: el México de la Revolución, Cuba, República Democrática Alemana... Lo hace con un distanciamiento (por eso las nostalgias de las que se habla son ajenas) que ninguna persona de mi generación podría sentir ante esos dolorosos dramas históricos. A pesar de todo, nostalgia. Evidentemente, por lo que pudo ser y no fue.
En una primera visión, podría pensarse que la exposición expresa un rechazo general ante las utopías. Sin embargo, no estoy seguro de que sea del todo así, más allá incluso de la intención consciente del propio Silvo. No se rechaza del todo aquello que produce en nosotros nostalgia, aunque sea ajena. Y sobre la utopía y la esperanza habría mucho que hablar y distinguir, como nos muestra la obra de Bloch, aunque lamentablemente en los tiempos que corren pocos lean a Bloch, pocos lean y mediten filosofía.
En la muestra puede apreciarse el cruce entre tecnología y utopía en los tiempos modernos. El tren de la Revolución Mexicana (de modo similar al tren de Trotsky en la Revolución Soviética), los coches Lada: signos de la resistencia de los materiales y la capacidad de aguantarlo todo en la Cuba castrista, los diseños arquitectónicos imposibles destinados a proporcionar viviendas repetitivas y homogéneas en las avenidas berlinesas de la República Democrática Alemana.
Hay en ella tres obras que me han gustado especialmente, de una gran calidad plástica y riqueza de sentidos. La instalación Justicia y ley, constituida por una serie de ampliaciones fotográficas que permiten identificar uno a uno a los hombres que figuran en una fotografía de grupo junto al tren revolucionario mexicano. Al poder ver sus rostros, su mirada, individualizamos los sueños frustrados de una colectividad que, sin duda, cambió la historia, aunque no plenamente en el sentido que seguramente se deseaba. Sus imágenes son espejos de nosotros mismos, deambulando a tientas, figuras borrosas entre la realidad y el deseo.
Junto a ella, las piezas de neumáticos que forman parte de la instalación Libertad o muerte (2010), en cuyo círculo interior se han construido figuras de constelaciones como pueden verse desde Cuba, y en las que los astros se representan con monedas cubanas, todas ellas de ínfimo valor. De nuevo, una imagen del cielo estrellado, una indicación de que los seres humanos, a pesar de penurias y calamidades, no pueden dejar de elevar su mirada al cielo, no pueden evitar sentir el impulso de la elevación.
Daniel Silvo: Glasnost 01 (2011)
Vidrio, 29 x 15 x 15 cm.
Finalmente, llamo también la atención sobre las dos piezas llamadas Glasnot (2011), que como sabemos significa transparencia en ruso y fue uno de los lemas centrales de la acción política de Mijail Gorbachov en los años finales de la Unión Soviética. Daniel Silvo juega aquí con las matrioskas, esas muñecas rusas que llevan en su interior otras más pequeñas repitiendo serialmente la imagen. Al realizar su obra en vidrio, Silvo permite ver lo que hay dentro, le da transparencia. Pero, claro, con ello comprendemos que nuestra mirada exterior de las cosas, los problemas, las situaciones: del mundo y de los seres humanos, no alcanza casi nunca esa transparencia. Habitualmente, no vemos, perdemos lo que hay dentro. No llegamos a alcanzar la pluralidad de sentidos superpuestos que definen esa dimensión compleja que llamamos realidad.
Si la utopía ya no nos dice nada, si hay tantos ejemplos, humanos e históricos, de su frustración, ¿debemos renunciar a ella...? Quiero terminar esta nota sobre las Nostalgias ajenas de Daniel Silvo, continuando la cita del texto de Ernst Bloch en el punto mismo donde antes lo dejé. "El proceso del mundo" -escribe Bloch- "no está decidido todavía en ninguna parte; claro que tampoco está todavía frustrado en ninguna; y los hombres pueden ser en la tierra los guardaagujas de su ruta, no decidida aún hacia la salvación, pero tampoco hacia la perdición. El mundo permanece en su totalidad como un fabril laboratorium possibilis salutis [laboratorio de posible salvación]. De ahí que se pueda decir, como Heráclito: 'quien no espera lo inesperado jamás lo encontrará'."
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