Inmateriales
Arte en guerra
José Jiménez
Una mirada retrospectiva al convulso siglo veinte se topa, como uno de los datos más significativos, con las guerras, terribles e intensamente destructivas, que desgarraron Europa, y de un modo especial España, durante la primera mitad del periodo. Son, por primera vez en la historia, guerras de masas, impulsadas por los avances y desarrollos de la tecnología industrial. En ellas se produce un profundo cambio en el universo de la imagen. Si las representaciones tradicionales de la pintura histórica construyen imágenes, más o menos distorsionadas, de heroísmo y nobleza, la utilización de los soportes tecnológicos de representación, como la fotografía y la ilustración gráfica, abre la vía para versiones mucho más descarnadas y violentas. La guerra moderna es, también, guerra de imágenes.
Todas estas cuestiones constituyen el trasfondo de una notable exposición: Viñetas en el frente, que hasta el próximo 29 de mayo puede verse en el Museo Picasso de Barcelona. Es un acierto, reflejado ya en el título, llamar la atención sobre la ilustración gráfica, sobre las viñetas, que por su inmediatez expresiva y fácil comprensión resulta de una gran eficacia comunicativa, y es a la vez un soporte de la imagen específicamente moderno. La muestra se centra y tiene su punto de partida en Sueño y mentira de Franco, los dos grabados con un total de 18 viñetas que en su versión final Picasso editó en París en junio de 1937, un trabajo desarrollado por tanto en paralelo al del Guernica. Utilizando para organizar el itinerario esas viñetas, se presentan 128 obras: pinturas, dibujos, grabados, fotografías y documentos, que permiten una interesante reconstrucción de la situación histórica y de la batalla de imágenes que discurría en paralelo a la lucha militar. La primera constatación es, precisamente, ésta: ambos bandos utilizaban las imágenes como propaganda, para defender e intentar hacer valer sus propios intereses sobre los de los enemigos.
Pablo Picasso: Sueño y mentira de Franco, I (1937).
Con esa intención, la República editó, también en 1937, una tirada de Los Desastres de la Guerra, de Goya, probablemente la primera visión específicamente moderna, aunque utilizando la técnica tradicional del grabado, de la inhumanidad despiadada de todos los bandos en lucha. Con buen criterio, Los Desastres de Goya están presentes en la exposición, junto a obras de los grandes artífices del fotomontaje político: John Heartfield y George Grosz, de su continuador Josep Renau, de los ilustradores Mauricio Amster, Toño Salazar o Juan Antonio Morales, del caricaturista Luis Bagaría, y del fotógrafo Agustí Centelles, entre otros. Pero, claro, el núcleo es Picasso. Y en él, como en Goya, se produce el gran salto de intensidad estética que sitúa su obra mucho más allá de la propaganda. Viñetas en el frente subraya como punto de partida de Sueño y mentira de Franco una caricatura feroz del general sublevado, cuya imagen se funde con la del vitriólico Ubu, el personaje creado por Alfred Jarry, por quien Picasso sentía una gran admiración. Las viñetas de los dos grabados picassianos despliegan, además, todo un repertorio de imágenes muy próximas a las del Guernica: el guerrero yacente, el caballo tendido y herido, la mujer que grita, las mujeres con niños muertos…
Pablo Picasso: Sueño y mentira de Franco, II (1937).
El texto que Picasso escribió para acompañar la edición de las estampas: escritura fluida, que discurre a través de asociaciones visuales y verbales, sin signos de puntuación, es como un grito penetrante. Comienza así: "Fandango de lechuzas escabeche de espadas de pulpos de mal agüero…", pero hacia el final la palabra que más se repite es grito: "gritos de niños gritos de mujeres gritos de pájaros gritos de flores gritos de maderas y de piedras…". Sueño y mentira de Franco, como el Guernica, supone la plena inmersión de Picasso en el lenguaje moderno de la representación, basado en el desarrollo de la tecnología. Los dos grabados hablan el lenguaje de las revistas ilustradas de la época. Lo mismo que, en paralelo, el Guernica habla el lenguaje, en blanco y negro, de los noticieros que se proyectaban en aquella época en los cines. Por eso, siendo pintura, es sobre todo una gran pantalla, que debe mirarse frontalmente. Con sus imágenes, con su visualización del grito sin fin, Picasso clama contra la guerra. Contra toda guerra, destructora siempre de la vida.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 992, 9 de abril de 2011, p. 32.
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