lunes, 15 de julio de 2013

Exposiciones de Manolo Laguillo en Madrid


Cicatrices urbanas

 
Desde que se produjeran las importantes transformaciones en el mundo moderno que dieron lugar a la formación de las grandes ciudades, a partir de la segunda mitad del siglo diecinueve, éstas se convirtieron en el escenario central de la vida de los seres humanos. Todo lo que se considera decisivo, relevante, pasa en ellas, en las ciudades. Y resulta curioso advertir, porque no siempre se tiene del todo en cuenta, que el crecimiento y desarrollo de las grandes urbes discurre en paralelo a uno de los más intensos registros plásticos de nuestro tiempo: la fotografía.
Dos magníficas exposiciones de fotografías de Manolo Laguillo (Madrid, 1953), enmarcadas en la programación de este año de PhotoEspaña, plantean una visión en profundidad de las contradicciones y problemas que conlleva el incontrolable crecimiento urbano, por sus propias características subyacentes: en él resulta determinante el interés económico, la búsqueda lo más inmediata posible del beneficio. La vida de las personas queda al margen. Catedrático de Fotografía en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, Laguillo ha desarrollado su trayectoria creativa como fotógrafo, desde la segunda mitad de los setenta hasta la actualidad, atendiendo a este tipo de cuestiones.
 
Manolo Laguillo: Berlín (1992).
 
Y esto es lo que podemos advertir en sus fotografías: desgarramientos urbanos, extrarradios desolados, pretenciosos y agobiantes edificios-colmena. En definitiva, las cicatrices de los cuerpos de las ciudades, producidas por la imposibilidad de introducir siquiera un mínimo control de sus derivas, a pesar de los planes urbanísticos y de los proyectos institucionales de ciudad. Obviamente, esas cicatrices se transfieren del cuerpo de las  ciudades a sus habitantes. Y pienso que aquí se sitúa uno de los registros de mayor interés del trabajo de Laguillo: en sus fotografías las figuras humanas están ausentes o tienen una presencia sumamente mitigada. Los edificios, solitarios o en aglomeración, son como huellas gigantescas de una ausencia. Parecen vivir por sí mismos, como si hubieran caído en la tierra desde el cielo.
 
Manolo Laguillo: Madrid (Las Afueras) (1992-1993).

A estas alturas, estamos desde luego muy lejos del sentido de sorpresa y maravilla que la ciudad pudo despertar en sus primeros habitantes, y que quizás se mantuvo, al menos en parte, hasta los años treinta del pasado siglo veinte. Aunque a la vez también produjera vértigo, sensación de pérdida y extravío, Baudelaire pudo reivindicar en el caminante desocupado que vaga sin rumbo fijo por las calles el encuentro inesperado de lo maravilloso, a partir del cual se hace factible la nueva poesía de los tiempos modernos. Un registro que dura y se prolonga al menos hasta el surrealismo. Pero después todo cambia. Y ya en su Calle de dirección única (1928), Walter Benjamin llamó la atención sobre el inevitable crecimiento de la confusión y la ambigüedad en las ciudades: "Con la ciudad ocurre lo mismo que con todas las cosas sometidas a un proceso irresistible de mezcla y contaminación: pierden su expresión esencial y lo ambiguo pasa a ocupar en ellas el lugar de lo auténtico."

 
Manolo Laguillo: Madrid (1992).
 
La referencia a Benjamin es relevante como vía de acceso a lo que Manolo Laguillo plantea en sus fotografías, y no en vano se ha elegido como título de una de sus dos exposiciones que comento el del libro que acabo de mencionar. Con formación filosófica y germanística, Laguillo obtuvo en 1986 su grado de licenciatura en filosofía con un trabajo sobre Walter Benjamin. Si en el pensador alemán podemos encontrar una de las más tempranas y profundas elaboraciones filosóficas sobre la técnica moderna, esta cuestión se convierte igualmente en uno de los puntos de máxima atención para Laguillo. En un interesante texto recogido en el catálogo de la exposición del Museo ICO, señala la importancia que los aspectos y dispositivos técnicos tienen en el trabajo del fotógrafo. Pero indica, también, cómo los problemas técnicos son "la fachada" tras la que se ocultan otros asuntos.
Y se desvela así lo que constituye el referente último de su intención, de lo que él busca, más allá de lo que impone y restringe la técnica, en su trabajo fotográfico: "Que lo que aparece, lo encuadrado, el campo, aluda y remita a lo que no aparece, el contracampo, lo invisible." Por eso los amontonamientos urbanos, las ruinas, las heridas, las cicatrices de la ciudad, que en sus fotografías parecen extraños aerolitos venidos de otro mundo, nos hablan sin embargo de nosotros, los ausentes. Las fotografías urbanas de Manolo Laguillo son ecos y reverberaciones de la imagen. Alusiones desdobladas a lo que el ritmo frenético de la vida no nos permite advertir. Aunque, sin embargo, está ahí. Y configura el corazón de nuestras tinieblas urbanas.


* Manolo Laguillo. Razón y ciudad, comisario: Valentín Roma; Museo ICO, Madrid, 21 de junio – 15 de septiembre de 2013.

  Manolo Laguillo. Calle de dirección única (1992); Galería Casa sin fin, Madrid, 25 de junio - 7 de septiembre de 2013.

 
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1100, 6 de julio de 2013, pg. 19.
 

 

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