Construcción y memoria
¿Sabemos dónde vivimos…?
Los seres humanos hemos buscado siempre,
incluso a lo largo del proceso evolutivo y en la etapa de formación de la
especie, lugares o ámbitos de protección. No permanentes, durante los milenios
plenamente nómadas de la humanidad en los que los grupos étnicos se
estructuraban como bandas de cazadores/recolectores. Pretendidamente estables,
en cambio, cuando se producen los asentamientos urbanos que tienen como base la
producción agrícola y la domesticación de los animales. Hasta hoy. Hasta las
complejísimas agrupaciones urbanas de nuestro tiempo y la formación de una telépolis que nos lleva a derivas
virtuales en una ciudad digital cada vez más global. A ese espacio protegido,
roturado, lo llamamos, en términos generales, casa.
Carlos Nogueira.
Para los seres humanos, vivir implica roturar o construir un espacio donde habitar, donde
proteger los sueños de permanencia y estabilidad. Es ahí: en ese núcleo central
de la existencia humana, donde se sitúa la tensión artística ejemplar de Carlos
Nogueira. Él mismo nos lo indica: “Mi obra se centra en cuestiones de tectónica
y poética”. Tectónica: construcción.
Poética: interrogación plástica.
Las obras de Carlos Nogueira, en su diversidad de
soportes y despliegues, nos llevan a una consideración sobre el lugar que los
seres humanos construimos en la
tierra que habitamos, para así poder vivir. Y con ello, la construcción
plástica se entrelaza con la memoria. ¿Dónde situamos esos espacios para la
vida…? ¿Qué hay en ellos de naturaleza
y de cultura…? ¿De dónde vienen los
espacios en los que vivimos…?
Casa comprida com árvores dentro (2012).
En este punto es importante recordar que el espacio es una abstracción. Para una primera mirada, el espacio
es transparente, invisible: vemos las cosas, las personas, los objetos, pero no
el espacio. Percibir el espacio supone todo un proceso de abstracción. Así
surge la geometría, a partir de una visión abstracta de la naturaleza y sus
formas. En este punto, como en tantos otros de nuestra tradición cultural, la
concepción del espacio es un producto de la mente griega.
Es un concepto que aparece en
el proceso de constitución de la filosofía-ciencia en Grecia, y por vez primera
probablemente en Pitágoras (570-497 a. C.), lo que en sí mismo es algo
relevante, dado el papel central del número y las matemáticas en el pensamiento
pitagórico. Posteriormente ocupa la atención de Zenón de Elea (nac. hacia
490/485 a. C.), en sus conocidas paradojas lógicas sobre el movimiento. Y
recibe ya una formulación categorial precisa en uno de los últimos, y con el
tiempo más influyentes, diálogos de Platón: el Timeo, cuya fecha
probable de redacción se sitúa en torno a la segunda mitad del siglo IV a. C.
¿Cómo se produce la génesis
del mundo? Es en ese contexto cosmológico, donde Platón establece un uso
categorial preciso del término espacio [jóra],
al afirmar que "hay ser, espacio y
devenir, tres realidades diferenciadas, y esto antes de que naciera el
mundo" (Timeo, 52 d). El ser
corresponde, en Platón, a las Formas ejemplares o Ideas, a las que caracteriza
como "la especie inmutable, no generada e indestructible", y también
como "invisible y, más precisamente, no perceptible por medio de los
sentidos". Por el contrario, el devenir es "perceptible por los sentidos:
generado, siempre cambiante" (Timeo,
52 a).
Entre ambos polos extremos:
el de las Ideas-Formas, que están propiamente "más allá" del mundo, y
el del devenir, que viene a coincidir con el mundo sensible, hay además, dice
Platón, "un tercer género eterno, el del espacio, que no admite
destrucción, que proporciona una sede a todo lo que posee un origen, captable
por un razonamiento bastardo sin la ayuda de la percepción sensible, creíble
con dificultad, y, al mirarlo, soñamos y decimos que necesariamente todo ser
está en un lugar y ocupa un cierto espacio, y que lo que no está en algún lugar
en la tierra o en el cielo no existe." (Timeo, 52 b).
La concepción platónica del
espacio no sólo hace de éste una especie de "mediación" entre la
fijeza esencial del ser y el devenir cambiante de lo sensible, sino que con su
carácter eterno e indestructible "proporciona una sede a todo lo que posee
un origen": es decir, actúa como receptáculo
o contenedor, donde todas las cosas o seres se sitúan, tienen su lugar. Sólo
puede captarse, según Platón, "por un razonamiento bastardo", y en
ello se diferencia de las Formas a las que se llega únicamente a través del
"razonamiento verdadero", del uso estricto de la razón. Pero
"sin la ayuda de la percepción sensible", lo que implica también su
diferencia con el devenir, captable por los sentidos y no por la razón. Así, en
último término, en una situación intermedia entre la razón y los sentidos y, a
la vez, fuera de ambos planos, el espacio es una idea tan abstracta que, como admite
el propio Platón, resulta "creíble con dificultad".
Casa comprida com árvores dentro (2012).
Y, sin embargo, lo que los
seres humanos roturan o delimitan para vivir es una construcción en el espacio. Cuando vi por vez primera en el
Parque de Esculturas de Santo Tirso la admirable construcción escultórica Casa comprida com árvores dentro (2012),
de Carlos Nogueira, inmediatamente me sentí transportado a esa dificultad para
creer en la existencia del espacio de la que ya hablaba Platón. En sí misma, la
obra es la expresión de una paradoja: es, a la vez, simultáneamente, cultura y
naturaleza. Dependiendo de dónde te sitúes ves dos árboles dentro de la
construcción, o uno dentro y otro fuera.
La construcción plástica: un
prisma de hormigón que se eleva sobre cuatro pilares, nos permite estar a un tiempo
fuera y dentro, en la naturaleza y en la cultura, como nómadas o como
seres urbanos. Carlos Nogueira indica en las notas de su proyecto que la
construcción es un hormigón blanco, cuyo encofrado se realiza en fases
distintas para así poder percibir “las lonchas” [fatias], las fases, en las que fue realizada. Literalmente: construcción y memoria.
Casa comprida com luz (2016).
Esta cuestión es central en
el conjunto de la trayectoria artística de Carlos Nogueira. Por ejemplo, en Paisagem, una obra de 1983, un plano rectangular y oscilante de tinta
acrílica negra se superpone sobre una superficie blanca. Y por encima se
inscriben, literalmente, las frases “branco
sobre branco” y ficar quieto então como é diz lá. Quedarse
quieto ante la superposición. En el deslizamiento del negro sobre el blanco. O
de mi propio cuerpo sobre el espacio. Porque todo en la vida, y eso nos desvela
el arte, es superposición y contraste: blanco sobre blanco, fuera/dentro,
naturaleza/construcción humana.
Casa comprida com luz (2016).
Lo
decisivo en la construcción es mantener las
huellas de la memoria, el registro de sus fases. Para que así la obra nos
lleve a la comprensión de que no hay espacios homogéneos ni excluyentes: todo
es mezcla y síntesis. Y concluyo con palabras del propio Carlos Nogueira, como
en el caso anterior tomadas de su catálogo o
lugar das coisas (2013): “CONSTRUIR UN LUGAR UNA PARTE DENTRO LA OTRA DEL
OTRO LADO”.
PUBLICADO EN: Carlos Nogueira catálogo; Museo Internacional de Escultura Contemporánea, Santo Tirso, 2016.
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