La diseminación
del yo
Una de las mayores dificultades para el ejercicio real de la
democracia es el debilitamiento creciente de la subjetividad. Como ideal
político y social, la democracia moderna, con su vocación universalista distinta por ello de la democracia restringida de la
ciudad-estado en la Grecia clásica, demanda sujetos, activos y conscientes, en contraste con los súbditos de
las sociedades pre-modernas. La constitución de las masas en los totalitarismos
del siglo XX supuso diluir al sujeto en el cristal, repetitivo, de la masa.
Como nos hizo comprender Elias Canetti, el yo quedaba diluido en la unidad de
la masa convertida en reflejo del conductor único, del "líder". Intenso
y eficaz, pero excesivamente tosco, ese procedimiento de articulación de las
masas sería sustituido posteriormente por el mucho más sutil y expansivo que
conlleva el dominio global, envolvente y repetitivo, de la imagen mediática. Hoy,
todo es imagen. Y cada vez más homogénea
en todo el planeta. Los poderes se ocultan tras la imagen y gobiernan a través
de su intensa potencia persuasiva. De ahí la urgencia, la necesidad moral y política,
de una crítica de la imagen global, de avanzar en el refuerzo del yo, en la
demanda de constitución de verdaderos sujetos políticos, morales y
cognoscitivos. De exigir consciencia
y conciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario