La libertad encerrada
¿Qué pasaba en España, cómo
discurría la vida, después de nuestra Guerra “incivil”...? No faltan los
estudios históricos rigurosos, que nos restituyen un periodo auténticamente
sombrío y de desolación general. La imagen de toda una nación sometida por la
más cruel violencia dictatorial de “los vencedores”. Sin embargo, esa
experiencia queda hoy demasiado lejana en el tiempo, perdida en la penumbra de
lo que no se quiere recordar.
Robert Capa: Entre Argelès-sur-mer y Le Barcarès (1939. Copia póstuma, 1998).
Gelatinobromuro sobre papel, 28 x 40 cm. Museo Reina Sofía.
En ello intervienen factores
como la necesidad de olvido, el silencio impuesto en la transición a la
democracia para poder pasar página, o la falta de una aplicación decidida de la
Ley de la Memoria Histórica. El resultado es que las últimas generaciones de
españoles apenas “saben” qué, cómo y por qué pasó lo que pasó. Y claro, tampoco conocen lo que vino
después: los cuarenta años de dictadura franquista, con sus distintas fases y
situaciones.
Por todo ello, hay que
agradecer de un modo especial la iniciativa del Museo Reina Sofía, que nos
permite viajar en el tiempo a través de una exposición magníficamente concebida
y planteada, cumpliendo así uno de los objetivos centrales exigibles a una
institución museística de carácter público: el estudio y la transmisión crítica
a los nuevos públicos de los flujos y procesos culturales de nuestra historia.
Salvador Dalí: El enigma de Hitler (1939).
Óleo sobre lienzo, 95 x 141 cm. Museo Reina Sofía.
El título de la muestra: Campo cerrado, es el mismo del primer
volumen de los seis que componen la serie narrativa de Max Aub (París,
1903-México, 1972) sobre la Guerra. Max Aub escribió Campo cerrado al comienzo de su largo exilio, en París, entre mayo
y agosto de 1939. Casi al final de la narración, en el capítulo titulado
“Noche”, podemos leer: “No hay luz eléctrica en
Barcelona. Ni luna. Sólo tiros e iglesias ardiendo. La gente por la calle va de
un incendio a otro. Intentaron salir los bomberos, pero el pueblo cortó las
mangas. Se consumen las iglesias, pero no la Catedral, ni el monasterio de
Pedralbes. Lo gótico no se quema, es el único orden que le impone al pueblo.”
Así
estaban las cosas en 1939, cuando la Guerra finalizaba. El designio de “los
vencedores” fue entonces cerrar el
campo. De batalla. Pero también de vida: toda España se convirtió en un
territorio confinado. El gran acierto de la comisaria Dolores Jiménez Blanco,
sostenido en un impresionante trabajo de investigación, ha sido tomar esa
situación como punto de partida para permitirnos ver y apreciar cómo en las
artes y en la cultura, a pesar de imposiciones y censuras, había líneas
abiertas, fisuras, que permitían “la respiración” de artistas y creadores. Y
con ello la invocación para los ciudadanos, a través de las artes, de la
libertad reprimida. A Max Aub le hubiera gustado experimentar que además del
gótico otros órdenes artísticos y culturales, que germinaban en aquel tiempo
convulso, podían también ser apreciados por el pueblo, a pesar de todas las
dificultades.
Martín Santos Yubero: Cárcel de Porlier, enfermería y peluquería (agosto de 1941).
Fotografía b/n sobre dibond, 25 x 35 cm. Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.
El
itinerario de la muestra va desde 1939 a 1953. En ese año se firmaron el
Concordato del régimen franquista con la Iglesia Católica y los acuerdos con Estados
Unidos, por los que se establecieron en nuestro país cuatro bases militares a
cambio de ayuda económica y militar. Con ello, se abría un nuevo periodo. En la
exposición: 1939-1953, se han reunido en torno a 1.000 piezas, de más de 200
autores: unas 100 pinturas, 20 esculturas, 200 fotografías, 200 dibujos,
bocetos teatrales, 26 filmaciones, 10 maquetas arquitectónicas, 200 revistas y
diversos materiales documentales de archivo. En todos los casos, piezas de gran
interés y que permiten apreciar, de una manera viva, qué pasaba en los ámbitos
del poder y de la cultura y las artes en aquellos años de plomiza oscuridad.
Revista La Estafeta Literaria nº 21, Madrid, 15 de febrero de 1945.
32 x 25 cm. Fundación Carlos Edmundo de Ory.
Estructurada
de forma no lineal, Campo cerrado se
articula en nueve secciones temáticas: “Una nueva era”, “Academias y retornos”,
“Campo y ciudad”, “La irrupción de lo irracional. El Postismo”, “Intervalo
teatral”, “Exilios”, “Arquitecturas”, “Primitivo, mágico, oscuro” y
“Apropiación oficial de lo moderno”. El franquismo había “diseñado” una
reconstrucción que excluía a vencidos y exiliados, pero por las grietas del
poder, artistas y escritores trazaron espacios de diálogo e innovación. Lejos
de lo que cabría esperar, en esos catorce años en los distintos ámbitos de la
cultura y las artes se respiraba un clima de pluralismo y respeto mutuo.
En
las Exposiciones de la Academia Breve de Crítica de Arte, dirigida por Eugenio
d’Ors, encontramos entre otros a Ignacio Zuloaga, José Gutiérrez Solana, Ángel
Ferrant y Rafael Zabaleta, pero también a Salvador Dalí, Jorge Oteiza y Antoni
Tàpies. Mathias Goeritz propicia, a partir de 1948, las actividades y
encuentros de Altamira. Eduardo Chicharro (hijo) y Carlos Edmundo de Ory a
partir de 1945 ponen en pie en manifiestos y publicaciones el “Postismo”,
término que resulta de la contracción de “postsurrealismo”, una actitud literaria
vanguardista, intensamente cosmopolita, que plantea dar curso a lo irracional
en la escritura.
Sentimos
la desolación más profunda ante las fotografías de Robert Capa, en las que
vemos imágenes de los campos de concentración. O el impacto del cuadro
impresionante, magnífico, entre la visión y la profecía, de Salvador Dalí: El enigma de Hitler (1939). A pesar de
todo, lo que queda dentro y lo que está fuera se interpenetran, y creo que
incidir en este aspecto es uno de los mejores logros de la exposición. En el
apartado “Exilios”, encontramos obras magníficas de Maruja Mallo, Manuel
Ángeles Ortiz, Alberto Sánchez, Josep Renau y José Moreno Villa, entre otros.
Aunque de un modo especial es preciso destacar las salas personales que se
dedican a Picasso y a Miró. La del malagueño, con dos inquietantes
cráneos/cabezas provenientes del Museo Picasso de París. Picasso, de quien
podemos ver las fichas policiales que lo asocian al comunismo prohibido. La de
Miró con su serie de estampas, inscritas en la nostalgia, Barcelona II (1944).
Fotografía del Pabellón Español en la IX Trienal de Milán, 1951.
Gelatinobromuro de plata, 23,7 x 17,5 cm. Archivo Coderch y Ajuntament de Girona.
Se
reconstruye también el ambiente en el teatro. La contraposición entre el campo
y la ciudad, los documentos fotográficos que nos muestran la vida en las
cárceles. E importante es la presentación del trabajo de arquitectos, con
maquetas y documentos, y con la reconstrucción ambiental del pabellón español
en la IX Trienal de Milán, de 1951, diseñado por José Antonio Coderch, con
contenidos anti-academicistas seleccionados por Rafael Santos Torroella, y que
obtuvo un importante reconocimiento. De gran interés es la presentación de
numerosos ejemplares de revistas. Entre ellas, las que apoyan decididamente el
régimen franquista, como Vértice,
pero también las que cuestionan todo, desde una posición que concilia el humor
con la crítica política, como es el caso de La
Codorniz, que acuñaría el ingenioso y atrevido lema “la revista más audaz
para el lector más inteligente”.
Portada de la revista la CODORNIZ, septiembre de 1948.
32 x 27 cm. Museo Reina Sofía.
Magnífica
exposición, no se la pierdan. En ella vemos cómo el aire que permite respirar
“se cuela” por las rendijas. A pesar de todo, España se movía. Ningún poder
totalitario, por más violento y criminal que sea, puede poner puertas al campo,
cerrarlo del todo. El deseo de conocimiento y libertad va y viene.
* Campo cerrado. Arte y poder en la posguerra española, 1939-1953. Comisaria:
Dolores Jiménez Blanco. Museo Reina Sofía, Madrid. 26 de abril - 26 de septiembre de 2016.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.232, 30 de abril de 2016, pp. 18-19.
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