El juego de la expresión
Lyonel Feininger (1871-1956):
un artista entre dos mundos, que va y viene. Nacido en Nueva York, sus padres
–músicos alemanes– quisieron que se trasladara a Alemania, adonde llegaría en
1887, con tan sólo dieciseis años, para que pudiera completar allí su formación
musical. Sin embargo, Feininger eligió la vía del dibujo y el arte, y acabaría convirtiéndose
en una figura protagonista de la vanguardia artística alemana. Tras la llegada
al poder de los nazis, y después de que sus obras fueran incluidas entre las
que éstos calificaron como «arte degenerado», Feininger partió en junio de 1937
hacia Estados Unidos, donde viviría ya hasta el final de sus días. Ir y venir.
Inestabilidad que expresa la terrible condición de la existencia humana en esa
primera mitad de un siglo veinte desgarrado por las más violentas y
destructivas guerras mundiales.
Los niños Kin-der: El famoso artista alemán Feininger presenta los personajes que va a crear.
En The Chicago Sunday Tribune, 29 de abril de 1906. Impresión fotomecánica, 58 x 89 cm.
© Moeller Fine Art, Nueva York. © VEGAP, Madrid, 2017.
La
excelente exposición de la Fundación Juan March, primera retrospectiva en
España de este artista, permite una reconstrucción sumamente completa de una
trayectoria creativa que, en ese ir y venir, se abre también a los registros
plurales que los nuevos soportes expresivos fueron propiciando desde el último
tercio del siglo XIX, con la expansión de la tecnología y la formación de las
grandes ciudades. Con cerca de 400 obras y documentos, la muestra nos permite
apreciar esa pluralidad de soportes artísticos en los que Feininger desplegó su
expresión: dibujante, caricaturista, pionero del cómic, grabador, fotógrafo y
pintor.
Zirchow VII (1918).
Óleo sobre lienzo, 80,7 x 100,6 cm. National Gallery of Art, Washington. © VEGAP, Madrid, 2017.
Sin
olvidar su interés en la fabricación de maquetas (trenes, barcos), de muñecos,
de marionetas. O su permanencia en la música. Registros que, en conjunto, nos
permiten considerar los ecos, reflejos y afinidades existentes entre Lyonel
Feininger y Paul Klee, con quien compartiría espacio y años de trabajo en la
Bauhaus. Es importante también mencionar la gran calidad de las dos
publicaciones editadas con motivo de la exposición: además de un magnífico
catálogo en gran formato y con textos de diversos especialistas internacionales
en la obra de Feininger, la traducción y edición semifacsímil del libro Lyonel Feininger. La ciudad en los confines
del mundo, cuya edición original al cuidado de uno de sus hijos: T. Lux
Feininger, apareció en 1965.
La euforia de la victoria [Siegesrauch] (1918).
Tinta, acuarela y aguada sobre papel, 34,6 x 30,6 cm. The Museum of Modern Art, NY. © VEGAP, Madrid, 2017.
En
mi opinión, la raíz de todo el juego expresivo de Feininger se sitúa en el
dibujo, donde alcanza sus cotas artísticas más elevadas, y que se despliega, en
proyección, en sus acuarelas y estampas. Dibujo que dialoga con un mundo en
transformación, el de las grandes ciudades y los viajes y desplazamientos, y
que por ello debe abrirse al más intenso dinamismo de la expresión, en lugar de
situarse en la estabilidad y en la quietud. El alargamiento de figuras y formas,
la desmesura grotesca de personas y edificios en la gran ciudad, nos muestran
en un giro expresionista el eco interior de lo que pasaba “fuera”. Todo ello se
aprecia en las piezas para las revistas ilustradas y en las tiras cómicas de un
Lyonel Feininger irónico y “caricaturista”, que comenzó a tener un reconocimiento
público en esos ámbitos a partir de 1906.
Retrospectivamente,
en una carta del 2 de julio de 1946, el propio Lyonel Feininger escribió:
“Cuando allá por 1907 me puse a pintar mi primer cuadro, no era aún más que un
caricaturista, y vagos mis objetivos en la pintura al óleo. Parecía que mi
única salida era el cartel. O, para ser más exactos, mi ideal era crear cuadros
con objetos silueteados”. A partir de esa consideración, Feininger sitúa el
núcleo de la pintura en “la distribución de la estructura espacial” y, en lugar
de modular el color al modo de la fotografía, en ir a la busca de “formas
puras”. Claves éstas que nos permiten apreciar la intención que predomina en su
pintura: la representación dinámica de las
formas en sí mismas (y aquí, además del impacto que le causó el cubismo,
“resuena” la correspondencia de las formas con los modelos y las maquetas).
Sin título (Cristales rotos) (1927).
Óleo sobre lienzo, 72 x 70 cm. Colección particular. © Moeller Fine Art, Nueva York. © VEGAP, Madrid, 2017.
Pero
lo decisivo, para Feininger, sería no ponerse demasiado “serios”. Cerca ya del
final de su trayectoria, en una carta del 5 de diciembre de 1954, dirá de
manera tajante: “No es bueno permitir que todo lo que nos divierte desaparezca
de nuestras vidas.” Y aquí encontraríamos la explicación última del trabajo
artístico de Feininger, de su pluralidad de soportes, de su alejamiento de lo
solemne, y de su atención a los juguetes. En todo momento, Feininger juega a través de la expresión.
Sin título (La ciudad en los confines del mundo) (1925-1955).
Conjunto de 68 piezas de madera tallada y pintada. Medidas variables. © Moeller Fine Art, Nueva York. © VEGAP, Madrid, 2017.
En
ello podemos percibir un eco de lo que Friedrich Schiller afirmó en 1795, al
caracterizar el juego como espacio de expresión de todos los seres humanos
cuando somos niños, y manifestación de un impulso formal que todos poseemos, aunque
ya adultos éste sólo en ciertos casos se desarrolla en las artes. Así que el ir
y venir de Feininger se sitúa también en el juego, en el que siempre se mantuvo.
Sus
obras transmiten la herencia de la libertad expresiva del romanticismo, pero
que en Feininger, en el contexto del expresionismo, de las grandes ciudades y
de los viajes, se conduce hacia el autocuestionamiento y la broma. Hacia el
juego liberador. Que en último término desvela el niño que nos habita, el niño que todos llevamos dentro a lo
largo del curso de la vida. Y que en las obras de Lyonel Feininger alienta con
intensidad en todo momento.
*
Lyonel Feininger (1871-1956); equipo
curatorial dirigido por Manuel Fontán del Junco. Fundación Juan March, Madrid. Del
17 de febrero al 26 de mayo de 2017.
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