lunes, 11 de noviembre de 2019

El Greco:


Las imágenes están vivas

Esta muestra sobre el Greco, en París, es todo un acontecimiento de gran importancia cultural. Es la primera exposición de largo alcance organizada en Francia sobre uno de los artistas de referencia de la tradición clásica, que cristalizó su madurez en España, en Toledo. Nacido en Creta, en la ciudad portuaria de Candia (hoy, Heraclión) en 1541, Doménikos Theotokópoulos (conocido después como el Greco) se desplazó desde allí a Venecia, luego a Roma, y finalmente a Toledo, donde falleció en 1614.
Su formación como artista tuvo sus primeros pasos en su Creta natal, pero después fue decisivo su paso por Italia, entre 1567 y 1576, donde pudo “respirar” el gran ambiente creativo de esa fase decisiva del Renacimiento, que le permitiría conocer y confrontarse, entre otros, con artistas como Tiziano, Miguel Ángel, Giulio Clovio, y Rafael, a los que representó en el ángulo inferior derecho de su pintura Cristo expulsando a los mercaderes del templo, datada hacia 1575, y presente en esta exposición.

Cristo expulsando a los mercaderes del templo (hacia 1575). Óleo s. lienzo, 116,9 x 149,9 cm. Minneapolis Institute of Art; The William Hood Dunwoody Fund.

A su llegada a España, va y viene entre Madrid y Toledo, pero al no alcanzar mucho apoyo en Madrid, adonde Felipe II había desplazado la capital en 1561, se establece definitivamente en Toledo, en la que producirá la mayor parte de sus más grandes obras, entre otras ese sueño de elevación a las alturas, intransportable, que es El entierro del Conde de Orgaz (1586-1588), y que sigue vivo en la iglesia de Santo Tomé.
Como es sabido, tras su muerte la obra del Greco cayó en el olvido durante siglos, hasta que se volvió a valorar su gran relevancia hacia finales del siglo XIX, en el proceso de impulso de las vanguardias artísticas en la modernidad. Y es que, como indicaría Marcel Duchamp, la valoración definitiva de las obras de los artistas la fija la posteridad. Esto fue lo que afirmó Duchamp, ya en 1957, en unas declaraciones publicadas en el n° 2 de la revista Le Surréalisme, même, bajo el rótulo «Los que miran»: «Son LOS QUE MIRAN quienes hacen los cuadros. Hoy se descubre al Greco; el público pinta sus cuadros trescientos años después del autor que los firma.»

Retrato del Cardenal Niño de Guevara (hacia 1600). Óleo s. lienzo, 171 x 108 cm.
The Metropolitan Museum of Art, New York.

Organizada por el Grand Palais, el Museo del Louvre, y el Art Institute of Chicago (adonde viajará entre marzo y junio de 2020), la exposición es de verdad excelente, y va a permitir de nuevo situar al Greco como referencia artística en un plano internacional. En París se presentan 76 obras, de las que 71 son específicamente del Greco, agrupadas en 11 secciones, que combinan el itinerario cronológico con ejes temáticos. Entre los cuales están: «Pensar grande, pintar pequeño», «Variaciones sobre el motivo», «Greco arquitecto y escultor», «El taller», y «Greco y el dibujo», lo que permite apreciar la complejidad y gran variedad del trabajo del artista.
Las obras reunidas provienen de diversos centros artísticos y de colecciones internacionales. Son muchas, lógicamente, las que han llegado desde España, aunque nuestro Museo del Prado no ha prestado ninguna por coincidir las fechas de la muestra con la celebración del segundo centenario del Museo. Quiero señalar, de modo especial, la fuerte impresión que produce poder ver La Asunción de la Virgen (1577-1579), una deslumbrante pintura al óleo de grandísimas dimensiones: 4,03 x 2,11 metros, originalmente parte central de un retablo situado en el altar mayor de la iglesia toledana de Santo Domingo el Antiguo, y que en la actualidad se encuentra en el Art Institute of Chicago. Lo que, obviamente, supone una importante pérdida para nuestro patrimonio cultural.

La Asunción de la Virgen (1577-1579). Óleo s. lienzo, 403,2 x 211,8 cm.
The Art Institute of Chicago, Chicago.

El planteamiento del comisario de la muestra: Guillaume Kientz, conservador en el Kimbell Art Museum, Fort Worth (Texas) es, a la vez, profundo y sumamente coherente, permitiendo a los públicos apreciar lo que él denomina «Greco, un drama en cinco actos», a través de un recorrido escénico en el que se va viajando, mental y visualmente, a través de los espacios, y los giros y temas de sus obras.
Frente a las calificaciones tópicas de: el Greco: “loco, excéntrico, con astigmatismo, místico, herético”, Kientz sitúa las claves de su figura en la originalidad de su trayectoria, por “las sobreimpresiones de lenguas, de culturas, de ideas y de aspiraciones que esta implicó, y las consecuencias de estas últimas sobre su arte y la concepción que de ahí desarrolló.”
En relación con ello, pienso también en la importancia de los registros teóricos y conceptuales del Greco. Por ejemplo, en la muestra podemos ver los ejemplares, con sus anotaciones personales, de Los diez libros de la Arquitectura (1556), de Vitruvio, y de la segunda edición de Las vidas… (1568) de Giorgio Vasari (en ambos casos, préstamos de la Biblioteca Nacional de España).

La apertura del Quinto Sello, también llamado La visión de San Juan (1610-1614).
Óleo s. lienzo, 222,3 x 193 cm. The Metropolitan Museum of Art, New York. 

El Greco viajó por diversos espacios culturales, y su trabajo nunca fue meramente “práctico”, sino que intentaba profundizar en todo momento en los reflejos entre hacer y pensar. De ahí su fuerza universal. Aun siendo central en su trayectoria la temática religiosa, en sus obras podemos apreciar una intensa humanización de las imágenes. La intensidad del color, el carácter transversal de los fenómenos naturales, el alargamiento de formas y figuras, son los registros centrales de un grandísimo pintor, también escultor y arquitecto, que pensaba las imágenes como si éstas estuvieran siempre vivas.


* Greco. Comisario: Guillaume Kientz. Grand Palais, París. Del 16 de octubre de 2019 al 10 de febrero de 2020. 

* Publicado -en versión reducida- en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.398, 9 de noviembre de 2019, pg. 22.



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