Inmateriales
En el curso del tiempo
Pocas figuras del mundo antiguo han mantenido, e incluso mantienen todavía hoy, un halo tan persistente como Alejandro Magno (356-323 a. C.). Utilizando su reclamo, el Museo del Louvre presenta hasta el próximo 16 de enero una exposición ejemplar: En el reino de Alejandro el Grande. La Macedonia antigua, que supone a la vez una magnífica reconstrucción de la historia y manifestaciones culturales de ese reino del norte de Grecia y una incursión abierta en las formas y métodos de trabajo de los arqueólogos.
Retrato de Alejandro Magno (fines s. IV a. C.).
Mármol, 30 cm. alt., 27 cm. long.
Descubrimiento (fortuito) en la region de Pella. Museo Arq. Pella.
Postergada hasta cierto punto por los importantísimos vestigios del Ática, el Peloponeso, el sur de Italia y Sicilia, o el Asia Menor, los conocimientos sobre la antigua Macedonia han experimentado un giro notable sólo en tiempos muy recientes. El punto de inflexión fue el descubrimiento en 1977, en lo que parece que fue el lugar de la primera capital del reino, de varias sepulturas reales, y entre ellas, intacta, la de Filipo II (382-336 a. C.), el padre de Alejandro. Los hallazgos arqueológicos se han ido sucediendo desde entonces, hasta 2008 y 2009 en que se ha podido sacar a la luz un conjunto de enterramientos enigmáticos, en uno de los cuales se encontró un delicadísimo trabajo de orfebrería: una Corona de oro de hojas de roble, que se presenta como una de las piezas más importantes de la exposición, junto a todo un variado conjunto de bellísimas obras de arte.
Corona de oro de flores de roble, sobre hidria de plata (2ª mitad s. IV a. C.).
Diámetro, 16,5 y 18,5 cm. Peso, 207,42 gr.
Descubrimiento Aigai (actual Vergina), agosto 2008. Museo de las Tumbas Reales de Aigai, Vergina.
En la muestra podemos realizar un auténtico viaje en el tiempo, gracias a las huellas y manifestaciones culturales rescatadas por los arqueólogos. Los elementos decisivos de la historia política, la sociedad, el arte, y las creencias religiosas e ideas sobre la muerte, de Macedonia desde el siglo XV hasta el año 168 a. C., en que tras una derrota militar se convierte en provincia romana, van presentándose a nuestra mirada, en un montaje claro y accesible. Y algo a destacar como elemento recurrente: estamos ante una Grecia distinta, diferente, a la que seguimos considerando hoy la cuna de nuestra tradición cultural. Mestizaje cultural, o hibridación, serían los términos claves para caracterizar lo que encontramos. Lo griego aparece una vez y otra mezclado, fusionado, con lo asiático, dando lugar a formas de cultura y de representación eminentemente híbridas.
Naturalmente, todo ello habla directamente a nuestra sensibilidad actual. En la expansión a la vez militar y cultural de Alejandro Magno desde Grecia hasta la India, en su poder imperial, que en buena parte sería después tomado como modelo por Roma, podemos reconocer, salvando las distancias, algo similar a lo que hoy llamamos globalización. Eso sí, la exposición permite apreciar que Alejandro fue la culminación de un proceso, cuyo inicio se puede situar en el reinado de su antepasado Alejandro I, quien reinó entre 498 y 454 a. C., y que si bien estableció una alianza con Atenas frente a los persas, a la vez parece que mantuvo lazos secretos con éstos. Filipo II impulsaría después un importante proceso de modernización de las estructuras políticas y sobre todo militares de Macedonia.
Casco de tipo ilirio de bronce y máscara de oro (c. 520 a. C.).
Casco: 22 cm. alt., 20,5 cm. diám. / Máscara: 16 cm. alt., 12,5 cm. long.
Necrópolis de Sindos, tumba 115. Museo Arq. de Tesalónica.
El reino de Macedonia entrañaba un tipo de organización política completamente diferente a la democracia ateniense. El poder del rey suponía una organización enteramente vertical de las estructuras de dominación, mucho más cercana a la figura persa y asiática del rey-dios que a las concepciones laicas sobre lo político de los atenienses. Esa estructura vertical del poder, unida al genio militar primero de Filipo y después de Alejandro, explica sus conquistas y a la vez está en la raíz de la asimilación de este último a la figura de un héroe-dios y de su halo legendario. Alejandro Magno, que desde los trece años recibió las enseñanzas de Aristóteles, y se convirtió en rey con tan sólo veinte tras el asesinato de su padre, vivió intensamente y deprisa, muriendo muy joven, a los treinta y tres. En tan breve lapso de tiempo cambió el mundo y desbordó por vez primera las fronteras culturales de lo local, permitiéndonos comprender en el curso del tiempo la unidad de los seres humanos, a pesar de las diferencias de los escenarios de sus vidas y de las tradiciones culturales.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1018, 12 de noviembre de 2011, p. 28.
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