miércoles, 5 de marzo de 2014

Exposición en el Centro Pompidou, París

El objeto surrealista


El interés actual por el surrealismo en los grandes museos internacionales no hace sino intensificarse. En París, el Centro Pompidou centra ahora su atención en uno de los territorios más fértiles del universo plástico surrealista: el del objeto. La exposición se despliega a través de más de 200 obras, agrupadas en 12 secciones, que van desde los ready-made de Duchamp y los maniquíes de Giorgio de Chirico, considerados los antecedentes fundamentales del objeto surrealista, hasta las esculturas de Joan Miró en los años sesenta. Entre ellas, las otras secciones se dedican a los objetos de funcionamiento simbólico, a Alberto Giacometti, a Hans Bellmer y su muñeca, a los objetos encontrados, al surrealismo en el exilio, y a la reconstrucción de cinco exposiciones surrealistas, de 1933 a 1959, en las que los objetos tuvieron un papel principal.

André Breton: Objeto con funcionamiento simbólico (1931).

La muestra no se centra sólo, sin embargo, en lo que podríamos llamar el trazado del objeto en el surrealismo "histórico", sino que intenta también mostrar su importancia en el arte posterior con obras de Alina Szapocznikow, Ed Ruscha, Haim Steinbach, Paul McCarthy, Mona Hatoum, Cindy Sherman, Wang Du, Mark Dion y de los artistas franceses Arnaud Labelle-Rojoux, Philippe Mayaux y  Théo Mercier. E incluye también diversos conjuntos de objetos etnográficos (de América y de Oceanía), matemáticos, naturales y encontrados, así como una selección de libros y manuscritos de una intensa impronta objetual.
No cabe duda de que se trata de una importante exposición, con muchos y diversos elementos de gran interés. Lo que personalmente considero más destacable es la forma abierta y sugestiva en que permite apreciar la relevancia de las concepciones surrealistas del objeto en la transformación de la escultura contemporánea. En paralelo a la superación pictórica de un horizonte plástico basado en la reproducción ilusionista, figurativa, de la realidad exterior, la aproximación transgresora y simbólica a los objetos que nos rodean es una de las vías que hacen factible la representación tridimensional del mundo interior. La fantasía adquiere volumen. El flujo entre objeto y escultura es abierto, dinámico.
Hay, sin embargo, algunos matices en la muestra que provocan cierta reserva. Por ejemplo, estando bien concebido y ordenado, el montaje tiende excesivamente a lo espectacular, acaba siendo un tanto solemne, y con ello se problematiza una aproximación más íntima y desnuda a las piezas, que considero fundamental ya que el objeto surrealista es ante todo un dispositivo de resonancias interiores. Habla directamente a nuestra imaginación.

Meret Oppenheim: Mi Gobernanta (1936).
Moderna Museet, Estocolmo.

Más extraño y discutible es que se sitúe el inicio del interés surrealista por el objeto en 1927, fecha de la adhesión de André Breton y otros miembros del grupo al Partido Comunista Francés y a los principios del "materialismo dialéctico". Según Didier Ottinger, con ello "la promoción del objeto" se impondría a los surrealistas como una nueva respuesta que "recusa la llamada a las potencias del sueño y de lo inconsciente". Por un lado, hay ya plasmaciones de la nueva mirada surrealista sobre el objeto desde comienzos de los años veinte, en la etapa dadaísta o pre-surrealista, que daría paso en 1924 a la formación del grupo. Por otro, incluso después de la adhesión surrealista al marxismo y de que el movimiento se pusiera "al servicio de la revolución", lo inconsciente y el sueño siguieron siendo centrales para los surrealistas. Basta con leer, por ejemplo, Los vasos comunicantes, de André Breton, publicado en 1932, para comprender que ese planteamiento no se sostiene.
La exposición recoge bastante bien el papel decisivo de Salvador Dalí en la caracterización de los objetos "de funcionamiento simbólico", situando como ejemplo de los mismos la Bola suspendida (1930-1931), de Alberto Giacometti, presente en la muestra. En un texto publicado en El surrealismo al servicio de la revolución  en diciembre de 1931, Dalí los define así: "Estos objetos, que se prestan a un mínimo de funcionamiento mecánico, se basan en los fantasmas y representaciones susceptibles de ser provocados por la realización de actos inconscientes".

Victor Brauner: Lobo-mesa (1947).
Centro Pompidou, París.

La otra categoría central en la aproximación surrealista al objeto es la de los "objetos encontrados". En El amor loco, que Breton publicó en 1937, sitúa el surgimiento de esa idea en "un bello día de la primavera de 1934" en el que Giacometti y él llegaron paseando hasta un mercado de pulgas. Es así, de un modo fortuito, como se produce el encuentro, el "hallazgo", de esos objetos que, "entre la laxitud de unos y el deseo de otros, van a soñar en la feria de antigüedades".
La asociación simbólica, el eco de lo inconsciente y la reverberación del sueño son los ejes de la concepción surrealista del objeto. Conviene en este punto recordar el libro, lúcido y pionero, que ya en 1953 dedicó Juan Eduardo Cirlot al objeto surrealista, donde podemos leer que en el desencadenamiento de las fuerzas oscuras y reprimidas en las que se funda la emoción surrealista "el objeto actúa como las visiones de los sueños, con pleno poder de liberación, la cual tiene las máximas posibilidades de acción en la medida que su simplicidad y claridad permiten que la cosa objetiva opere sobre el sujeto, imponiéndole el lado estremecedor de su presencia".



* El surrealismo y el objeto, comisario: Didier Ottinger; Centro Pompidou, París, 30 de octubre de 2013 – 3 de marzo de 2014. 

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