martes, 23 de abril de 2019

Exposición en la Fundación Juan March, Madrid


Jugar es pensar


Esta excelente y sugestiva exposición traza todo un arco de relaciones entre la educación, el juego, el arte, el diseño y la formación humana. Como clave de sus planteamientos se sitúa la importancia que Jean-Jacques Rousseau concede al dibujo en la educación del niño en su Emilio (1762). Criterio desencadenante de las investigaciones del escultor y académico de bellas artes Juan Bordes, en las que se establece la importancia del dibujo de la figura humana, desde sus inicios en el siglo XVI, así como la existencia de un nexo entre el aprendizaje moderno de la infancia y la formación de las vanguardias artísticas a partir del siglo XIX.
Esos planteamientos se concretan en su desarrollo en el siglo XIX fundamentalmente a partir de las propuestas pedagógicas de Friedrich Fröbel (1782-1852), creador de los Kindergarten o jardines de infancia, en los que se buscaba una educación integral de la percepción y creatividad del niño.

Juego de fichas. J. D., París (c. 1830). 8 x 19,5 cm. Colección Juan Bordes, Madrid.

El juego: su papel central en la formación y desarrollo de los seres humanos, así como la idea de la importancia del dibujo en la educación, que nos abre a un horizonte en el que todos los humanos pueden ser artistas, son las líneas de fuerza de la exposición. En ella, se pretende presentar las raíces del arte del siglo XX como un juego profundo de artistas que se entenderían a sí mismos como niños profesionalizados.

Bloques matemáticos para realizar ejercicios de psicoaritmética (c. 1890). 8 x 19,5 cm. Colección Juan Bordes, Madrid.

Todo ello se articula en cuatro secciones: I. Un museo sintético del arte moderno; II. La infancia de los artistas, III. La educación como juego y el arte moderno, y IV. La educación y el arte como juego. Secciones en las que se reúnen una amplia selección de más de 300 manuales de dibujo y otros materiales, recursos y juegos educativos procedentes de la colección personal de Juan Bordes, junto con obras y documentos de las vanguardias artísticas, el diseño, y la arquitectura del siglo XX.

Francis Picabia: Apuro [Embarras] (1914). Acuarela y lápiz sobre papel adherido a cartón, 53,8 x 64,7 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.

Es importante destacar, en general, la muy buena calidad de las piezas reunidas, que trazan todo un mapa de las artes, el diseño, la arquitectura y las propuestas pedagógicas de nuestro tiempo. Se advierten así los ecos plurales de la educación estética en las diversas esferas de la representación sensible. Con todo ello, considero sin embargo necesario plantear una pequeña objeción: en mi opinión, en la muestra se presentan demasiados materiales y obras, lo que dificulta una mejor apreciación de las mismas. Y en algunos casos faltan los rótulos de identificación de las piezas. Con una reducción de lo expuesto y un montaje más limpio se alcanzaría una mayor intensidad en la recepción de una propuesta de tanto relieve por parte de los públicos.
Además de los aspectos específicamente artísticos y pedagógicos, El juego del arte pone de relieve la importancia que el pensamiento filosófico, desde sus orígenes, ha dado siempre al juego. Por ejemplo, recordemos el fragmento de Heráclito de Éfeso: “el tiempo es un niño que juega a los dados”. Y situándonos ya en la época moderna, en los planteamientos pedagógicos de Friedrich Fröbel además de las ideas de Rousseau sobre el dibujo resuenan también, sin duda, los planteamientos de Friedrich Schiller.

Liubov Popova: Arquitecturas pictóricas nº 56 (1916). Óleo sobre lienzo, 67 x 48 cm. Colección particular, Madrid.

En el caso de Schiller, para esta cuestión resulta fundamental su obra Cartas sobre la educación estética de la humanidad (1795), escritas y publicadas tras la decepción causada por la violencia destructiva de la etapa del Terror de la Revolución Francesa. Schiller nos dice: “La belleza existente en la realidad es digna del impulso lúdico existente en la realidad; pero mediante el ideal de belleza, que la razón erige, se propone también un ideal del impulso lúdico, que, en todos sus juegos, debería el hombre tener ante los ojos.”
Y así, para Schiller, en todos los seres humanos late un impulso formal, que en los niños se concreta en el juego, y en los adultos en el arte. Y por tanto, la educación estética, la educación en la forma, se concibe en sus Cartas como la precondición para el advenimiento de una auténtica sociedad moral. La estética como precondición de la ética, del anhelado reino de la libertad humana.

Piet Mondrian: Composición en rojo, azul, negro, amarillo y gris (1921). Óleo sobre lienzo, 39,5 x 35 cm. Gemeentemuseum Den Haag, La Haya

Después de Schiller, también Nietzsche, en su libro La filosofía en la época trágica de los griegos (1873), vincula el juego del niño con el juego del artista: “un devenir y pasar, un construir y destruir, sin ninguna responsabilidad moral, en este mundo sólo tiene igual inocencia eterna el juego del artista y del niño”.
El juego: impulso al conocimiento, a la formación del ser humano. Como síntesis final, resulta de gran interés lo que formula Le Corbusier en su Poema del ángulo recto (1955), presente en la exposición: “Su valor está en esto: el cuerpo humano escogido como soporte admisible de los números… ¡He ahí la proporción! La proporción que pone el orden en nuestras relaciones con el entorno.” Jugar es pensar, a través de las formas.



* El juego del arte. Pedagogías, arte y diseño. Equipo curatorial: Juan Bordes (comisario invitado), Manuel Fontán, y Aida Capa. Fundación Juan March, Madrid. 22 de marzo – 23 de junio de 2019.

* Publicado (en versión reducida) en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.373, 13 de abril de 2019, p. 23.

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