Rastros humanos
¿Qué hay debajo del mundo en el que vivimos…?
Esta cuestión radical puede situarse como eje principal de toda la trayectoria
creativa de Lewis Baltz (1945-2014), uno de los fotógrafos más interesantes de
la segunda mitad del siglo veinte. En su obra se aprecia con intensidad hasta
qué punto la fotografía no puede, sin más, reducirse a una especie de “prueba”,
o constatación de lo real, por medio de la imagen.
Nacido en
Newport Beach, una ciudad del sur de California, Lewis Baltz comenzó a tomar
fotografías apenas con once años. Poco a poco y, según él mismo señaló, a
partir de la influencia de Robert Frank con su libro The Americans, y sobre todo de Edward Weston, fue desarrollando una
línea de trabajo en la que intentaba plasmar su mirada, a través de la cámara,
en los paisajes del Oeste de Estados Unidos.
Mirando al Nordeste desde la Colina Masónica [Looking Northeast from Masonic Hill] (1978-1980).
Gelatina de plata, 20,1 x 25,4 cm. Deichtorhallen Hamburg / Falckenberg Collection. © The Lewis Baltz Trust.
Pero, en
lugar de quedarse “en la superficie”, Baltz fue situando esa mirada en un
registro topográfico, tratando de
mostrar aquello que habitualmente no vemos, los estratos ocultos, intentando
desvelar las grietas de la naturaleza desgarrada por la acción de los seres
humanos. Su obra empezó a ser reconocida en el ámbito profesional precisamente a
partir de su inclusión en una exposición: «New Topographics», hoy histórica,
que tuvo lugar en Rochester, Nueva York, en 1975.
Hasta
1989, Baltz registra con su cámara todo tipo de espacios sin presencia de seres
humanos, pero en los que las huellas de su acción resultan patentes: paisajes
de pequeñas agrupaciones urbanas fuera de la ciudad, y paisajes desolados,
desérticos, habitados por escombros y desechos. Su modo de fotografiar busca la
máxima precisión del detalle, y sus fotografías, en blanco y negro y de pequeño
formato, se organizan a lo largo de todo ese periodo como una construcción
articulada, como un conjunto de secuencias.
Cerca de Reno nº 11 [Near Reno no. 11] (1986-1987).
Gelatina de plata, 20 x 25,5 cm. Centre National des Arts Plastiques, París. © The Lewis Baltz Trust.
En 1989,
Lewis Baltz decide abandonar Estados Unidos e instalarse en París, alternando
más tarde su residencia entre esa ciudad y Venecia. Su obra registra a partir
de entonces una intensa transformación formal, utilizando el color y grandes
formatos. La mirada sobre los paisajes desgarrados gira desde entonces hacia
otra “topografía”, la de las marcas no visibles del poder. Esas marcas se
advierten en sus series sobre las sedes de empresas tecnológicas y del
capitalismo financiero, vídeos de vigilancia, imágenes de neurocirugía,
cableados de ordenador y ciudades nocturnas genéricas. Un mundo, el de ahora
mismo, en el que el urbanismo como materialización del poder se combina con la
expansión creciente de las redes de comunicación y la materialización de la
sociedad del espectáculo.
Corso del Lavoro, de la Serie Ciudades de Noche Genéricas [Generic Night Cities] (1992).
Cibachrome, 101,6 x 68,5 cm. Colección Particular y Gallery Luisotti, Santa Monica, California. © The Lewis Baltz Trust.
Todo ello,
esas dos fases diferenciadas, puede seguirse en esta excelente exposición, la
primera de Lewis Baltz en España y la primera retrospectiva internacional desde
su fallecimiento en 2014, en la que se presentan unas 400 fotografías y un
vídeo de 65 minutos de duración: «End to End» [«De principio a fin»] (2000),
sobre la región italiana de Emilia-Romaña.
Ronda de Noche [Ronde de Nuit] (1992-1995).
Cibachrome, 12 impresiones. Instalación, 200 x 1.197 cm. Colección Particular. © The Lewis Baltz Trust.
Lewis
Baltz sitúa en todo momento sus fotografías más allá de todo “preciosismo”,
fuera de cualquier tipo de utilización ornamental. En su caso, la fotografía es
ante todo cuestionamiento, pregunta: ¿qué hay por debajo de las cosas? Y, además, Baltz es fotógrafo, pero no
sólo fotógrafo: la literatura, el cine, el arte, están en el trasfondo de su
trabajo. Él mismo señaló el impacto que en su juventud le causaron Jorge Luis
Borges, o la película de Michelangelo Antonioni El desierto rojo. Y parece clara su confluencia, o paralelismo, con
las posiciones del Land Art, con esa consideración de la naturaleza asediada
que constituye el núcleo de la obra de Robert Smithson.
En
definitiva, Lewis Baltz nos transmite, en sus secuencias de imágenes, una
narración abierta que nos habla de los rastros que inevitablemente dejamos: los
hombres pasaron por allí. O, en sus propias palabras: el paisaje humano es una
“autobiografía involuntaria”.
*
Lewis Baltz; comisario:
Urs Stahel; Fundación MAPFRE, Madrid. Del 7 de febrero al 4 de junio de 2017.
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