martes, 5 de marzo de 2013

Exposición de Esther Pizarro



Vivir, hoy, en la ciudad 


La mayoría de los seres humanos viven hoy, o mejor: vivimos, en ciudades. Esas grandes aglomeraciones urbanas, construidas como complejos mecanismos destinados a facilitar la organización del trabajo y los procesos de producción de mercancías, el transporte y el intercambio comercial, así como la prestación de servicios y la organización del tiempo de ocio, constituyen hoy el escenario casi único y homogéneo de nuestras vidas. Bastante atrás en el tiempo, y relegadas a un muy segundo plano las que aún quedan, se sitúan las comunidades rurales, con sus ritmos de vida articulados por el paso de las estaciones, el cultivo de la tierra y la ganadería de pequeña escala, y la duración natural de las jornadas de trabajo.
Es en Charles Baudalaire donde podemos encontrar la consciencia más temprana y profunda de lo que suponía ese nuevo escenario de la vida en el plano de la experiencia estética y las artes. La vida en la ciudad suponía el agotamiento de las temáticas tradicionales basadas en la exaltación mítica, religiosa, heroica o histórica. Lo feo y lo abyecto, pero también lo maravilloso, como nos hizo comprender Baudelaire, salen al encuentro de nuestra mirada, del paseante que transita sin un objetivo práctico concreto por las calles de la ciudad y que, si es poeta o artista, sabrá transformar en materiales de obras artísticas específicamente modernas.
Hoy, a algo más de un siglo y medio de distancia de esas consideraciones seminales de Baudelaire, el paseante desocupado en la ciudad es prácticamente una reliquia del pasado. Las ciudades han crecido hasta la desmesura, y el tejido urbano muestra todas las cicatrices, subterráneas y en superficie, que  el monstruoso tráfico de vehículos y las rutas de transporte imponen sobre las vidas de los ciudadanos. A cuestionar la imagen de estas ciudades, de complejo perfil, de inaprehensible entramado, dedica su intensa y hermosa exposición Esther Pizarro (Madrid, 1967), quien desde los inicios de su trayectoria artística ha venido prestando una atención continua a lo que significa, hoy, vivir en las ciudades.


Nudo vial, 01-04.
Fieltro, hilo, 60 x 70 cm. c. / u.

El hilo conductor de su trabajo ha sido siempre la relación entre vida y experiencia y el trazado de los mapas urbanos. Y este acento en lo humano, en lo antropológico, se ilustra con el recorrido retrospectivo de sus obras que se presenta ahora en Fuenlabrada, en la muestra Derivas de ciudad, cartografías imposibles. Esther Pizarro convierte los mapas, las cartografías, de las ciudades donde ha vivido: Los Ángeles, Roma, París, en relieves escultóricos, en esculturas que en su trazado ascienden y descienden, desvelando así ante nuestra mirada la superposición de niveles que articula la ciudad y su consiguiente reverberación en nuestra sensibilidad y en nuestra mente. Las estanterías de nuestras casas se convierten en huellas de los asentamientos que agrietan la ciudad. Un polígono abierto, construido en hierro y con el trazado urbano inscrito en el fieltro que recubre su interior, se transforma en la celda dual de la que entramos y salimos cada día. Fieltro, material que intensifica la energía, y que actúa como soporte y vehículo de los relieves psicogeográficos: proyecciones psíquicas de trazados urbanos, o de los hermosos, geométricos, no figurativos, nudos viales. La ciudad es nuestro espejo.

Mapas de movilidad. Patronando Madrid.
Aluminio, goma elástica, varilla roscada, 600 x 400 x 150 cm.

Mapas de movilidad. Patronando Madrid.
Vista desde arriba.

Todo ese proceso escultórico conduce a Patronando Madrid, la gran pieza realizada expresamente para esta exposición. En lugar de partir de un mapa "objetivo", Esther Pizarro ha tomado como referencias las geografías cotidianas de una serie anónima de ciudadanos en el área metropolitana de Madrid que, en un desdoblamiento de su imagen: frente y perfil, muestran en su interior, como mapas, el flujo de sus desplazamientos. La suma y síntesis de todos ellos permite la construcción de un gran mapa irreal, una imponente escultura de gran formato, suspendida en altura sobre la sala, y que nos permite así ver desde abajo una cartografía que habitualmente vemos en superficie o desde arriba. Las raíces, los rizomas, de los flujos urbanos, con su carácter a la vez orgánico y caótico, se ofrecen así en una nueva dimensión a nuestra mirada. En la obra, de una hermosísima resolución plástica: un entramado laberíntico de líneas metálicas, resuena la concepción situacionista de la deriva urbana como técnica de paso a través de ambientes variados y como ejercicio continuado de dicha experiencia. Del deambular urbano a la deriva, vamos y venimos por esas líneas laberínticas que las ciudades inscriben, marcan y modulan, en nuestras vidas.


* Esther Pizarro: Derivas de ciudad, cartografías imposibles. Comisaria, Tania Pardo. CEART, Fuenlabrada, Madrid, del 31 de enero al 14 de abril de 2013.


PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1082, 2 de marzo de 2013, pp. 22-23.




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