Una estética de la huella
Óscar Muñoz: Editor solitario (2011).
Vídeo, 28 min. Cortesía del artista.
En Editor solitario, un vídeo en blanco y
negro de 28 minutos de duración producido en 2011, un brazo y una mano se
desplazan sobre una superficie negra depositando fotos que se van ajustando
sobre superficies en blanco dispuestas para ello. Son fotografías previamente
existentes, ya dadas, y de muy diverso carácter. Reconocemos, por ejemplo,
retratos de Franz Kafka, Julio Cortázar o Andy Warhol, una reproducción de una
pintura de Amedeo Modigliani, o el rostro de la niña vietnamita llorando en la
terrible y conocida imagen de los bombardeos con napalm de la aviación de EE.
UU. Y también muchos otros retratos de personas anónimas, desconocidas.
Esta
pieza magnífica, a la vez inquietante y poética, puede valer como síntesis o
emblema de lo que Óscar Muñoz (Popayán, Colombia, 1951) persigue en sus obras:
hacer ver y sentir el carácter ocasional e intercambiable de las imágenes, su
fugacidad en el tiempo y en la memoria. Y ello a pesar de la sobreabundancia
envolvente y reiterativa de las imágenes producidas tecnológicamente desde la
invención de la fotografía en el siglo XIX. Incluso los registros fotográficos
más conocidos y compartidos, en determinados momentos reconocibles de inmediato
incluso con una mirada distraída, acaban disolviéndose en el tiempo, cayendo en
el olvido. Algo que puede apreciarse, con intensidad, en las fotografías de
prensa, incluso en aquellas que registran hechos considerados
"históricos".
Óscar Muñoz: Cortinas de baño (1985-1986). Polvo de carbón, yeso y papel sobre madera,
7 paneles, c./u. 71 x 45 x 2,7 cm. Colección Museo Nacional de Colombia, Bogotá.
Con un
montaje y una presentación excelentes que permiten a los públicos heterogéneos
establecer un diálogo directo con las obras, esta exposición recorre los casi
cuarenta años de trayectoria artística de Óscar Muñoz, de 1976 a 2014.
Enseguida apreciamos la diversidad de técnicas y soportes utilizados: dibujo,
grabado, fotografía, vídeo, escultura, instalación... Pero vemos, también, cómo
esa diversidad de soportes actúa siempre en la misma dirección: el
cuestionamiento de la estabilidad de la imagen y su relación con los mecanismos
de la memoria. Todo ello vibra como un espejo: nos hace ver el núcleo común, el
sustrato unitario, de las imágenes tecnológicamente producidas, a pesar de su
aparente polimorfismo y su retórica vocación de "eternidad".
Muñoz
sitúa el punto de partida de su trabajo, a comienzos de los años setenta, en la
seducción que siente ante las estéticas hiperrealistas, aunque subraya que
desde esos inicios para él era capital "representar la forma en que la sombra y la luz invadían los
espacios". La sombra y la luz son los dos polos de la imagen, pero la
preocupación por la forma de presentación espacial de ambos aspectos nos lleva
a uno de los rasgos de mayor interés de la obra de Muñoz, a fijar la atención
en lo que podemos llamar la reverberación
de las imágenes. Es decir, a la propuesta espacial de imágenes como obras
abiertas, que demandan la implicación y participación de los públicos, a
diferencia del carácter habitualmente "cerrado", unidireccional, y
con ello autoritario, con que suelen presentarse las imágenes fotográficas.
Óscar Muñoz: Píxeles (1999-2000). Manchas de café sobre terrones de azúcar,
9 paneles, c./u. 35 x 35 x 3 cm. Cortesía del artista y Sicardi Gallery, Houston.
Y de ahí,
también, el rechazo del carácter pretendidamente estático de la fotografía. El
hilo conductor de la obra de Óscar Muñoz es la presentación formal de la
aparición y la desaparición como dos planos de un mismo proceso, de un flujo
tan abierto como la vida. Tomando como referencia una consideración de Eugène
Disdéri (1819-1889), uno de los pioneros de la fotografía, quien afirmó que más
que fotografiar se trataba de biografiar,
Muñoz intenta captar el dinamismo de la vida en el dinamismo de la imagen. En
lugar de momentos "aislados", el movimiento de la vida a través del
movimiento de las imágenes. Como él mismo señala, su trabajo tiende "a
descomponer en el tiempo lo que es instantáneo". En las
distintas obras y series, podemos apreciar la importancia que Óscar Muñoz da a
distintas técnicas de impresión que remiten a elementos naturales: el agua
("como soporte de un dibujo que se descompone"), el fuego (carbón,
dibujo con calor), el aire... "La mayor parte de mis series" -indica-
"están basadas en la pulverización del material: carbón, azúcar o
arena." En lugar de una fijación maquinista o meramente tecnológica, Muñoz
juega con la experiencia manual: de ahí la importancia que el dibujo tiene en
su trabajo, y esa experiencia manual se confronta con los materiales. De modo
que sus piezas se construyen a partir de la relación entre el pensamiento y la mano,
a través de la mediación de los
materiales.
Óscar Muñoz: Narciso (2001). Vídeo 4/3, 3 min. Cortesía del artista.
Se trata
de algo decisivo, porque la dimensión conceptual de la obra de Muñoz es algo
básico. Son explícitas, por ejemplo, sus referencias a pensadores como Ludwig
Wittgenstein, Walter Benjamin o Roland Barthes. Pero esa dimensión conceptual
se impregna en todo momento de un halo poético, de un flujo de experiencias
sensibles y emotivas. La utilización de su propia imagen, de retratos suyos, se
engrana con las fotografías anónimas de
los que en Colombia se llaman "fotocineros": fotógrafos que toman
imágenes de personas que pasan por la calle para intentar luego vendérselas, con
las fotografías publicadas en la prensa: en las notas necrológicas, o en las
crónicas de sucesos... El yo es tan evanescente como las imágenes desconocidas
de los otros que nos interpelan desde su anonimato. Es difícil no pensar en
Arthur Rimbaud: "je est un autre" ["yo es otro"].
Óscar Muñoz: Línea del destino (2006). Vídeo 4/3, 1 min., 54 seg. Cortesía del artista.
En último
término, el diálogo entre permanencia y desaparición de la imagen en Óscar
Muñoz remite al contraste entre memoria y olvido. Igual que la vida, la imagen
también fluye, se disuelve, en ningún caso es permanente. Si Paul Celan caracterizaba
la poesía como resto cantable, estableciendo
un correlato podríamos decir que lo que nos dan los dibujos, fotografías y vídeos
de este artista referencial es lo que
resta, lo que queda de la imagen,
después de su desvanecimiento inevitable. Se trata de una estética de la huella, una
de las propuestas artísticas de más denso sentido y alcance en estos tiempos
complejos y abigarrados, en los que con tanta frecuencia el ruido y las sombras
no permiten acceder a la palabra ni a la luz.
* Óscar
Muñoz. Photographies; comisario:
José Roca, comisaria adjunta: María Wills Londoño; Jeu de Paume, París, del 3
de junio al 21 de septiembre de 2014.
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