domingo, 23 de abril de 2023

PICASSO: PUERTA ABIERTA

 

Picasso, artista plural

En general, siempre me ha resultado insatisfactorio calificar a un artista con un adjetivo pretendidamente definitorio de su estilo o línea de trabajo: hablando de Picasso, esa pretensión nos lleva a una especie de reducción al absurdo. Picasso... ¿rosa, azul, cubista...? ¿Y después...? Picasso atraviesa, en su frente más avanzado, como un pintor, todas las líneas de avance e investigación del siglo veinte. E imprime su sello personal también en el trabajo escultórico. O en el diálogo con los objetos, con la fotografía, con el cine: con las nuevas formas contemporáneas de expresión. En suma, con la amplia pluralidad de registros del arte de nuestro tiempo.

En los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, Picasso había sido capaz de llevar hasta su último término la ruptura de la representación ilusionista, basada en la convención de la perspectiva geométrica, que había servido como criterio de unidad de las artes plásticas en Europa desde el Renacimiento, con esa gran obra maestra y decisiva que conocemos como Las señoritas de Aviñón (1907). Que es no sólo el punto de arranque del Cubismo, sino de la pluralidad de la representación que a partir de ese momento adquiere carta de validez en el arte. Aquí está la clave, la síntesis: Picasso plural, Picasso artista total. Más allá del rótulo limitador de los movimientos artísticos concretos: viviendo, a través de su arte, en todos los movimientos artísticos, pero sin ser reducible a ninguno.

En 1963, el propio Picasso afirmaría: “Yo me muevo incesantemente. Me ves aquí y pese a todo ya estoy cambiando. Ya estoy en cualquier otro sitio. Jamás me quedo quieto”. Ese movimiento incesante constituye una de las claves centrales de toda la trayectoria artística picassiana. Hacia junio de 1914, realiza más de cien dibujos de una sensibilidad casi surrealista, diez años antes de que el Surrealismo hiciera su aparición. Poco a poco desborda el geometrismo cubista, le va dando más importancia a la figuración y, a partir de su contacto en 1916 con los Ballets Rusos, de Sergei Diaghilev, el contraste moderno con la Antigüedad Clásica se convierte en su centro de atención hasta mitad de los años veinte. Se produce, después, su aproximación al Surrealismo, decisiva por otra parte en sus textos literarios. En la segunda mitad de los veinte, las preocupaciones constructivas y la relación con Julio González le llevarán a dar cauce expresivo a la escultura en hierro. En los años treinta se consolida el subjetivismo expresivo, en diálogo con la ilustración de temas y motivos de la mitología clásica. Y, de un modo inmediato, también la confrontación, desde la pintura, con los lenguajes de los medios modernos de representación y comunicación de masas: la fotografía y el cine, culminada en esa otra gran obra maestra y decisiva, el Guernica (1937).

¿Y después...? La libertad expresiva plena, sin quedarse nunca quieto: la obsesión del desdoblamiento, el amante-artista de un lado, la amada-objeto del deseo y de la representación de otro, las variaciones sin fin en torno al motivo del pintor y la modelo. El juego de espejos con la tradición pictórica, de Velázquez o Ingres a Manet, entre tantos otros. El recubrimiento, la máscara y el disfraz de sí mismo, de un artista que, por su fuerza de representación, se equipara en su capacidad de cambiar de forma, en sus metamorfosis, a los dioses de la Antigüedad Clásica. La repetición infinita de la imagen de la mujer desnuda, en todas sus variantes y registros, en la visión ensimismada del viejo mirón. Y, ya en último término, la muerte desnuda, la muerte cara a cara, la muerte anticipada, en los dos impresionantes autorretratos de 1972 en los que el rostro de Picasso se sintetiza en los ojos desmesuradamente abiertos e inscritos en el cráneo desencarnado.

Este es, en definitiva, el «mapa» de un artista cuya unidad estilística está precisamente en el cambio. Porque nadie como él comprendió que el auténtico valor del arte surge del vaciamiento del artista en la obra. Por eso pudo decir: “Cada pintura es un frasco con mi sangre. Eso es lo que hay en ellas”. Por eso su obra sigue viva, abierta, germinativa, irreductible al tópico, a las fórmulas gastadas.

 

* Publicado en «PICASSO PUERTA ABIERTA», EL CULTURAL:

- Edición impresa, 31 de marzo – 6 de abril, pg. 25.   

- Edición online: https://www.elespanol.com/el-cultural/opinion/puerta-abierta/20230404/picasso-artista-plural/751804817_13.html

 

 

 

 

viernes, 14 de abril de 2023

Exposición en el Círculo de Bellas Artes, Madrid

 Identidades africanas

Esta muestra nos lleva a un viaje insólito, de gran interés: un viaje en el tiempo y recorriendo diversos espacios humanos. Se centra en las representaciones de la cabeza en el África Central y Occidental, con cerca de 300 piezas, datadas desde el siglo VI a. C. hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX. Como complemento, se presentan en diversas vitrinas una importante serie de documentos y libros que nos ayudan a fijar los contextos de lo que vemos. El título: Metamorfosis del ser es una excelente síntesis de lo que podemos ver, las diferencias, modificaciones y cambios en las representaciones de la humanidad en contextos culturales muy distantes y diferentes del nuestro.

Torso de hombre con los brazos cruzados. Cultura Nok,
     Nigeria, ss. V a. C.-V d. C. Terracota, 47,5 x 23 x 34 cms.. 

Comparten el comisariado un reconocido antropólogo e historiador del arte belga: François Neyt, y el crítico y teórico del arte español Sergio Rubira. Es esta una cuestión de gran importancia, porque así desde la antropología y la historia se han podido situar con rigor las funciones y significados de las piezas seleccionadas, y desde una visión artística actual la presentación se ha articulado de forma excelente.

Sintetizando una perspectiva geográfica e histórica, la exposición está organizada en tres secciones: 1) Nigeria y Camerún, 2) África Occidental, y 3) África Central, con la amplia diversidad de grupos étnicos que se sitúan en esos ámbitos geográficos. El núcleo de la misma es la representación de diversas identidades a través de representaciones sensibles, con figuraciones de cuerpos y máscaras, y dando un especial relieve a la cabeza. En su mayor parte, lo que vemos son piezas escultóricas de formato medio o pequeño elaboradas con una gran diversidad de soportes materiales: terracota, bronce, madera, piedra y fibras vegetales.

Cabeza. Cultura Ifé, Nigeria, ss. XII-XVI d.C. Terracota, 16 x 10 x 11 cms.

Lo que fijan esas representaciones son pautas de identidad, diferenciando lo masculino y lo femenino, así como toda una diversidad de creencias cuyo significado, inscrito en las piezas, se planteaba y compartía en rituales y actividades cotidianas. La utilización de máscaras era muy importante, más numerosas las utilizadas por hombres, pero también por las mujeres, sobre todo en rituales de iniciación. También podemos ver en algunas piezas cómo se asociaba lo femenino con la maternidad, y en un caso concreto: el de las “muñecas de fertilidad”, las llevaban las hembras desde pequeñas hasta que eran madres.

Están también presentes algunos rasgos de animales, igualmente usados para fijar identidades y funciones en grupos humanos: los cuernos del antílope, la cabeza del ave con plumas, o la cabeza de toro. Llaman la atención, por su carácter de síntesis los pequeños altares, las miniaturas con su carácter transportable, y una pequeña selección de peines y peinetas que documentan una tradición social y estética.

Maternidad Djenné (Pareja abrazada en posición sentada). Cultura Djenné, 
Malí, ss. XII-XVI. Terracota, 22 x 22 x 11,5 cms.

Y bien: todo esto que vemos, ¿dónde y cómo se sitúa…? Desde luego, las piezas reunidas tienen una gran relevancia e intensidad expresiva. Pero ¿se las puede situar en el arte, hablando de “arte africano”, como es bastante corriente decir…? En mi opinión, no. Las piezas reunidas en la exposición, con su carácter y significado específicos, nos llevan a diferentes contextos de culturas y tradiciones africanas en las que no tenía presencia lo que hoy llamamos arte.

El primer paso que conviene fijar para entrar en profundidad en lo que se sitúa ante nuestras miradas es que no estamos en lo que a veces se califica sin más como “arte africano”. Lo que hoy llamamos arte, enlazando el ámbito plural de las diversas disciplinas artísticas, surgió como un descubrimiento cultural en la Grecia antigua, cuyo inicio se puede situar en torno a los siglos V-IV a. C., cuando se estableció un nexo profundo entre las palabras, los sonidos y las plasmaciones visuales, expresado con la fórmula «téchne mimetiké» que significaba literalmente la capacidad o el saber de la representación sensible.

                       Maternidad. Cultura Kongo Bakongo, R.D. Congo, entre mediados                                del s. XVI y finales del s. XIX. Piedra, 48 x 19 x 12 cms.

Las traducciones posteriores de mímesis como imitación, a partir del término en latín, fueron muy reductivas. Porque aquello a lo que nos conduce el concepto de representación sensible es a un plano distinto del simplemente pragmático o del teórico que fue también abriendo su camino en ese contexto cultural como filosofía-ciencia. Lo decisivo es que la representación sensible se consideró una vía para adquirir conocimiento y placer a través de la elaboración y trasmisión de las formas en sus distintos planos sensibles y conceptuales. Eso abrió las vías a lo que hoy seguimos llamando arte, con toda su intensidad y variedad…

Obviamente, aunque las piezas reunidas en esta muestra no sean en su origen y concepción propiamente obras de arte lo que sí podemos es acercarnos a ellas con nuestra visión artística, configurada en el curso del tiempo y en contextos culturales tan distintos a aquellos donde estas piezas fueron producidas. Y la verdad es que con esa mirada de atención y diálogo lo que brota es el aliento de belleza, algo determinante en un plano humano más amplio que el del arte, y que en estas representaciones de identidades africanas tiene un excelente nivel.

                      Muñecas de la fertilidad Akua Ba. Cultura Ashanti, Ghana, de finales                             del s. XIX a principios del XX. Madera, medidas varias.

Con todo ello, con la profunda intensidad de estas variaciones africanas en torno a las metamorfosis del ser, lo que se plantea es la necesidad de la valoración y el cuidado de todas las plasmaciones de la gran diversidad de tradiciones de representación sensible que es una de las raíces centrales de la extraordinaria riqueza múltiple del patrimonio cultural de la humanidad. Excelente exposición, no se la pierdan.

 

Metamorfosis del ser. Colección Sánchez-Ubiría Comisarios: François Neyt y Sergio Rubira, Círculo de Bellas Artes, Madrid. Del 9 de marzo al 14 de mayo.

* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 24 – 30 de marzo, pgs. 38-39. Edición online: https://www.elespanol.com/el-cultural/arte/20230401/mascaras-viaje-insolito-identidades-africanas/750674942_0.html