lunes, 7 de julio de 2014

Exposición de Henri Cartier-Bresson en Madrid

   Viajar con la vista

Tras su presentación en París en el Centro Pompidou, donde ha sido una de las grandes "sensaciones" de la temporada, llega en Madrid a la Fundación MAPFRE la hermosa y completa exposición de Henri Cartier-Bresson, uno de los más grandes fotógrafos del siglo XX. Es una muestra excelente, en la que se presentan más de 500 fotografías, dibujos, cuadros, películas y documentos, concebida y planteada a partir de un intenso trabajo de investigación, como puede apreciarse en el magnífico catálogo, y que se presenta además con un muy buen montaje.
El comisario, Clément Chéroux, ha querido ir más allá de los dos tópicos usuales en la recepción crítica de Cartier-Bresson. Por un lado, el que lo sitúa como "artista", ligado a su concepción de la fotografía como expresión del "momento decisivo". Por otro, el que lo califica ante todo como "reportero", asociado a su caracterización como "el ojo del siglo" (así le llamó Pierre Assouline). Con la perspectiva del paso del tiempo y el estudio de su amplísima producción: más de 30.000 copias catalogadas y restituidas por la Fundación Cartier-Bresson, Chéroux plantea que "no hubo uno, sino varios Cartier-Bresson", y esto permite resaltar como rasgo fundamental la pluralidad, la heterogeneidad de su obra.

Livourne, Toscane, Italie (1933). Gelatina de plata, copia realizada en los años 80.
Centre Pompidou, París. 
© Henri Cartier-Bresson/Magnum Photos, cortesía Fundación Henri Cartier-Bresson.

El enfoque de Chéroux es cronológico o,  como él mismo puntualiza, "decididamente histórico". Esta visión secuencial se articula en la exposición distinguiendo tres grandes periodos, a partir de unos comienzos marcados por la pasión inicial por la pintura. El primero, de 1926 a 1935, determinado por la relación de Cartier-Bresson con los surrealistas, en el que comienza a trabajar como fotógrafo y realiza sus primeros grandes viajes. Después, entre 1936 y 1946, vendría el compromiso político, el trabajo para la prensa y su experiencia en el cine. Por último, la etapa de 1947 a 1970 llevaría el sello de la creación de la agencia Magnum y su trabajo como reportero hasta que abandonó el trabajo público como fotógrafo.

Primeras vacaciones pagadas, orillas del Sena, Francia (1936).
Gelatina de plata, copia realizada en 1946.
Colección Fundación Henri Cartier-Bresson, París. 
© Henri Cartier-Bresson/Magnum Photos, cortesía Fundación Henri Cartier-Bresson.

Esos tres grandes periodos se organizan en siete secciones, que suponen algo así como "el arco temático" de la obra de Cartier-Bresson. Llevan estos nombres: signos ascendentes, la atracción surrealista, el compromiso militante, el cine y la guerra, la elección del fotorreportaje, antropología visual y tras la fotografía. Resulta curioso apreciar el círculo de su trayectoria vital y creativa, que va desde su deseo apasionado de ser pintor, con su gran admiración por Cézanne y las enseñanzas de André Lhote (1885-1962), hasta sus dibujos, siempre figurativos, de las décadas finales de su vida entre los que abundan los autorretratos.

Carrera ciclista « Los seis días de París », velódromo de invierno, París, Francia (noviembre 1957).
Gelatina de plata, copia realizada en los años 80-90.
Colección Fundación Henri Cartier-Bresson, París. 
© Henri Cartier-Bresson/Magnum Photos, cortesía Fundación Henri Cartier-Bresson.

Al recorrer la muestra uno no puede sustraerse a la sensación de estar viajando, en el tiempo y en la diversidad humana, a través de la visión. Porque eso fue, ante todo, Cartier-Bresson: un gran viajero de sí mismo, en busca de los rasgos de unidad y diversidad de los seres humanos. Quizás sea ésta la enseñanza central de su obra fotográfica, lo que hizo de él uno de los grandes maestros de la cámara: para encontrarse, hace falta salir fuera, ir a los otros. De ahí algunas consecuencias: Cartier-Bresson prácticamente nunca trabajó en estudio, y apenas fotografió la naturaleza o los paisajes campestres.
Su universo, para perderse y encontrarse, era la ciudad, lo mismo que para los surrealistas. Pero también la diversidad de las culturas y situaciones humanas, algo que se refleja tanto en sus obras: podría decirse que fue el primer fotógrafo verdaderamente global, como en sus viajes continuos y su interés por la antropología y en particular su admiración por Claude Lévi-Strauss. De ahí que sea todo un acierto hablar de antropología visual para caracterizar una de las líneas más relevantes de su trabajo. El propio Cartier-Bresson caracterizaba esas investigaciones temáticas y transversales como "una combinación de reportaje, filosofía y análisis (social, psicológico y de otras índoles)".
Creo que su compromiso político, su inscripción en posiciones de izquierda e internacionalistas, hay que ponerlo en relación con esa sensibilidad antropológica. Es, ante todo, un compromiso con los otros. Un compromiso radical, plasmado fundamentalmente a través de la visión. Naturalmente, Cartier-Bresson era un hombre de su tiempo: la cámara en libertad permitía ver cosas nunca antes vistas. Y así, en el momento de la coronación de un rey, su atención se centra en quienes miran, en aquellos que esperan el paso de una figura y una comitiva que no aparecen en la imagen. La cámara ha dejado de ser unidireccional.

Martine Franck (París, Francia, 1967).
Gelatina de plata, copia de época.
Colección Eric et Louise Franck, Londres.
© Henri Cartier-Bresson/Magnum Photos, cortesía Fundación Henri Cartier-Bresson.

Parece claro que ese uso de la cámara en libertad tiene su punto de origen en la experiencia surrealista. Retrospectivamente, en 1995, Cartier-Bresson dijo: "Al surrealismo le debo la liberación, ya que me enseñó a dejar al objetivo fotográfico remover entre los escombros del inconsciente y del azar." Otro de los elementos decisivos en la formación de su obra fue el cine. Sobre él, decía que le había "enseñado a ver". Y no cabe duda de que el intenso dinamismo que transmiten sus fotografías está impregnado del ritmo y movimiento de la imagen cinematográfica. Todo ello tiene como núcleo y centro la visión, saber mirar. Cartier-Bresson afirmaba: "Soy visual (...). Observo, observo y observo. Yo comprendo con los ojos". Viajemos con él. A través de sus fotografías en libertad. Un permanente viaje visual y humano a lo largo del mundo, con sus violencias, sus horrores, y sus maravillas.


* Henri Cartier-Bresson; comisario: Clément Chéroux; Fundación MAPFRE, Madrid, hasta el 7 de septiembre.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.147, 5 de julio de 2014, pp. 20-21. 



1 comentario:

  1. Una exposición de obligada visita. Es una joya que muestra la absoluta grandeza de Cartier-Bresson más allá de su instante decisivo.

    ResponderEliminar